Una pareja de voluntarios españoles llegó en 2014 al Colectivo Cultural con una beca de nueve meses de la Unión Europea. Pero la experiencia les resultó tan fascinante que decidieron quedarse a vivir en Ingeniero Maschwitz.

Por SOFIA MORAS
smoras@dia32.com.ar

El 2015 los encontró brindando con amigos en un camping de Jujuy. Rubén Nogales (28) y Lara Galiana (24) contemplaban los colores de Purmamarca cuando cayeron en la cuenta de que habían perdido el vuelo para regresar a Madrid. Como ya habían postergado su regreso en una oportunidad y no tenían ahorros para comprar otro pasaje, la desorientación fue la excusa para definir que su nuevo hogar estaba en Argentina. Y acá se quedarían.

Los dos son animadores socioculturales, una profesión de España y otros países europeos que trabaja interviniendo en la comunidad con el fin de promover la participación cultural y el desarrollo social. Trabajan en todo lo relacionado con lo educativo, pero no necesariamente formal. El campo de acción abarca desde una colonia de vacaciones a una residencia de personas mayores, como también centros de día o de mujeres.

Rubén estaba dentro de la coordinación de voluntariados locales e internaciones de la Universidad Autónoma de Madrid cuando dio con un programa del Ministerio de Cultura de la Unión Europea que organizaba proyectos en distintos lugares del mundo para el intercambio juvenil y cultural. Así, comenzó a movilizarse para sumar gente y encontrar un destino internacional donde pudiera aplicar sus conocimientos y vivir la experiencia.

Con un grupo que incluía a su pareja y a otros dos compañeros -Guillermo y Julia-, durante cuatro meses buscaron organizaciones en distintos lugares: investigaron en Cuba, Nepal, Ecuador… hasta que finalmente dieron por Internet con un lugar que les llamó la atención.

El Colectivo Cultural era para ellos una organización activa en Sudamérica, que actualizaba su información en Facebook y proponía algo distinto. Mientras no recibían respuestas de ninguna otra organización, desde Maschwitz, sorprendidos por ser contactados desde el otro lado del mundo, les respondieron rápidamente.

En ese entonces, Marcos Federman era el presidente de la incipiente asociación y Pedro Fanti el encargado del área de comunicación. La propuesta de cuatro españoles que solicitaban trabajar gratuitamente durante nueve meses les resultó interesante. Y, tras haberse puesto en contacto con ellos, les hicieron una entrevista a distancia en la FM comunitaria de la entidad: Radio Activa. “¡Cuando salimos al aire pensábamos que nos escucharía media Argentina! No teníamos idea de cómo sería el lugar, pero había mucha expectativa. Ellos estaban encantados de que viniésemos, lo habían decidido en una asamblea, y a partir de ahí ordenamos los papeles y pusimos todo en marcha. Era nuevo para ellos y para nosotros”, le cuenta Lara a DIA 32.

Bienvenida y estadía

La pareja llegó a Buenos Aires en los primeros días de 2014. Si bien en el Colectivo no habían preparado nada en especial para recibirlos, el arribo de los madrileños coincidió con un evento de candombe, murga y circo: “Estábamos impactados”, recuerdan.

Becados por nueve meses por la Unión Europea y subsidiados con 470 euros al mes para gastos de alquiler, comida y seguro médico, destinaron todo su tiempo al trabajo con distintos proyectos de la ONG. El grupo de españoles conoció las distintas comisiones y cada uno se adentró en lo que resultaba de su interés.

El objetivo más fuerte que tenía la organización era levantar el centro cultural y expandir su acción. Rubén y Lara se comprometieron con esa tarea y también intervinieron en los talleres, la comisión de Medio Ambiente y el proyecto de un merendero en el barrio Doña Justa.

Fascinados con las oportunidades que les proveía el Colectivo Cultural, llegaron a habilitar espacios nuevos y asumieron varias responsabilidades en las tareas generales de la organización. “Al tener tanto tiempo para dedicar, renovamos la energía del lugar. La gente estaba agotada, nosotros llegamos justo luego de que habían estado durmiendo dentro del edificio durante seis meses para recuperarlo. Necesitaban aflojar un poco, estaban cansados de poner tanto el cuerpo y allí aparecimos nosotros”, cuentan.

Fin y nuevo comienzo

Pasados los nueve meses había finalizado el plan original. Pero mientras que sus dos compañeros preparaban sus maletas para volverse, ellos empezaron a sentir que no querían irse: “Habíamos hecho un círculo grande de amistades, de mucha unión con el espacio, porque vivíamos para eso. Como nos subvencionaban, no teníamos que trabajar afuera”, expresa Lara.

Para pensar cómo seguir, aplazaron el vuelo y emprendieron un viaje por el norte de Argentina, Bolivia y Perú. En este recorrido empezó a gestarse la idea de permanecer en el país. “Pasaron las fiestas y estando de viaje de mochila, en una vida tan distinta, no teníamos conciencia del día”, explica. Y así llegó ese momento en Purmamarca en el que cayeron en la cuenta de que tendrían que estar en un avión camino a España. “Nos miramos y dijimos: estamos aquí, nos quedamos aquí”.

Cansados del viaje y viviendo de la venta de artesanías, volvieron a Maschwitz con la necesidad de trabajar, ya que de ahí en adelante no tendrían los gastos cubiertos.

Después de algunos meses en el Paseo Mendoza como meseros, encontraron trabajos que enriquecieran su profesión. Lara da clases de tela en su casa y apoyo escolar múltiple, mientras que Rubén, que también es maestro jardinero, se adentró particularmente en la pedagogía waldorf. Por otro lado, gestiona y coordina como secretario general las cuestiones principales del Colectivo Cultural, donde los dos siguen como voluntarios. Además, trabajan como acompañantes terapéuticos de jóvenes con trastornos.

Maschwitz enamora

Lo que más les llama la atención a los jóvenes madrileños es lo accesible que les resulta la cultura y el arte en esta zona. Los talleres a la gorra de acrobacia, guitarra, tela, entre otros, son un formato nada común en España. Esta posibilidad le generó a Lara, por ejemplo, la inquietud de anotarse en el IUNA. Por su lado, Rubén estudia yoga y terapias alternativas. En este sentido, las opciones de aprendizaje y el fecundo campo laboral los cautivó enormemente.

A su vez, se sintieron muy cómodos con la calidez de las personas y se sorprendieron gratamente con la forma de vida que pueden llevar aquí. La calidad y la comodidad de su día a día sería inviable en su país con el presupuesto que cuentan. La pareja alquila una casa en Maschwitz, a unas cuadras de la calle La Bota, y comparte los gastos con algunos compañeros del Colectivo.

“Por el dinero que aquí pagamos una casa grande con jardín, donde podemos tener nuestra huerta y muchos perros, en Madrid tendríamos con suerte un departamento. Miro cada día el lugar donde vivo, las calles de tierra y los árboles haciendo un túnel y ya no volvería a un lugar sin verde. Necesitaría este caminar libre que sólo podría encontrarlo lejos de la cuidad”, confiesa Lara.

Su familia los extraña, pero cuando vinieron y vieron cómo viven quedaron impactados y entendieron perfectamente la decisión que tomaron. Rubén y Lara también estuvieron de visita en España por un mes, aunque se sintieron algo extraños. De Ezeiza a Maschwitz percibieron que volvían a casa y el sentimiento fue mutuo: “Ahora, es aquí”.

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