Transformar micros y furgones en casas rodantes de lujo es la especialidad de Luis Lescano y su hija Ailín. Un emprendimiento que surgió en la cuarentena y les cambió la vida a estos nuevos vecinos de El Cazador.

La mecánica siempre ha pertenecido al mundo de los hombres. Pero en esta historia y en tiempos de deconstrucción, todo puede transformarse completamente. Ailín Lescano tiene 24 años y desde hace dos trabaja todos los días junto a su papá, Luis “Gigi” Lescano (66), en un taller donde convierten furgones, mini buses y colectivos en motorhomes de película. La ruta que los trajo a formar este emprendimiento no fue sencilla ni libre de desafíos, pero valió ampliamente la pena.

Las autocaravanas son, desde siempre, la pasión y el pasatiempo de “Gigi”. La primera la armó cuando Ailín era chica para salir de viaje en familia por Chile, Bolivia y Perú. Tenía 14 metros de largo. Después la vendió y se arrepintió, así que fabricó la segunda, también para viajar en familia.

En diciembre de 2019, a pocos meses de decretarse la cuarentena por Covid, Ailín terminaba de cursar la licenciatura en Ciencias Sociales en la Universidad Di Tella y solo le quedaba escribir la tesis para recibirse. Por su parte, él había aceptado una propuesta de un amigo para construir el primer motorhome por encargo.

En esta oportunidad, mientras él trabajaba en el taller, su hija se arrimó de a poco, empezó por alcanzarle herramientas y después a ayudarlo con las tareas más pesadas. Así, sin querer queriendo, se encontraron trabajando en equipo de lunes a lunes, doce o catorce horas al día. “Ya estábamos en plena cuarentena, no había muchas más cosas para hacer. Yo, en realidad, tenía que estar escribiendo la tesis, pero antes prefería estar en el taller”, le cuenta a DIA 32.

EQUIPO. Ailín y su papá comenzaron a trabajar juntos en el taller durante la caurentena por Covid-19.

Esta primera unidad construida a dúo en tiempos de encierro fue la que dio origen a Gigi Motorhomes, que se convirtió en un trabajo de tiempo completo para ambos. Además, el vehículo fue alquilado para rodajes, llegó a un set de filmación y fue usado por el actor Robert De Niro para la serie Nada, que se estrenará este año.

Desde febrero de 2022 la familia se mudó al barrio parque El Cazador, en tanto que el taller donde los micros y furgones se convierten en hogares rodantes de ensueño está en Tigre, donde vivían hasta entonces. Padre e hija participan en la mano de obra, pero cada uno se especializa en una parte del proceso: él se encarga de diseñar la construcción de cada rodado -según Ailín, “no necesita computadora, ni papel, tiene un arquitecto en la cabeza” y sabe cuáles son las técnicas y los materiales más apropiados-, mientras que ella se dedica a la administración, al trato con clientes y proveedores y a las redes sociales. Es, además, quien le dio el logo y el nombre a la marca.

Al principio su papá no entendía para qué pasaba tanto tiempo preparando el espacio y grabando. Interrumpía el trabajo de todo el equipo para filmar y él se enojaba: “Dejá de grabar y ponete a trabajar”, le decía. Hoy Ailín tiene casi un millón de seguidores en Tiktok (@aylulescano) y decenas de miles en Facebook (gigimotorhome) e Instagram (@gigimotorhome). Su trabajo adquirió tanta exposición que ahora es él quien aporta ideas para compartir en las redes.

Redireccionando

En un primer momento, tanto su padre como el resto de la familia aprobaban la experiencia de construcción a dúo mientras Ailín buscaba trabajo y esperaba recibir su título, demorado por la pandemia. La idea era que fuese una actividad de transición. Por eso, cuando se levantaron las restricciones y volvieron a tener personal en el taller, la joven comenzó a trabajar en una oficina.

Sin embargo, aprovechaba sus ratos libres para grabar los vehículos o solo ir a ver los avances al taller. Cuenta que lo hacía para ayudar y ver feliz a su papá; con el tiempo, se dio cuenta de que también era lo que la hacía feliz a ella.

Después de su paso por el taller, Ailín se presentó el segundo día en su nuevo trabajo con una plancha (de ropa) para pegar un canto del escritorio de su jefe que se había despegado. “En ese momento ya me tendría que haber dado cuenta de que mi rubro y mi rumbo de vida había cambiado, que mi amor y mi corazón ya estaban en otro lado”, analiza al recordar aquella risueña anécdota. Pero pasó diez meses ahí. Mientras tanto, estudió marketing digital y diseño web y se dedicó a ser community manager independiente.

Finalmente, no demoró más su deseo y volvió a Gigi Motorhomes para hacer de esta actividad su medio de vida. Luego de años de estudiar y sin experiencia en un trabajo manual, la transición fue ardua, tanto física como mental, pero está convencida de haber tomado la decisión correcta.

Me cansé de trabajar de nueve a seis, así que renuncié y ahora trabajo 24×7. La realidad es que diecisiete horas en el taller se me hacen mucho más livianas que ocho o nueve horas en una oficina”, comenta, ratificando su pasión por lo que hace. Y agrega: “Tuve que sacrificar otros trabajos, amistades y hasta relaciones. Incluso dónde vivir. Pero no me arrepiento de nada, este emprendimiento cambió mi vida y me permitió cumplir muchísimos sueños”.

Además, reflexiona: “Antes tenía otro plan de vida, había vivido medio año en Japón y quería ejercer mi carrera universitaria ahí. Gracias a la cuarentena encontré mi verdadera vocación. Si no fuera por la pandemia, quizás no hubiera conocido mi amor por la construcción y el mundo rodantero”.

MANOS A LA OBRA. “A muchos hombres les cuesta creer que una mujer puede construir”, afirma.

Deconstruir prejuicios

El diferencial que aportó Ailín, además de la mano de obra, surgió de una idea simple: se grabó a sí misma mientras desarmaba el colectivo en el taller y lo subió a Tiktok. El condimento clave fue su condición de mujer. “Eso es lo llamativo de lo nuestro, ver una mujer con uñas esculpidas haciendo carpintería”, remarca.

La difusión de su trabajo también la dejó muy expuesta a las críticas y los prejuicios: “Lamentablemente no faltan los comentarios machistas, a muchos hombres les cuesta creer que una mujer también puede construir. Todo el tiempo tenía que hacer el doble que el resto para demostrar que realmente era yo la que lo estaba haciendo. Por suerte esos comentarios son los menos y el cariño que recibimos todos los días es increíble”, destaca sobre la repercusión de lo que difunden en las redes.

“La realidad es que diecisiete horas en el taller se me hacen mucho más livianas que ocho o nueve horas en una oficina”, comenta Ailín.

Aprender a trabajar en el taller implicó un largo camino, en el que veía a su papá desenvolverse, con años de experiencia, y se frustraba cuando las tareas no le salían. “Nunca dudé de mis capacidades por ser mujer, pero sí era muy consciente de mi falta de experiencia en este rubro. Cuando yo empecé era, justamente, licenciada en Ciencias Sociales, no tenía nada que ver y la verdad es que cuando no me salía algo me frustraba”.

Ahora, el balance es altamente positivo: “Me encanta trabajar con mi papá. Somos muy parecidos y siento que formamos un gran equipo. Es la primera vez que emprendemos juntos, pero él me apoya en todas mis locuras, y yo apoyo las de él. Juntos somos imparables y disfrutamos mucho”.

Sueños a medida

No hay dos Gigi Motorhomes iguales. La forma de abordar cada proyecto es desde las prioridades de sus clientes, la composición de la familia y la identidad que Luis y Ailín imprimen en su trabajo.

“A mí me gusta ver el motorhome como si fuera una obra de arte. Siento que es un trabajo muy artesanal, que lleva más de un año”. Trabajan a pedido, de forma personalizada, y no tienen modelos en venta. Cada cliente lleva su vehículo y es armado en base a lo que quiere, pero también a lo que es viable en un espacio limitado donde tienen que hacer como un juego de prioridades.

“Tratamos de hacer algo que sea estético, funcional y duradero. Nosotros hacemos un tipo de estructura que sabemos que va a durar muchos años, que cuando esté en viaje no vas a escuchar ningún ruido, ninguna vibración y no se va a abrir ninguna puerta”, describe Ailín, quien repasa cada detalle del proceso.

Son muchas las personas que día a día les consultan por esta transformación y se aventuran hacia un nuevo estilo de vida. “La mayoría de nuestros clientes son familias aventureras; ya sea parejas que quieren un motorhome para viajar con sus hijos o abuelos que lo quieren para viajar con sus nietos. Incluso hay familias que buscan comprar un motorhome para vivir tiempo completo, trabajar de forma remota y así cumplir su sueño de vivir viajando. También fabricamos motorhomes para pilotos automovilísticos, ya que son ideales para las carreras”, detalla la joven emprendedora.

Para acceder a estos rodados de lujo hay que armarse de paciencia: los tiempos de realización y el costo total varían según la unidad, pero estiman unos seis meses para los medianos, como furgones o minibuses, y hasta un año para micros de larga distancia y colectivos. En el taller llegan a trabajar con hasta siete vehículos en simultáneo.

Al momento del diseño, el objetivo es simular una casa convencional, pero optimizando el espacio. “Por eso la carpintería que realizamos es a medida y siguiendo la curvatura de la misma carrocería del vehículo. Adicionalmente realizamos un trabajo de carpintería metálica antes de levantar las paredes, para que la estructura sea sólida y duradera”.

Si bien no hay dos iguales, como regla general buscan “que tenga mucha autonomía y sea tan funcional como una casa y, quizás más, ya que con el motorhome se puede viajar”. Dentro del equipamiento suelen incluir paneles solares, grupos electrógenos, bancos de batería y tanques (de aguas negras y grises, así como agua potable y mineral) con mucha capacidad. En cuanto a los ambientes, como en una casa, no faltan la cocina, un living comedor, el baño -con ducha escocesa- y las habitaciones.

“El producto es un trabajo en conjunto de lo que somos nosotros, pero también de nuestros clientes y de su familia”, comenta. Yendo marcha atrás, recuerda cuando le decía a su padre que algún día iban a tener el taller lleno y él no lo creía. Hoy, con la agenda completa, ven llegar junto a cada nuevo vehículo, la ilusión de sus clientes y la concreción de su propio sueño.

Compañeros en la ruta y en el agua

Luis y Ailín también comparten el gusto por las carreras náuticas, donde compiten juntos en la categoría F1 Powerboat. “Él es el piloto y yo soy la primera asistente mujer. Nos llevamos muy bien, nos reímos un montón y nos entendemos. Me encantaría que él fuera eterno», cuenta la joven, feliz por disfrutar de esta actividad junto a su padre.

Comentar la noticia

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *