Los locales de corte del vello facial tuvieron su época de furor, después pasaron al ostracismo y ahora resurgieron con un empuje notable. Origen poco conocido de un oficio que se reinventó y volvió a la moda.

La escena es un clásico de las películas de hace poco más de medio siglo. La música de época sonando a través de los transistores, un puñado de caballeros leyendo el diario o hablando de los resultados del fútbol del domingo y un confidente cortando barbas a navajazos limpios.

Los tiempos y los hábitos cambiaron. La prensa gráfica y las radios van perdiendo terreno frente a las plataformas digitales, pero las navajas recuperaron el protagonismo de antaño. En un mundo donde la apariencia personal cada vez tiene más preponderancia, las barberías regresaron a la vida. Aunque sus clientes ya no son tanto hombres adultos sino jóvenes deseosos de mostrar un aspecto prolijo y cuidado.

A este oficio se lo asocia con la peluquería y el embellecimiento del rostro de cada persona. Así como los tatuajes, los piercings o un novedoso corte de cabello, el arreglo del vello facial es algo cada vez más valorado por los varones. Sin embargo, su origen se relaciona con la medicina.

En la Europa Medieval, originalmente eran galenos o dentistas quienes llevaban a cabo la tarea de cortar barbas. Según muchos historiadores, los “cirujanos barberos” -así se los llamaba- se encargaban de esa tarea, además de extraer muelas, blanquear dientes y realizar sangrías, un tratamiento antiguo en el que se le extraía sangre a pacientes con diferentes dolencias.

De hecho, entre las muchas teorías de surgimiento del famoso barber pole -cilindro con líneas rojas, blancas y azules que se encuentra en cada negocio de este rubro-, una de las más creíbles explica que, justamente, se colocaba en los locales donde se hacía la sangría. Representaba un brazo ensangrentado, con vendas que lo recubren. Hoy, cientos de años después, su significado es prácticamente inequívoco para todo el que lo vea en la calle.

En nuestro país, la existencia de un programa de TV que salía en horario estelar –La Peluquería de Don Mateo– le dio una popularidad inusitada. Sin embargo, con la llegada del nuevo milenio, la fascinación por el corte de barba mermó notoriamente hasta la actualidad.

De repente, hoy se ven cientos de barberías en todas partes y el partido de Escobar no es la excepción a este resurgimiento. Publicitadas a través de Instagram o Facebook, con detalles vintages, mucho blanco y negro y una estética pulcra, estos locales ganan constantemente adeptos en la franja de entre 20 y 40 años.

“Lo que se busca al estilizar la barba es darle una forma al rostro del cliente. No todas las barbas son iguales, cada una tiene su estilo y detalles”, explica Fernando Aguirre, dueño de Navajas Escobar (Tapia de Cruz 843). Afirma que el look más buscado es “rebajada en forma de punta o sombreada en forma cuadrada”. Un día normal suele atender entre 20 y 30 personas, mientras que los viernes y sábados la clientela llega a triplicarse.

Otra de las barberías que hay en la ciudad es Rey Garufa (Mitre 392), cuyo dueño es Carlos Andrés. “Nos gusta mucho lo que hacemos, somos asesores de imagen”, señala. Calcula que “al mes pasan unas 800 personas” y destaca que su local tiene “un estilo único y antiguo”. “Además, contamos con una carta de café, licuados y jugos”, se jacta.

En base a productos como aceites, geles y ceras, la función del barbero es que los clientes luzcan a la moda. Las navajas hacen el resto.

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