Con una nariz de plástico, ropa colorida y buen humor, un grupo de personas se reúne todos los viernes en el hospital de Escobar para darles una dosis de alegría a grandes y chicos. “Es algo realmente mágico”, comentan.

Por Alejo Porjolovsky
aporjolovsky@dia32.com.ar

Hace largo rato que el hospital provincial Enrique Erill está en una situación realmente crítica: la escasez de insumos, las deficiencias edilicias y la falta de personal hunden a la institución en un panorama gris y desolador, tanto para los vecinos que necesitan atenderse como para los empleados que deben ponerle el cuerpo al trabajo en condiciones precarias. Por suerte, entre tantas malas, un grupo de voluntarios aportan un rayo de luz en la oscuridad. Se trata de los Payamédicos, especialistas en curar los males con una sonrisa.

Este proyecto comenzó hace poco más de dos años, por iniciativa de un puñado de personas interesadas en el arte de alegrar, al menos por un rato, a quienes están pasando por un mal momento de salud o aquellos que simplemente necesitan un mimo para recobrar el ánimo.

Hoy, ese grupo está conformado por doce integrantes, en su gran mayoría del partido de Escobar, que todos los viernes dejan su rutina a un lado para ponerse la nariz, la ropa de colores y salir a recorrer las habitaciones del hospital.

“Cuando te disfrazás y ves que hay un chico o un adulto esperando por verte, que vayas a reírte con él, a jugar, es algo realmente mágico”, reconoce Alejandro Costa, uno de los dos varones del grupo, minutos antes de transformarse en Venancio y salir a recorrer los pasillos del hospital.

Tratar de sacarles una sonrisa a personas que se encuentran internadas con problemas de salud puede sonar como una tarea sencilla. Sin embargo, la dificultad de esa labor puede ser igual o mayor que la que llevan a cabo los propios médicos.

“Al principio a los pacientes quizás no les gusta lo que hacemos y les genera un poco de miedo, pero una vez que agarran viaje, se ríen y ya no quieren que nos vayamos. Hay veces que nos colgamos durante horas”, afirma Eugenia Crespo, otra de las payamédicas del Erill.

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Desdramatizar el dolor

Payamédicos es una ONG creada en 2002 por José Pelluchi, un psiquiatra especialista en terapia intensiva y ecografía que visualizó un objetivo fundamental: “desdramatizar” un medio hospitalario en donde no suelen abundar las risas para que el cuerpo libere las endorfinas necesarias para no sufrir tanto dolor.

Desde entonces, el movimiento empezó a crecer y a desplegarse por todo el país. En la zona, quien quiera ser un payamédico con todas las letras debe realizar el curso oficial que se dicta en Pilar y cuenta con temáticas relacionadas a la salud y la psicología.

“Cuando arrancamos, los médicos te veían y te preguntaban: ‘¿vos pensás que haciéndolos reír vas a curarlos?’. Por suerte, con el tiempo la mayoría nos fue aceptando, hasta el punto de que ahora nos vienen a pedir que visitemos a algún paciente que anda mal o no quiere comer”, cuenta Silvia Fernández, una de las creadoras del grupo.

Cuando ellos llegan, el salón del quinto piso del hospital se convierte en una especie de camarín. Con su ropa llamativa, voz chillona y humor a flor de piel, la aparición en escena de los Payamédicos encuentra su éxito en romper con la monotonía de la gris cotidianeidad hospitalaria. “Llega un momento en que estás podrido de que vengan a pincharte y ver a tus familiares llorando, y aparecen estos seres con una nariz, tirando burbujitas, bailando y cantando que te cambian el día”, opina Costa.

“Ha pasado de pacientes que están angustiados, que no quieren comer, ni hablan, nada, y uno va, le busca la vuelta, siempre jugando y apelando al imaginario, y el tipo termina comiendo, hablando y, sobre todo, riéndose”, agrega Silvia sobre las distintas experiencias vividas.

El hospital de la avenida Tapia de Cruz no es el único establecimiento que visitan. En la semana, varios de ellos visitan el Hogar de Abuelas “Eva Perón”, ubicado al lado del Jardín Japonés. “Eso es distinto, tenés que remarla un poco más, pero la pasamos bien. Bailamos tangos, ellas cantan, hacemos juegos y les llevamos galletitas y golosinas”, comenta Sonia Soane.

Los Payamédicos del Erill empezaron a mostrarse en sociedad hace unos meses. Estuvieron en la inauguración de la 53° Fiesta Nacional de la Flor y en el desfile de carrozas, aunque quizás su participación estelar fue en la carrera “La flor del Bicentenario”, el domingo 18 de septiembre, en la que su presencia fue algo de lo más destacado de la línea de llegada. “Si eso impacta en la gente que está sana, imagínate en quienes están internados”, coinciden todos.

El evento deportivo, que se realizó a beneficio del hospital, fue una oportunidad para mostrar lo que hacen, aunque también para visibilizar las necesidades del sanatorio y lograr que la comunidad aporte su granito de arena. “Nosotros no podemos recibir plata ni donaciones, pero queríamos hacerle llegar nuestra ayuda al hospital”, cuenta Rocío Abecasis.

El tiempo vuela bajo la azotea del Erill y es momento de que esas doce personas que charlan con DIA 32 se transformen en seres provenientes de infinidad de galaxias desconocidas para bajar a visitar a los pacientes. A diferencia de los médicos, que pueden recetar todo tipo de pastillas o medicamentos, ellos solo tienen un antídoto: la risa.

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