Adrián y Mariano son padre e hijo. Hace diez años empezaron a dedicarse a la canaricultura, fueron perfeccionando su estilo y en el último Campeonato Argentino obtuvieron varios premios.

Por JAVIER RUBINSTEIN

Mientras se da la charla, en el quincho de la casa de Mariano Montani (29), se escucha el canto de los canarios de fondo, como una cortina musical cien por ciento natural. El galpón de cría está a unos diez metros, pero el sonido es tan claro y agudo como si los pájaros estuvieran al lado.

En el criadero hay jaulas de diversos tamaños y canarios distribuidos sigilosamente. La mayoría en parejas: es época de cría y algunas hembras ya pusieron los primeros huevos de la temporada. Otras arman su nido con hilos de arpillera, ayudadas por los machos.

“Empecé en esto junto a mi primo, Jorge Frías, hace diez años. Comprábamos canarios sin saber mucho del tema, solo porque nos gustaban. Un día caímos en la casa de Tito Bornia y él nos insistió para que criáramos y compitamos. Nos enseñó todo lo que sabemos”, cuenta Mariano.

“Me acuerdo que un día le llevamos todos los canarios que compramos y nos dijo que no servía ninguno. Después nos ayudó a formar las parejas y así empezamos con la crianza para competir”, explica el joven, que pronto le contagió la pasión por este pasatiempo a su padre, Adrián “Papero” Montani (52). “Criar canarios es un hobby, una distracción, con esto no vas a hacer plata”, afirma el hombre.

Los Montani compartieron con DIA 32 algunos de los aspectos fundamentales del métier. El primero es que “para criar hay que tener limpieza, cambiar el agua seguido y no mezclar razas, hasta que aprendas bien”.

A partir de la segunda quincena de agosto enyuntan a las parejas y les ponen el nido. Los pájaros lo arman con hilo de arpillera y el macho pisa a la hembra, que pone de cuatro a cinco huevos. La incubación es muy rápida: a los 13 días nacen los pichones. A las tres emanas ya están emplumados y abandonan el nido. Ahí es cuando los criadores vuelven a juntar a la pareja, la hembra entra de nuevo en celo y comienza otra vez el ritual de apareamiento.

“Nosotros les hacemos tener cuatro posturas por año, hasta fin de año. Se les soplan las plumas y ahí ves que la cloequera ya está otra vez en condiciones de aparearse. Un pájaro que mí me gusta y que tiene condiciones lo paso por tres o cuatro hembras”, señala Mariano, todo un experto en celo canario y en formar parejas aladas.

Pájaros de competición

En los torneos de canarios no pueden intervenir madres ni padres, solo pichones -no llegan al año de vida- y la primera instancia es participar de la Clásica, como se denomina a la competencia interna que organiza Escobar Sociedad de Canaricultura y Ornitología (ESCO) en junio de cada año.

Los jueces, pertenecientes a la Federación Ornitológica Argentina, son los que deciden, a través de su puntaje, los ejemplares ganadores en cada especie. Esas aves pasan a competir en el Campeonato Argentino que se realiza todos los años en el predio de la Fiesta de la Flor, en julio, y que esta temporada reunió durante diez días la increíble cifra de 25.000 pájaros.

En esta última edición del Argentino el joven escobarense tuvo la satisfacción de ser el criador local que más premios obtuvo, con canarios premiados que fueron elogiados por los fanáticos de esta actividad. Logró tres campeones argentinos, dos subcampeones individuales y otros dos subcampeonatos de cuartetos, que son pájaros que tienen que ser lo más parecido posible entre los cuatro ejemplares.

Otro escobarense que ganó con un canario propio fue Javier Holz, mientras que Claudio Osterrieth -presidente de ESCO- y Hugo López Aranzasti sacaron un subcampeón o campeón reservado, como se le dice en la jerga, cada uno.

“Antes de presentar un canario en una competencia hay que ver que no tenga la cola rota, ni que le falten plumas, y que tenga buen color. Nosotros nos presentamos en la categoría de diseño, no en canto ni en forma, por eso tienen que estar diez puntos. Este año dimos el batacazo con los títulos que ganamos, es una línea que venimos laburando hace años y que me dio Tito Bornia. La línea es agata opalo rojo mosaico, pero también hago topacios, marfiles, me baso todo en los agatas”, explica Mariano, feliz por los excelentes resultados que cosechó hace tres meses, los mejores desde que se dedica a este pasatiempo de criador.

Antes de confirmar un canario campeón tras un Argentino en Escobar, cada ejemplar debe pasar una última prueba, llamada anti fraude. Allí, un equipo veterinario revisa que el pájaro no esté pintado o teñido, que no tenga plumas cortadas, hongos en las patas, uñas quebradas ni productos químicos que le den más brillo a las plumas. Cualquiera de estas faltas inhabilita el título obtenido. Sí está permitido el uso de colorante, para mantener el color.

Este hobby no es sencillo ni barato. Los pájaros de los Montani tienen en su reducto pastillas anti mosquitos las 24 horas, la luz artificial prendida la mitad del día, comen alimento a base de semillas de primer nivel (alpiste, colza, avena, lino, chía y mijo), vitaminas, hepatoprotector, calcio y periódicamente picotean brócoli, pepino, choclo, manzana y algo de naranja.

Además, cuando las hembras abandonan a sus pichones los criadores les dan huevo picado en la boca con la punta de una lapicera cada determinada cantidad de horas, hasta que el ave empiece a alimentarse por sí sola. Todo un trabajo, solo para entendidos.

Padre e hijo coinciden en que la canaricultura es una pasión. “Por ahí llegás a tu casa con rabia, te metés en el criadero y se te pasa todo. Esto es hermoso. Es algo que te compenetra mucho”.

Los que quieran asociarse a ESCO pueden acercarse a Cesar Díaz 214, donde los viernes los fanáticos de los pájaros se juntan a cenar, a hablar de las aventuras de sus mascotas emplumadas y a planificar las próximas yuntas.

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