El piloto de Maschwitz fue uno de los finalistas del rally que se corrió en el desierto de Arabia Saudita, con más de 8.400 kilómetros de recorrido sobre la arena. “Algunas etapas eran como una masacre”, recuerda, exhausto pero feliz por haber cumplido un sueño.

En su Mendoza natal, a los 2 años y medio ya había aprendido a nadar y a los 3 andaba en bici sin rueditas y sabía esquiar. Quizás esa precocidad explica la pasión que le despiertan a Matías Notti (46) los deportes de riesgo, sin tenerle miedo a nada.

Vivió en la provincia cuyana hasta los 25 años, después se mudó a Capital Federal por una oportunidad de trabajo. Aprovechando su buen momento laboral en el comercio exterior, con la importación y exportación de frutas y verduras, en 2017 decidió radicarse en Ingeniero Maschwitz, lejos del ruido y el estrés porteño, a 100 metros de la ruta 26.

“En Mendoza tenía casa grande, con jardín, por eso hicimos un esfuerzo para mudarnos acá. Con mi señora cambiamos todo y montamos la vida alrededor de Maschwitz. Nos parece un pueblo con un encanto que ojalá no pierda nunca. Acá mis hijos están afuera todo el día, en la pileta, jugando. Hasta andan búhos y ardillas entre los árboles, es hermoso”, le cuenta a DIA 32, que lo visitó entrevistarlo y conocer a este intrépido piloto. 

Cuando era más joven se anotó en varios triatlones y tetratlones. Corrió sobre ski, motos, bicis, kayaks, todo tipo de vehículos. Participó de carreras de aventura, travesías que duraban hasta cuatro días, siempre buscando esa adrenalina de competir y cumplir los desafíos que se le ponían por delante.

“Mi papá era médico y toda la vida atendió accidentados. Siempre me decía: ‘Si querés una moto, te compro un revolver, para que sufras menos’. Tuve que trabajar, ahorrar y así me compré una XR 600cc para competir en enduro y divertirme con amigos. Después corté todo cuando me vine a Buenos Aires”, comenta. Al final, pese a la negativa de su padre, terminó saliéndose con la suya y cumplió el sueño de su vida arriba de una moto.

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Enamorado del Dakar

“Cuando el rally llegó a Sudamérica (en 2009) me agarraron las ganas de querer hacer algo y participar. Toda la vida lo miré por la tele y era algo inalcanzable, quería seguirlo como espectador aunque sea. Intenté armar proyectos para correrlo en nuestro continente, pero cuando terminé de armar todo y pude entrar la moto al país, la competencia se pasó a Lima (Perú)”, recuerda Notti. Fue un intento fallido, pero el objetivo estaba cada vez más cerca…

En 2019 pudo plasmar su anhelo y por primera vez consiguió ser parte del rally más espectacular del mundo: el Dakar era una realidad para él.

“No estaba bien preparado física ni mentalmente, trabajaba mucho, no me pude ni meter en un gimnasio. Pero fui igual, de cabezón, y tenía una buena moto. En la cuarta etapa me lesioné, con rotura del tensor de la fascia lata, rótula y ligamentos cruzados. Seguí unos días más, me medicaba, me vendaba y andaba así. Los médicos me recomendaron que no me meta al desierto, que la iba a pasar mal, y tuve que abandonar en la séptima etapa. A la vuelta me despertaba todas las noches de la bronca que me daba”, recuerda de aquella frustración por no haber podido llegar al final.

Tres años después tuvo revancha. Se preparó con mucha antelación para el Dakar 2022, que se hizo en Arabia Saudita desde el sábado 1º al viernes 14. Se anotó en la categoría Original, donde clasificó 24º y 96º en la general, tras superar las doce etapas y 8.404 kilómetros de un recorrido agotador.

Participó en la modalidad malle moto, donde cada piloto es su propio mecánico. Su compañera era una KTM 450cc clase M-R2, de origen austríaco, potente y armada especialmente para rallys. Tiene dos tanques de nafta, que llegan a cargan unos 32 litros, y una sofisticada torre de navegación. “Está preparada para exigencia extrema, no es un motor común. Cuesta traer todo, pero con sponsors se arma el presupuesto hasta comprar algo así, no es de un día para el otro”, explica.

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El día de la largada se les avisó a los corredores que el terreno de competencia sería íntegramente de arena, para reducir el riesgo de accidentes fatales que provocan los caminos de piedras, algo que no le agradó del todo. “Prefiero los caminos rápidos, duros. Había de todo, arena blanda, pesada, muchas dunas grandes, que había que subir y bajar. Son tan pesadas que las mirás y te dan ganas de volverte a tu casa”, relata sobre los terrenos en los que se realizó la prueba, complicados para cualquiera, más allá de la experiencia que se tenga.

Promediando la tercera etapa, su moto se enterró de punta en una duna y él se golpeó con la torre de navegación. El resultado fue la fractura de cuatro costillas y un dolor insoportable. “No di el parte oficial porque debería haber abandonado. El riesgo era que se me desplace una costilla y me perfore el bazo. Seguí igual y me ponía una bolsa de agua que tenía de repuesto para amortiguar. Es muy psicológico, había que estar tranquilo más allá del dolor. Encima dormía poco y mal”, confiesa al repasar sus peripecias en el desierto.

Fue el único piloto argentino que corrió en la modalidad Original. Otros compatriotas lo hicieron en cuatriciclos o en moto con asistencia, perteneciendo a equipos. De la manera que corrió él implica que debe tener conocimientos de mecánica e instrumental para poder salvar los problemas que puede acarrear una moto en miles y miles de kilómetros recorridos.

“En los últimos 10k fui llorando arriba de la moto, me perdí, ni miraba la hoja de ruta. Es un sacrificio de todo un año y algunas etapas eran como una masacre”.

“Hice cursos con un mecánico muy reconocido. Aprendí de mecánica general, cómo cambiar las ruedas más rápido, toda la transmisión (piñón, corona y cadena), discos de embrague, cambiar fluidos y repasar lo básico del mantenimiento. Ya el primer día volé como 30 metros en la arena y saltó el airbag de mi pechera, quedé medio noquedado. Me di cuenta de que se me había roto la palanca que hace girar el papel de la hoja de ruta y la cambié”, apunta. Esos repuestos muy específicos los facilita la organización y al cierre de la competencia los pilotos deben abonaros con una tarjeta de membresía.

La octava etapa fue una de las más duras. Es una especie de filtro para los corredores, ya que varios terminan tirando la toalla. No fue el caso de Notti, que, firme en su objetivo, logró sortearla.

“Había 200 kilómetros de dunas enormes, ves las motos arriba que se caen tratando de pasar y es como una película de terror. Decís ‘¿qué hago acá?’ Venía con el tema de las costillas rotas, mal medicado, y me agarraron unos dolores tremendos. Iba llorando en la moto, cada salto y movimiento te tira todo y duele mucho”, asegura, mientras se toma la región y muestra signos de dolor.

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Final a pura emoción

El último día de la carrera fue muy movido, con varios accidentados y golpes fuertes. “Rescaté a un holandés que ni se movía, estaba todo cortado y con fractura de muñeca. El Dakar tiene ese espíritu, de parar y asistir a quien necesite. Mi viejo era muy solidario, y yo pararía mil veces a ayudar. Sé que él estaría contento”, sostiene, emocionado, al recordar a su padre, Alberto.

“En los últimos 10k fui llorando arriba de la moto, me perdí, ni miraba la hoja de ruta. Iba a la par con un portugués que también lloraba. Recuperamos el rumbo, llegamos y nos abrazamos como dos chicos. Es un sacrificio de todo un año y algunas etapas eran como una masacre”, describe con elocuencia al hablar de las sensaciones de finalizar aquella odisea.

Afirma que no tuvo miedo, aunque aclara: “Hay partes que hacés a mitad del acelerador porque son muy peligrosas. Hubo competidores que terminaron intubados por los golpes que se dieron”.

La satisfacción de haber completado el circuito más extremo del mundo supera todos los dolores y adversidades que debió atravesar. “Repetiría la experiencia mil veces más. No soy profesional, pero hoy puedo decir que terminé un Dakar en la categoría Original. Es algo que me va a quedar para siempre”, suelta el deportista, dueño de un coraje, destreza y perseverancia dignas de un piloto de Dakar.

TESOROS. Matías, en el parque de su casa en Maschwitz, muestra orgulloso las medallas de su participación en el Dakar 2022.

“Maschwitz es un pueblo con un encanto que ojalá no pierda nunca. Acá mis hijos están afuera todo el día, en la pileta, jugando. Hasta andan búhos y ardillas entre los árboles, es hermoso”.

SIEMPRE PRESENTES

El sostén familiar

Casado con Connie y padre de Catalina (5) y Mateo (4), Matías Notti reconoce que extrañó a los suyos y que cada día se comunicaba con ellos para transmitirles tranquilidad. “En la carrera estás siempre acordándote de la familia, viendo que no se te cruce un camello o no comerte una piedra, es mucho el riesgo. Todos los días hablaba con mi mujer. Me conoció así y ya sabe cómo soy, le agradezco a ella y a mis hijos. También a sponsors y amigos que me hicieron cumplir un sueño”.

NORBERTO RIVERO Y ALEJANDRO SCHILLING

Otros escobarenses que vivieron el Dakar

Antes que Matías Nutti, otros corredores del partido de Escobar participaron del Rally Dakar, aunque en distintas categorías y sedes. El primero fue Norberto Rivero, de Ingeniero Maschwitz, que compitió en 2012 y 2013 conduciendo un auto prototipo nacional DKR Paneus, en compañía de Hugo Cascales. En las dos ediciones debieron abandonar por fallas mecánicas, pero en la última pudieron completar el recorrido por un camino alternativo hasta llegar a Perú.
El otro escobarense que vivió esta desafiante experiencia es el odontólogo Alejandro Schilling, quien fue copiloto de Roberto Naivirt (Del Viso) en 2015 y 2018. A bordo de una camioneta Toyota Hilux, la primera vez la dupla debió abandonar por problemas mecánicos en la tercera etapa. Tres años después tuvieron revancha y se dieron el gusto de completar las 14 etapas, ocupando la 39º posición de la tabla general. La prueba había comenzado en Lima (Perú), pasó por Bolivia y culminó en las inmediaciones del estadio mundialista de Córdoba.

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