El skatepark de Escobar se convirtió en un punto de encuentro para cientos de adolescentes que ensayan piruetas y perfeccionan su técnica. Origen, evolución y presente de una disciplina que cada vez tiene más adeptos.

De mañana, de tarde o de noche. Bajo el brillante sol o iluminados por luz artificial, ellos siempre están ahí. Inmersos en sus piruetas, a las que llaman trucos, como si fueran magos. Son los skaters que, ajenos a lo que pasa a su alrededor y a las miradas de quienes no entienden lo que significa estar profundamente apasionado por algo, dedican horas y horas a perfeccionar sus movimientos sobre la tabla de cuatro ruedas.

Desde que se inauguró el skatepark de Escobar, en mayo de 2018, ya no es tan común verlos en los espacios públicos. Antes practicaban su deporte en rampas de supermercados, entradas de edificios, veredas en declive, monumentos, bancos de plaza, muros, escaleras y toda superficie patinable que apareciera en la ciudad. Ahora, en cambio, la inmensa mayoría centraliza sus actividades en el parque de la estación, aunque no por eso se resisten si ven nuevos rincones que ofrezcan sensaciones distintas.

“Pasamos acá entre cinco y seis horas por día. Es un deporte lindo, donde te hacés de nuevas amistades y no es tan difícil: una vez que te sale el ollie, sacás todos los demás trucos”, asegura Tiziano (15), mientras explica cada uno de los movimientos con la tabla entre las manos. Junto a él están Felipe (15) y Tomás (14), compañeros de colegio y de patineta.

Sin embargo, utilizar los espacios públicos tenía otra mística. Décadas atrás era una forma de rebeldía, de hacer realidad los principios de libertad. Tomar las calles era un símbolo de resistencia contra los valores capitalistas y contra deportes más tradicionales que apoyan a ese sistema. Era la forma que tenían los jóvenes de “molestar”.

La llegada de los skateparks, que se construyen uno tras otros en muchísimas ciudades del mundo, apagó bastante aquel espíritu.

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Códigos propios

Los skaters son una red social que escapa de lo virtual, porque detrás de las pantallas pueden aprender alguna técnica o deleitarse con un video de algún habilidoso alardeando con sus destrezas, pero vivir el skate significa estar sobre la tabla. Aprender a mantener el equilibrio, luego a andar, seguir con pequeños saltos y mortales en el aire. Claro que no es ese el vocabulario correcto.

Como toda tribu que se precie de tal, los skaters utilizan su propia jerga. “Kickflip” quiere decir girar la tabla en 360º a lo largo del eje del skate. “Engorile” se utiliza como sinónimo de motivación, tiene que ver con la energía y la fuerza que lleva a un “rider” a patinar en todo lo que esté a su alcance; “planchar” es la acción de hacer un “truco”; así como “picar” es tocar el suelo con la cola del skate. Son sólo algunos ejemplos, porque se necesita tener un diccionario en la mano para entender el lenguaje.

Hay muchos otros detalles que los caracterizan, como la vestimenta: pantalones anchos y caídos dejando ver la ropa interior, buzos con capucha, zapatillas tipo botita. “Yo me visto así porque es cómodo, no porque esté de moda entre los skaters”, aclara Felipe.

La música también es un tema aparte. Si bien cada uno tendrá sus gustos particulares, los ritmos que más suenan hoy dentro de esta tribu son el hard rock, el punk y el hip-hop, aunque en su origen se identificaban más con el reggae. “A mí me va la cumbia”, dice Tomás, mientras sus amigos precalientan en la pista. También los caracteriza esa forma de vida que tienen los fanáticos de entregarse a su hobby llueva, truene o bajo un sol que raja la tierra.

Por otra parte, realizar otro tipo de deportes requiere de horarios, traslados, clases, equipo. Con el skate es solo cuestión de agarrar la tabla y salir a patinar. Sergio es de Garín, tiene 18 años y no estudia ni trabaja: “Por suerte me enganché con el skate y vengo a practicar cada vez que puedo”, comenta.

Practicar incansablemente es el único secreto, acostumbrarse a los golpes, hacerse amigo del dolor y continuar. Porque es así, se aprende a los golpes. Es el deporte urbano que más creció en los últimos tiempos: Argentina suele estar en los podios de las competencias internacionales.

El skatepark de Escobar está ocupado desde la mañana hasta pasada la medianoche, no sólo por riders sino también por bikers, quienes ensayan arriesgadas acrobacias en sus bicicletas. Cada tanto se realizan campeonatos nacionales y competencias de freestyle, con una gran convocatoria.

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Surfeando el asfalto

Su inventor no tiene nombre ni apellido. Cuando los surfers en California se aburrieron de esperar las olas mientras el mar atravesaba épocas planchadas, se propusieron surfear el asfalto. Corría la década del ‘50. Las primeras tablas eran piezas artesanales hechas por investigadores novatos. Muy rudimentarias, con ruedas de metal que solo servían para deslizarse por calles cuesta abajo.

En los ‘60 el skateboarding comenzó a tener más relevancia con la aparición de empresas que se dedicaron a fabricar patines y con la organización de las primeras competencias. Los movimientos eran muy básicos, algo así como jugar a ver quién permanecía más tiempo sin caerse bailando sobre ruedas.

Cinco años después, la moda pasó de moda. Las ruedas habían pasado a ser de arcilla, convirtiéndose en peligrosísimas armas de desastres. Eran casi incontrolables. Y con este afán de hacer surf en el asfalto, baldosas y escaleras que tienen los skaters, provocaban esguinces, ojos negros, paraguas rotos, sobresaltos cardíacos. Para alguna gente eran potenciales criminales, molestos adolescentes provocando ese ruido tan propio de los patines con ruedas toscas.

Años más tarde, un señor llamado Frank Nasworthy revolucionó con su invento de las ruedas de uretano. En 1973 se fundó la empresa Cadilla Wheels y mucha gente retomó su interés por el skate. El primer campeonato de slalom y freestyle en Del Mar, California, mostró que el skate no tiene límites. Dejó de ser un pasatiempo de adolescentes y pasó a ser tomado como algo serio, sobre todo en el estilo “street”.

El auge del VHS y la aparición de tiendas especializadas también ayudaron a su popularización. Pero los skaters seguían sin estar bien vistos, eran underground, eran punks, raros y osados.

Con la llegada del nuevo siglo el skateboard se consolidó. Los propios skaters se ocuparon de crear marcas de tablas, ropa y zapatillas. Comenzaron a celebrarse los X-Games de ESPN. A través de los medios llegaron a grandes audiencias. Salieron juegos de consola y tomó forma de auténtica práctica deportiva. Muchos están en contra de la profesionalización y del comercio a su alrededor. Siguen siendo los practican el estilo “street” y patinando con el mismo espíritu que al principio. Otros, a gran honra, se convirtieron en grandes estrellas.

Los skateparks elevan a las plazas públicas a un nivel superior. La forma en que se replican en todas las ciudades del mundo es una prueba de su éxito. El de Escobar no es un caso aislado sino, precisamente, un claro ejemplo.

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