Fue taquígrafa, martillera pública y dueña de la vinería “El Traguito”, un símbolo del Ingeniero Maschwitz de los '60. Acaba de cumplir 90 años y lo festejó a lo grande, rodeada de afectos y feliz.

Por DAMIAN FERNANDEZ
dfernandez@dia32.com.ar

Solidaria, complaciente y, sobre todo, muy buena gente. No quedan dudas de que poseer todas estas cualidades es la razón principal por la que muchas personas la adoran y más de un centenar le festejaron a todo trapo su cumpleaños número 90, el pasado domingo 12. Es que Emma Rivera de Birindelli, más conocida como “Bocha”, es un pedazo de la historia de Ingeniero Maschwitz.

Nació en 1926 en Comodoro Rivadavia y luego creció en el solitario paraje de Nueva Lubecka, al suroeste de Chubut, donde su padre -José Rivera- era jefe de correo y tuvo una infancia “muy feliz”, afirma. Más tarde se mudó con su familia a Buenos Aires y vivió en los barrios de Caballito y Barracas; hasta que finalmente, por decisión de su madre -Emma Santillán-, llegó a Benavídez cuando era una adolescente.

“Fue una época maravillosa, con mucha gente amiga. Sólo pensábamos en jugar”, recuerda “Bocha” en su casa de la calle El Dorado, donde “soñaba vivir de grande” cuando era chica y que ahora comparte con sus dos hijas, Silvia (60) y Norma (57). Ambas fueron el fruto de su matrimonio con el ya fallecido Roberto “Coco” Birindelli, otro personaje del pueblo -creador de la imagen de Rhum Negrita, entre otros diseños publicitarios-, a quien conoció “charlando” arriba del tren en el que ambos viajaban diariamente de sus casas al trabajo y viceversa.

“Cuando pidió mi mano, mi papá le dijo que yo no le convenía, que lo iba a enloquecer”, le cuenta a DIA 32 entre sonrisas. Es que, como buena geminiana, la propia protagonista de la historia se encarga de confesar que era “medio torcida” y bastante “rebelde”. De hecho, asegura que fue la primera mujer en pasearse con shorts por las calles de la zona y mostrar sus “lindas” piernas abiertamente, lo que representaba toda una osadía en aquellos tiempos.

Pero lo que tenía de atrevida, también lo tenía de inteligente y pujante. Por eso, a pesar de no haber cursado el secundario, forjó una valiosa carrera laboral: se recibió de taquígrafa en la Academia Pitman y trabajó en la fábrica de químicos Ciabasa, en Dock Sud. En Maschwitz manejó a piacere la recordada vinería “El Traguito”, lugar de la bohemia local en la década del ‘60; y, tras graduarse de martillera pública en plena adultez, abrió la inmobiliaria Cassano (en sociedad con el padre de la bailarina, Eleonora). Allí colaboró para que mucha gente pudiera concretar el sueño de la casa propia.

“Cuando compraban un terreno o una casa, me daba pena que la abandonaran porque no la podían pagar más. Entonces, yo aportaba pagándoles algunas cuotas. A veces me devolvían la plata y otras no. Siempre traté de ayudar”, explica con una modestia que la pinta de cuerpo entero. Justamente por todas estas actitudes, incluso la de tender una mano a cuanto desamparado golpeara las puertas de su casa, “Bocha” se volvió una mujer sumamente conocida y respetada en la vieja comunidad maschwitenze, la misma que el pasado domingo 12 al mediodía colmó el Centro de Jubilados y Pensionados de la calle La Plata y le regaló para su 90º aniversario una fiesta llena de emociones y recuerdos.

“Fue hermoso y emotivo. Comí, chupé y la gente me dijo muchas cosas lindas. Tenía idea de algo, pero nunca me imaginé que me iban a hacer tanto. Estoy muy agradecida. Tuve una buena vida y soy feliz”, concluye la agasajada, quien a pesar de moverse en silla de ruedas y padecer una severa disminución visual causada por una maculopatía, todavía tiene cuerda para rato. Ahora, y casi sin saberlo, está cosechando todo lo sembrado. El problema es que, de tanto, no tiene lugar donde guardarlo.

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