Reciente ganadora del Premio ACE por su actuación en La Cabra, la actriz le abrió las puertas de su casa a DIA 32 para hablar de su carrera profesional, su vida cotidiana y el proyecto de abrir una escuela para actores y cantantes en Escobar.

Por FLORENCIA ALVAREZ
falvarez@dia32.com.ar

Por la ventana de la cocina, que da a la calle, se la ve preparando el mate. Lejos de esa imagen de villana de telenovela, Viviana Saccone (44) abre la puerta con una sonrisa. Se despertó tarde porque la noche anterior tuvo una función de La Cabra, en el teatro Tabaris, con la cual acaba de ganar el Premio ACE a la “Mejor actriz protagónica de comedia dramática”. La obra está dirigida por Julio Chávez, quien además es coprotagonista.

La cara de Viviana está íntimamente ligada a las telenovelas: empezó en 1988 en Clave de Sol y desde entonces actuó en más de veinte tiras. También participó de varias obras de teatro y algunas películas.

Es sábado a la mañana y Viviana tiene puestos unos pantalones grises de algodón, un buzo azul, está a cara lavada y es fácil deducir que termina de ducharse porque su pelo aún está mojado. Su casa es muy linda y acogedora, aunque está a la venta porque no quiere vivir más en un barrio privado. Sin embargo, asegura que nunca dejaría Ingeniero Maschwitz.

“Hace cinco años que vivo acá. Es un lugar que tiene una energía especial. Mucha gente en el pueblo dice que está protegido y, para mí, esa creencia lo convierte en realidad. Está lleno de gente con cantidad de inquietudes, con búsquedas artísticas y de un mejor estilo de vida que nada tiene que ver con lo material y el consumismo sino con el sentido placentero de la vida. Eso me hace sentir muy cómoda”, le cuenta a DIA 32.

Hace pocas semanas subiste a un escenario pero no para actuar sino para recibir un premio. ¿Qué se siente al ser reconocida por tu trabajo?

Sentí unos nervios y una alegría enorme, porque una cosa es estar ahí arriba haciendo un personaje, atrás de una máscara, y otra es subir como uno mismo. Creo que los premios no modifican absolutamente nada. Tal vez solo la manera en que te ve alguna gente que cree que sos más o menos importante dependiendo de los premios que te hayan dado. Pero eso no modifica la esencia del actor. Igualmente, siempre son gratificantes, quiere decir que un grupo de gente se sentó a ver muchos laburos y eligieron uno para premiar.

Le agradeciste a Pedro Almodóvar por haberse llevado a Cecilia Roth a trabajar con él y abandonar la obra que incluso ya había empezado a ensayar. ¿Crees en el destino y en que todo sucede por algo?

Sí, creo mucho en el destino, totalmente. Pienso que cuando llega el momento para determinada cosa, el universo se complota para que eso ocurra. Lo que no quiere decir que me relaje pensando que lo que tiene que ser será.

Paralelo a los ensayos de La Cabra, grabaste para Lobo. ¿Cómo se conjugan los tiempos de grabación de una tira diaria con los del teatro?

Fue un mes durísimo, porque en una tira diaria las jornadas son muy intensas y requiere que todos los actores estemos grabando todos los días. Es algo que yo no elijo. Pero acá se dio que ya estaba haciendo Lobo, que era un proyecto y un personaje que me gustaba mucho por lo hija de puta que era y ahí Suar me convocó para hacer este papel junto a Julio Chávez. La verdad es que como actriz no lo dudé.

¿Y es difícil para el actor desdoblarse y meterse en la piel de dos personajes a la vez?

No es algo que me resulte muy complicado. Por supuesto, siempre de la mano de un director que te vaya guiando. Me interesa mucho la mirada del afuera cuando laburo, no me gusta trabajar sola y que simplemente me dejen hacer. Por suerte, en los dos casos tenía directores que me guiaban y me ayudaban con esto.

Puramente actriz

¿Qué significa para vos actuar?

Para mí, actuar es jugar. Es el espacio donde mejor me sale vivir el momento. Cuando tengo una escena, una situación y un personaje que está atravesando determinada circunstancia, me resulta muy placentero pararme ahí y ver qué pasa. De hecho, las funciones son absolutamente distintas unas de otras. Pruebo cosas, obviamente dentro del mismo dibujito, como dice Chávez, voy pintando ahí adentro.

¿Alguna vez te imaginaste haciendo otra cosa que no fuera ser actriz?

Sí, a veces fantaseo con eso, aunque son casi como fantasías eróticas, uno sabe que no van a salir de ahí. Tengo un espíritu absolutamente inquieto y me ha pasado de estar cómoda en una playa, por ejemplo, y que me dieran ganas de quedarme. Seguramente me dedicaría a las artesanías, hago collares, veladores, pulseras, me gusta trabajar con las manos. Pero nunca pensé seriamente en dejar de actuar. Lo que me gustaría es dirigir y escribir mis propias obras, algo que todavía no hice.

¿Qué entrenamiento diario realizan los actores?

Yo siempre hice lo que me indica mi instinto más que lo que me dijeron algunos maestros. La lectura, la música clásica y mover el cuerpo libremente me despierta montones de fantasías. También me sirve mucho observar los movimientos de la gente, mirar cómo hablan, cómo caminan, qué caras ponen y qué gestos hacen en determinadas conversaciones. Hago danzas porque el cuerpo del actor tiene que estar flexible y lo más flojo posible para que la energía fluya, y con ella la emoción. En la previa, antes de salir al escenario, busco relajarme para entrar en cero, libre de pensamientos para empezar a vivir ese aquí y ahora que se va a desarrollar.

¿Cómo se sobrellevan esas famosas luchas de egos que generalmente se dan en los elencos?

A mí no me afectan. Quizás suene pedante, pero yo confío en lo que voy a hacer y en lo que puedo. No voy a dar nombres, pero estaba en un elenco de teatro y una compañera, en medio de la lectura, empezó a decir que ella consideraba que su personaje tenía que tener más texto. Yo la escuchaba y me preguntaba para qué había aceptado si sabía desde el principio qué texto iba a tener. Ella empezaba a pelear por tener más protagonismo y el director terminó dándoselo. Me acuerdo que en ese momento sentí vergüenza, me preguntaba cómo se animaba, y en el fondo creo que hasta la admiré por su ego. Por ese pedir más, querer más.

¿Televisión, cine o teatro?

Cine, pero porque me gusta la magia de lo que sucede cuando la película ya está terminada. Me encanta verla proyectada e ir a los festivales a presentarla. Pero para poner el cuerpo y el alma, el teatro es lo mejor.

¿Cuál es el trabajo que recordás con más cariño?

Montecristo, lo recuerdo con enorme amor, porque la historia era maravillosa, abrió conciencias que todavía estaba un poco cerradas. En lo personal, me sirvió para conocer a las abuelas, a muchos nietos y entablar una relación con ellos. Más allá del horizonte fue una novela muy importante, porque siento que a partir de ahí me empezaron a descubrir, a mirar.

Otro es una película que se estrena el 22 de noviembre que se llama Una mujer sucede. Llegué a ese libro, de Luis Lozano, revisando en los cajones de ofertas y me apasionó la historia. Entonces se me ocurrió escribir el guión para hacer una película. Contacté al autor y ahí me enteré que el director de cine Pablo Bucca estaba por empezar con el rodaje. Fue muy fuerte, tanto que le escribí para decirle que si me necesitaba para algo contara conmigo, incluso de asistente. Bucca me dijo que gracias, pero que ya estaba todo listo. Un año después me llamó para decirme que la actriz se había bajado del proyecto y ofrecerme el personaje. ¡Y claro que acepté!

Te caracterizás por haber interpretado a una gran cantidad de malas y villanas. ¿Cómo te llevás con esos personajes?

Me encantan, me encantan. Los seres humanos tenemos el potencial de ser todo, uno va tomando caminos y descartando otros, hay cosas que decide no hacer bajo ningún concepto. Pero nada de lo humano me es ajeno, poder hacer en la ficción cualquiera de estas cosas está buenísimo, es muy divertido.

La vida de todos los días

¿Qué lugar ocupa la belleza y el físico en tu vida?

Me importa, pero no es una prioridad significativa. Para mi profesión, lamentablemente, es importante la imagen. Eso lleva a que muchas actrices se arruinen la cara año tras año. Esta profesión es un reflejo de la vida y en la vida hay viejos, gordos, desgarbados, rengos. Sin embargo, se le sigue dando un lugar de prioridad a la belleza, por eso no me gusta descuidarme, aunque por lo primero que lo hago es para gustarle a mi pareja. Pero no soy una obsesiva, no voy al gimnasio ni hago dieta, salvo la de tratar de comer lo más sano posible. Mi pretensión es no hacerme cirugías para quitarme años, espero poder seguir pensando así.

¿Reconocés que haya algo de diva en vos?

Eso lo tendrían que decir mis compañeros, porque yo te voy a decir que no, pero quizás tengo cosas. Mi marido seguramente dirá que el hecho de que él me lleve el mate a la cama todos los días es de diva.

¿Cómo te llevás con la fama?

A veces bien y a veces mal, depende de los días. Igual yo vivo tranquila, no es que tengo paparazzis en la puerta de mi casa. Me causa gracia porque, sobre todo viviendo en Maschwitz, me pongo lo primero que encuentro, gorro, bufanda, anteojos y hay gente que me dice: “Estás disfrazada pero igual te reconozco”. Y yo me río porque no es que me disfrazo para que no me reconozcan ¡tengo frío!

¿Y qué es lo que te molesta verdaderamente?

Que hay algunos que te avasallan y que creen que tenés la obligación. Si estoy en un día tranqui, bueno, lo dejo pasar, pero hay días que no. Vienen y me dicen: “Sacate los anteojos”, eso ya no me gusta. O me ha pasado de estar con mis hijas y que con tal de sacarse una foto abrazados a mí, se ponen delante de ellas o las empujan como si no existieran. Son cosas aisladas, pero la verdad es que una no va por la vida pensando en que es conocida, yo me olvido.

El proyecto de una escuela de actores y cantantes

Entre abril y mayo de 2013, Viviana y su marido, Mauro García Barbe, que es músico compositor de cine y de teatro, abrirán una escuela de teatro en un espacio propio que aún no está definido. Hasta ahora la actriz enseñó en Alma, en Maschwitz, pero “aunque está muy bien lo que hacemos, es muy recreativo y nosotros queremos abrir un lugar que sea una escuela integral de actores y cantantes, para que la gente que quiere dedicarse a esto no tenga que viajar hasta Capital o La Plata”.

“Quiero dar clases bajo mis normas y mi parecer, tratando de darles a los alumnos las herramientas que yo he adquirido a lo largo de los años de trabajo”, expresa la actriz.

De hecho, varios de los alumnos que ambos tuvieron durante el año se presentarán el domingo 7 de octubre en el Seminari con el musical infantil Pérez, el ratón de los dientes de oro.

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