Con una historia de vida conmovedora, es un constante hacedor de atletas escobarenses y tiene una ascendencia admirable entre sus alumnos. “Hay que escucharlos, valorarlos y prepararlos para lo que les toque”, confiesa.

Es una de las personas más queridas, respetadas y valoradas en el mundo del deporte escobarense. A lo largo de su carrera como entrenador de atletismo y profesor de educación física supo forjar una relación con sus alumnos que es muy difícil de lograr, sin perder la autoridad de ser él quien establece las reglas. Manejando a la perfección los vaivenes emocionales que suelen mostrar los adolescentes y lo difícil que les resulta aceptar los límites a esa edad.

Javier Amarillo (48) es como un segundo padre para los atletas, emocionándose ante cada logro como si fuera propio. “Es una satisfacción enorme el aprecio que me tienen los chicos, me emociono cuando hablo de esto. Son varias generaciones que han pasado y todavía me siguen escribiendo ex alumnos”, le cuenta a DIA 32 mientras habla de la relación cercana que tiene con sus pupilos, deseando que pase la cuarentena para volver a dar clases.

“Creo que esto sucede por el compromiso emocional que tengo con ellos, la herramienta es escucharlos, valorarlos y prepararlos para lo que les toque vivir. Es un vínculo de protección que hace que los chicos me quieran. Yo también absorbo la energía que me dan y eso me motoriza”, confiesa, revelando la receta que lo caracteriza desde hace décadas.

Su relación con el atletismo se inició cuando tenía 13 años y acompañó a su hermana menor a un entrenamiento. Él jugaba fútbol, pero le gustaron las prácticas y empezó a entrenar con el equipo de la Agrupación Atlética El Talar, donde vivía con su familia. Su debut como corredor fue en un Nacional: quedó 5° en la final de 80 metros. “Mi entrenador era Abel Acevedo, me marcó por su calidez, fue como mi segundo padre. Estudié para profe de educación física por mi pasión hacia el atletismo”, resume sobre sus inicios en el deporte y sus ganas de enseñar.

Sus primeros pasos como entrenador fueron totalmente ad honorem, ayudando a su maestro y referente en El Talar. Ya recibido, inició su camino en diferentes escuelas hasta que en 1998 empezó a trabajar en Escobar y tres años después logró uno de sus primeros hitos como formador de atletas: ganar la medalla de oro en la final de los Juegos Bonaerenses con el equipo de relevos 4×100 de la Escuela Técnica N°1, con récord incluido. Ahí comenzó a ganarse un nombre fuerte en el atletismo y a ser reconocido como un instructor de elite.

Volver a nacer

Como una ironía del destino, en su momento de despegue como entrenador la vida lo golpeó fuerte el 15 de junio de 2002, cuando tenía 30 años. Viajando de El Talar a Pilar para dar clases en una escuela rural, su auto se despistó, dio dos vueltas en la Panamericana y él sufrió un daño tan severo en su pierna izquierda que debieron amputársela. Una tragedia que supo afrontar con valentía y personalidad.

“Estoy vivo de milagro, comencé una nueva vida y formé mi familia. ¿Qué pasó? Enganché algo, los autos de adelante alcanzaron a esquivarlo y yo no. Sentí el golpe y se me partió la masa de la rueda trasera, el auto perdió el control y terminó incrustado en el guard rail”, narra.

Sin esconder nada, acota: “Al otro día me tuvieron que apuntar y encima estaba con varias quemaduras, porque el auto se prendió fuego tres veces, lo apagaban con matafuegos y se volvía a prender”.

Tras un proceso de siete meses pudieron equiparlo con una prótesis y debió encarar una nueva vida, aprendiendo a desplazarse. “Le debo muchísimo a la kinesióloga Damiana Pacho, porque me sacó adelante en la parte de la rehabilitación, me enseñó todo, junto a psicólogos y terapeutas. Es lo que nos depara el destino a cada uno y hay que afrontarlo. Nunca me pregunté por qué, me pasó y listo”, sostiene, con una fortaleza admirable.

Escuela de atletas

Después de ese difícil episodio estuvo alejado durante años de la docencia en las pistas. Hasta que en 2009 retornó a la actividad, luego de transitar por varias operaciones complejas. Al año siguiente creó la Escuela Municipal de Atletismo, donde sigue trabajando en la actualidad. “Se me volvió a despertar toda la pasión y acá estamos, más allá de los logros, me gusta trabajar en la formación, la persona”, explica.

La Escuela Municipal de Atletismo funciona en los polideportivos de cada localidad, tuvo un desarrollo muy grande y es una máquina de potenciar chicos, con participaciones en torneos intercolegiales, bonaerenses y nacionales.

Muchísimos atletas llegaron a entrenar con Amarillo y se convirtieron en grandes exponentes, en diferentes especialidades. Algunos de los más destacados fueron Melina Abad, Nicolás Baumann -estuvo a un paso de clasificar a los Juegos Olímpicos de la Juventud 2014-, Agustín Pistone, Tobías Pereyra, Vicente Gómez, Fernando Salguero, Cristian Ibarra, Julián Vaira, José Rivero, Josías Flores, Mía Lezcano y Lara Méndez.

Un aspecto muy fuerte en este deporte es la motivación, más allá de las aptitudes físicas, el entrenamiento y la perseverancia. “Esto es una superación propia, personal, no tienen que pelear contra nadie sino superarse a ellos mismos. Siempre con los pies en la tierra, priorizando el estudio y sabiendo que esto es una forma de vida. Hay que estarles encima, buscar un equilibrio e ir profesionalizándolos cada vez más”, afirma Amarillo, con las mismas ganas de siempre y más fuerte que nunca.

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