Sofía y Victoria Palermo Mattson son hermanas y viven en Maschwitz. En paralelo a sus actividades docentes, abrieron un taller donde pintan mates de algarrobo con motivos personalizados.

Ya sea para uso personal o para regalarle a alguien, elegir un mate siempre requiere una pausa, detenerse a pensar. Se trata de un compañero de todos los días, que muchas veces es la excusa perfecta para compartir un momento con otras personas. Y al mismo tiempo, es fundamental que tenga un estilo que represente a quien lo usa. Inspiradas en este ritual, las hermanas Sofía (28) y Victoria (25) Palermo Mattson ponen el agua a calentar y empiezan a desplegar su creatividad: hacen mates a pedido, personalizados desde la primera pincelada.

El nombre que eligieron para este emprendimiento es Ginkgo, y tiene un significado muy especial para ambas. Sobre la calle Ricardo Fernández, frente a la plaza principal de Ingeniero Maschwitz, hay una casa que luce en su parque delantero un inmenso Ginkgo biloba de aproximadamente 30 años. Pensando en ese árbol, que era el preferido de su abuelo, sus nietas coincidieron en hacerle un homenaje.

“Desde 1998, a mis 4 años, hasta 2014, cuando falleció mi abuelo, tuvimos como tradición sacarnos una foto al lado del árbol con mi abuela y mis primas una vez por año, cuando se pone totalmente amarillo. Es hermoso. Es decir que tengo unas 16 fotos en ese lugar con mi abuelo, donde podemos ver cómo crecemos nosotras y el árbol. Era un tradición cumplida a rajatabla”, le cuenta Victoria a DIA 32.

Cuando su abuelo falleció, continuaron con el ritual. “Pero ya no era lo mismo. Hoy sus cenizas están ahí… en la cultura oriental, el Ginkgo es el árbol de la vida, porque fue la única especie que sobrevivió a la bomba de Hiroshima”.

Ambas crecieron en Maschwitz. Victoria es Técnica en Medio Ambiente y docente de Ciencias Naturales, mientras que Sofía es profesora de arte. En paralelo llevan adelante este proyecto, que empezó como un hobby y fue muy bien recibido.

Los mates que pintan con acrílicos y marcadores son de algarrobo. “Para protegerlos usamos laca, aunque recomendamos no empapar la parte de afuera al lavarlo, para que duren más. Solemos hacer lo que nos pide la gente: desde logos, mandalas, frases, escudos de bandas o de equipos de futbol. Muchas veces solamente quieren que tenga ciertos colores y, en base a eso, nosotras creamos algo”, explica Sofía.

El sello distintivo de los mates Ginkgo son las flores y los tipos de hojas. Sin embargo, más allá del diseño, buscan captar el espíritu de lo que les piden. “Nos inspiramos en la individualidad, en lo personal del mate, y queremos reflejarlo más allá de que sea para hacerse un regalo a uno mismo o para llevárselo a otro en una ocasión especial. Lo importante es tener presente este significado de compartir”, coinciden.

Como espacio de taller utilizan la cocina de la casa de Sofía. Y siempre hay un mate de por medio. “Es algo que nos gusta hacer, que corta la rutina. Es un emprendimiento familiar que está arrancando y funcionando bien. A veces es difícil configurar las responsabilidades, pero por ahora lo vamos llevando”, asegura Victoria. Por su parte, Sofía está feliz de lo que hacen y de lo que simboliza: “Es hermoso que la gente ande por el mundo con algo tan cotidiano que hicimos nosotras”.

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