A sus 44 años, el escobarense Fernando Sureda atraviesa un momento de sensaciones fuertes y contrapuestas: el teatro de su padre está en venta, mientras que él está por hacerse cargo de una sala de la calle Corrientes.

Por CIRO D. YACUZZI
cyacuzzi@dia32.com.ar

Podría estar triste Fernando Sureda y, sin embargo, está feliz.  Tras un largo y duro proceso de concientización familiar, el teatro Girona ya tiene fecha de caducidad y cartel de venta. Pero el fin de esa epopeya que su padre iniciara en 1989 es, al mismo tiempo, el alumbramiento de un nuevo proyecto que lo tendrá a cargo del auditorio Lozada, nada menos que en la mítica calle Corrientes, en sociedad con una empresa editorial.

Actor por indefectible herencia genética, el hijo de “Cacho” Sureda (87) -muy mejorado de salud- tiene en claro que se cumplió una etapa, una misión; que no hay nada que reprocharse porque se hizo lo que se pudo y todo lo que se tenía que hacer. Y que es la hora de dar vida a otros caminos, surgidos desde el mismo punto de partida, desde esa casa de su niñez en la que se respiraba devoción por el arte, y desde esa segunda casa, mitad escuela, que fueron las tablas de la calle César Díaz.

Sobre ese mismo escenario, Fernando Sureda habló con DIA 32 de sus sentimientos por el cierre del Girona, de los mejores y peores momentos de su carrera, sus aprendizajes y la felicidad que siente por hacer lo que le gusta y vivir bien de eso, en una charla radiante de sinceridad.

-¿Qué sensación te produce que el teatro se cierre?

-Siento que se cumplió la misión. A nivel familiar, en algún punto es una liberación, porque era una carreta difícil de empujar. Este fue el sueño de mi viejo, que lo cumplió y lo hizo durante veintidós años, que es un montón. Fue como un hobbie, porque nunca se pensó comercialmente. Y es un lujo haber podido tener este capital destinado a la cultura. Para muchos, esto fue la universidad del teatro. Pero la vida sigue y son ciclos que hay que aceptar y respetar. Entonces, para mí está bueno decir adiós, porque cuando cerrás una puerta se abren cinco. Y no solo lo pienso, lo estoy viviendo.

-¿Pensás seguir haciendo algo en Escobar?

-Sí, estoy elaborando el proyecto de una escuela de arte, que no solo sea actuación. No me quiero ir de Escobar, quiero seguir aportando. No va a ser tan fácil que me vaya de acá, esta es mi tierra.

-De todos los trabajos que tuviste hasta ahora, ¿cuál te pegó más?

Simuladores… por lo que pasó, por lo que aprendí, porque fue donde más plata gané y porque empezó como un proyecto de amigos, que hicimos el primer piloto con tres mil pesos y nunca pensamos que iba a pasar lo que pasó. Más allá de los premios, de la popularidad, de lo que podía ser el programa, todavía no apareció un producto que se le acerque. Había mucha cabeza y una mente fuera de lo común, que es la de Martín Sifrón.

Entendí que la soberbia es inseguridad, miedo, es una actitud defensiva. Con la soberbia no vas a ningún lado. Ahora estoy más tranquilo, más grande”.

-¿Hay alguna posibilidad de que vuelvan Los Simuladores?

-Sí, se habla fuertemente de la película. Y ojalá que se haga. Como lo conozco a Sifrón, creo que él especula con que nosotros estemos más viejos y que la gente vea a los simuladores arrugados, pelados, hechos mierda, como pasa en El Padrino, que es su película favorita. Me gustaría volver a laburar con él, es un placer, se aprende mucho.

-Y en teatro, ¿qué disfrutaste más?

-Una obra de Bertolt Brecht que hicimos con Diego Peretti en el San Martín, La Opera de tres centavos. Y en la calle Corrientes me di muchos gustos: cantar, bailar y ponerme en bolas.

-¿Te arrepentiste de algún trabajo?

-Sí, de Los exitosos Pells. Después de los primeros capítulos Sebastián Ortega me contrató, pero iba y no tenía papel. Al tercer día hablé con la productora y renuncié. Me sentía un extra, dicho con todo respeto, pero la pasé mal.

-La ficción este año logró varios espacios en las grillas televisivas, ¿viste series o unitarios que te gustaran?

El Elegido me gustó, por cómo está hecho. Y El Puntero, porque me gusta ese mundo, medio tumbero. Pero no miro mucha tele.

-¿Mirás algo del show de Tinelli? ¿Qué opinás de lo que hace?

-Opino que el tipo es muy inteligente. Es un gran showman, porque se fue haciendo, la tiene muy clara y evidentemente es lo que la gente quiere ver. No me parece mal que haga lo que hace y muestre lo que muestra, porque está después de las diez de la noche. Me parece mal que lo repitan a las dos de la tarde.

-¿Qué pensás de lo que pasó con Mike Amigorena y su renuncia a El Pacto?

-Lo conozco a Mike y, más allá del personaje que arma, me parece un pibe inteligente, muy buen actor. Son cosas que pasan. Pero, la verdad, no estoy muy enterado del tema.

-¿Qué condiciones tiene que tener un buen actor?

-Te voy a decir lo que le escuché a un actor español: “El actor tiene que pensar alto, sentir hondo y hablar claro”.

-¿Y de esas tres cualidades, cuál es la que sentís más fuerte y cuál menos desarrollada?

-Soy muy emocional, todo me afecta, para bien y para mal, me río mucho y lloro mucho. Y creo que hablo bastante claro, porque laburé mucho la dicción. Pero a veces la pasión me enturbia la inteligencia.

-En una entrevista, hace unos años, dijiste que todos los días batallabas para vencer tu soberbia. ¿Continúa esa lucha interna?

-No, ahora estoy mucho menos soberbio, la vida me cagó tanto a trompadas, y se lo agradezco, que estoy mucho más humilde. Aunque diciendo esto dejo de serlo, automáticamente… ¿Te das cuenta que sigue el proceso? (risas). Entendí que la soberbia es inseguridad, miedo, es una actitud defensiva. Con la soberbia no vas a ningún lado. Ahora estoy más tranquilo, más grande.

-¿Cuánta importancia tiene para vos la popularidad o la fama?

-Ninguna, no me interesa ser famoso. Si eso es consecuencia de un trabajo que hago, bienvenido. Pero me gusta andar tranquilo por la calle. Tengo amigos que son estrellas y no pueden vivir. El deseo de fama es algo que tiene mucho que ver con el ego. Para mí el éxito es poder seguir trabajando, tener mi grupo y saber que lo que tengo no depende de que un productor diga sí o no. Mi felicidad o mi éxito no dependen de mis puntos de rating o de las entradas que corto en boletería. Esto es una carrera de resistencia, no de velocidad.

-Entre actuar, enseñar, dirigir y producir, ¿qué es lo más te gusta?

-Hoy me gusta ser generador de proyectos, estoy viviendo más como productor. Me encanta enseñar, porque es un cable a tierra, y no podría dejar nunca de actuar. Pero en esta etapa de mi vida, acepto que este es mi negocio y tengo que vivir de esto. La pasión es muy linda, pero muchas veces no te da de comer. Mi viejo ganó guita con todo lo que hizo, menos con el teatro. Yo lo admiro mucho, pero para mí fue un gran ejemplo, de lo que hay que hacer y de lo que no. Y yo ahí es donde estoy tratando de trascender, sin renunciar a mis convicciones y a lo que me gusta. Trato de balancear lo comercial y lo vocacional. El amor que yo tengo por el teatro siempre va a estar, pero primero tengo que hacer las cuentas.

-En la misma entrevista que te mencioné antes, comentaste que “el arte debe enaltecer al ser humano; si no, no sirve”. ¿Podés profundizar el concepto?

-El arte es una herramienta muy poderosa. Es política, sí o sí, porque es un punto de vista sobre un tema. Para mí es importante lo que se cuenta con lo que uno está haciendo. Está bárbaro que uno quiera ganar dinero y trascender, pero si a eso le sumás que lo que vos estás haciendo comunique algo y te haga reflexionar, ahí cierra todo. El arte tiene que entretenerte, divertirte, emocionarte, y, sobre todo, hacerte replantear conductas.

-¿Cuándo notaste un punto de inflexión, un salto en tu carrera?

-Después de hacer El Montaplatos, con Alejandro Fiore, me di cuenta de que había algo que no estaba haciendo bien. Sentía que estaba demasiado pendiente de la aprobación de los demás. Y ese creo que es el aprendizaje más importante de un artista. Obviamente que uno hace las cosas para los demás, pero primero las tenés que hacer porque es lo que vos querés hacer. Después, si eso lo ven 200, 2.000 ó 10.000 personas, es otra canción.

-¿Cómo ves la aparición de muchos actores y artistas que exponen públicamente sus posturas e ideas políticas?

-No lo comparto ni lo dejo de compartir. Pero yo hago teatro, no me interesa hacer eso. Hay algunas posiciones que son demasiado a ultranza. Y lo que no me gusta es que yo sé que hay gente, no toda, que habla porque le ponen un dinero. De otra manera no lo harían. O no tan fervientemente.

-¿Y vos cómo evalúas la situación del país?

-De temas políticos prefiero no hablar… Creo que en esta etapa hay cosas que están muy buenas, como la participación de los jóvenes, y otras que no me gustan nada, como la corrupción.

-¿Alguna vez pensaste en patear el tablero y dedicarte a otra cosa?

-Soy muy feliz haciendo lo que hago, lo elijo toda mi vida. Pero sí, más de una vez lo pensé. Después me di cuenta de que esto es lo mío, que lo que tenía que cambiar era la forma, mi actitud frente al trabajo.

-¿Y qué hiciste?

-Empecé a tratar de encontrar el equilibrio entre lo que amo hacer, que es mi vocación, y que también es mi negocio, porque me gusta vivir bien y vivo bien. En una pared de mi casa tengo escrita la frase: “Cuando uno cambia la forma de ver las cosas, las cosas cambian de forma”.

 

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