Los puentes de la Panamericana empezaron a transformarse con coloridos murales que les otorgan una alegre identidad. Es una iniciativa del Municipio y el artista que realiza estas obras es de San Fernando.

Por Sofía Moras
smoras@dia32.com.ar

En un año electoral, las paredes de la vía pública suelen ser el mejor lienzo para la propaganda política de los candidatos. Sin embargo, los principales puentes del partido de Escobar comenzaron a llenarse de flores, plantas, rostros y colores que le confieren una nueva energía, movimiento e identidad.

Federico Raiman (45) es el encargado de llevar a cabo esta tarea y el efecto fue inmediato: en cuanto empezó a trazar las líneas de tiza del primer mural, en la avenida De los Inmigrantes, se le acercaron sorprendidos vecinos y curiosos para preguntarle sobre lo que estaba haciendo y hasta darle ideas. El arte en vivo produce una interacción con el observador pasajero que enriquece, nutre y hasta define la obra en cuestión.

El muralista es vecino de San Fernando y artista plástico de formación autodidacta. Su experiencia empezó en la infancia, dibujando y leyendo historietas en una casa de pintores y músicos. Cuenta que en estos últimos años hizo de todo: ilustración editorial y de cuentos infantiles, dibujos animados, diseño, humor y guiones gráficos, mucho material destinado al cine y a la publicidad.

Para estos murales fue convocado por la Secretaría de Planificación Urbana del Municipio, que le encomendó cuatro puentes: el de Inmigrantes, el de las rutas 25 y 26 y el de El Curvón. La temática deberá estar basada principalmente en la botánica y los motivos con flores, siguiendo la estética de Escobar. Cada puente tendrá un estilo particular, variando la paleta de colores.

La propuesta le resultó desafiante a Raiman, sobre todo por las dimensiones que implicaba, pero su experiencia en este tipo de obras y en armado de escenografía le sirvieron a la hora de definir la escala.

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Durante el proceso del primer mural tuvo buena compañía, opiniones constructivas y vecinos solidarios que le dieron una mano con la logística de todos los días. “Los más curiosos son los chicos, que me hacen consultas técnicas sobre lo que voy a pintar y los colores que voy a usar. En los días calurosos de febrero los vecinos y comerciantes me ofrecían agua fría. También me guardaban la escalera o los tachos de pintura hasta el día siguiente”, le comenta a DIA 32.

El cambio estético del puente que conecta el centro de la ciudad con el barrio Lambertuchi resultó admirable. “Recién cuando terminé el trabajo, me di cuenta de su totalidad. Venía trabajando en los detalles y de repente vi que ese lugar lúgubre, insípido, pasó a ser un lugar con una identidad y atractivo”.

“A la mayor parte de la gente le encanta. Pasan muchos camioneros con patentes de Brasil, Uruguay, Paraguay, Chile, y el mural los saca de su rutina visual. Mucha gente espera pintadas políticas, entonces esto los toma por sorpresa”, acota el artista, que actualmente está trabajando en su segundo mural, en el puente de Maschwitz.

“Por acá pasan todos los choferes de la línea 60 y con ellos siempre hubo miradas cómplices. Bueno, lo que me pasó también es que engordé varios kilos, porque no solo me ceban buenos mates sino que los comerciantes me regalan tortillas y churros”, revela, risueñamente.

Sus murales tienen un acabado en laca que preserva a la pintura del vandalismo y le da más durabilidad. Pero él asegura que sus imágenes están a salvo: “Confiamos en la buena voluntad de la gente. Los vecinos y comerciantes van a cuidarlo porque están contentos. La obra ya pasó a ser patrimonio de la calle”. Es decir, patrimonio de todos.

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