Andrea Viqueira trabajó de locutora en medios locales y en la Dirección de Prensa del Municipio. Hasta que la muerte de su marido, la depresión y el cáncer la pusieron a prueba. Pero ella se curó, se capacitó y hoy disfruta su trabajo en Zoonosis.

Aunque vivió en Caballito hasta pasada su adolescencia, a Andrea Viqueira (55) la conocen como si hubiera nacido en Garín. Es que en esta localidad tuvo sus trabajos más destacados, reside desde hace tres décadas y pasó por todos los momentos de la vida: amor, felicidad, angustia, dolor y esperanza.

Después de haber terminado el secundario empezó a estudiar en el ISER para ser locutora profesional. En paralelo, siguió la carrera de actriz de radio y televisión. “Me gustaba más actuar, pero me parecía que tenía más salida laboral el tema de la locución y así fue. De actriz no trabajé nunca”, le cuenta a DIA 32, en su casa del barrio Cabot.

Cuando tenía 20 años conoció al periodista Julio Badino, quien fue su pareja durante casi tres décadas. Juntos hicieron de todo: hasta vendieron planes de emergencias médicas en Santa Fe, al principio de su relación. A fines de los ‘80 se mudaron al barrio Bedoya y desde ahí se convirtieron en dos garinenses más.

“Julio me propuso vender publicidades y hacer radio, así surgió mi primer trabajo. En un programa de música en una radio de José León Suárez, que era de un amigo” recuerda, rebobinando con precisión la historia de su vida en plena juventud.

Una vez que la pareja se afianzó en el distrito, ella hizo una prueba en La Voz de Escobar y entró como locutora del dueño de la emisora, Mario Stigliani. Era plena década del ´90 y los medios locales eran muy escuchados. Después pasó por Radio Escobar y regresó a La Voz, esta vez con Jorge Stigliani en La Mañana con Todo. Hasta que una crisis económica de la FM la dejó sin ese trabajo.

EN LA TV. Junto a su esposo Julio Badino, haciendo Comunicación Directa.

Al mismo tiempo se creó el Cable Comunitario Garín y ese fue otro medio donde estuvo, en el programa político Comunicación Directa, junto a su marido, que era el conductor. Ambos también condujeron el noticiero. “Fue una gran experiencia, pero no me gusta la exposición. Si tengo que elegir, me quedo mil veces con la radio antes que con la tele”, asegura, recordando su época televisiva, cuando pasaba largas horas dentro de un estudio, delante y detrás de cámara.

“Cuando cierra el canal la pasamos muy mal. Pichuleábamos como podíamos y a él se le ocurre sacar una revista, en el año ´99. Yo también escribía y nos iba bien hasta que en 2001 se fue todo al diablo y era imposible pagar la imprenta. De nuevo a remarla, no sé cómo sobrevivimos”, confiesa, sobre años de turbulencia económica y con un país en llamas.

En 2003, cuando Silvio González fue electo intendente, le ofrecen trabajar en la Municipalidad. Entró a la Dirección de Prensa y Comunicación, donde redactaba gacetillas, hacía resúmenes de medios y las locuciones de los actos. Hasta que a fines del segundo período de Sandro Guzmán (2011-2015) fue designada directora del área, junto a Juan Carlos Papa.

Conjuntamente, a su marido le detectan una enfermedad terminal y fallece el 6 de abril de 2014. Desde ahí su vida cambió por completo. “Cuando él muere a mí se me vino el mundo abajo. Hacíamos todo juntos, me llevaba y traía todos los días a la Municipalidad, hacíamos las compras. Me quedé sola en la casa y estuve muy mal, con tratamiento psiquiátrico y psicológico”, revela.

Al tiempo desde el Municipio le piden que retome sus tareas, que la necesitaban de nuevo en funciones. “Avisé que volvía a trabajar, pero que no quería estar en prensa. Era mucha presión, caía todo sobre mis hombros”, sostiene Andrea, contando sus momentos difíciles, después de haber perdido al compañero de toda la vida.

DISTINCIÓN. En 1993 recibió el Premio Caduceo a Mejor Labor en Radio.

Cable a tierra

Como un modo de apaciguar el dolor, pidió que la trasladen al Centro de Zoonosis para despejar la cabeza, cambiar el chip y, sobre todo, comenzar a estar con su gran pasión: los perros. Entró como asistente de quirófano. También limpiaba caniles para conocer mejor a cada animal y sociabilizarlos.

“Me vino muy bien el cambio. Los perros me salvaron la vida, literalmente. Yo hasta me descompensaba en la calle, estaba muy mal, había perdido contacto con mis amigas. Me sentía sola en el mundo, perdidísima”, relata, con gran honestidad.

“Un día un perro me mordió en un canil y ahí empecé a estudiar adiestramiento y conducta canina, hice talleres, seminarios, cursos y no paré más. Me especialicé con bomberos para adiestrar perros de búsqueda y rescate, hice prácticas. Cosas muy interesantes”, enumera, acerca de cómo fue especializándose en el mundo perruno.

Todo iba muy bien en su nueva ocupación, hasta que un día le detectan cáncer de mama. Un año atrás había quedado viuda. “Me operaron, hice radio terapia y me curé. Pero a los cuatro años tuve metástasis en la columna, sentía un dolor en la espalda y después de un montón de estudios saltó que era eso. Me traté con Carlos Ramos y me curé de nuevo, me hago controles y estoy muy bien”, comenta.

Adiestradora. Se especializó para tratar perros de búsqueda y rescate.

Dicen que el cuerpo pasa factura de las emociones y los momentos de angustia, y así fue su caso. “Tal cual, había sufrido muchísimo. Me pegué un susto terrible. La enfermedad te cambia la cabeza, la saqué barata. Mi marido murió de cáncer y la pasó tan mal… a mí no hicieron quimioterapia, que es más invasiva”, acota, aliviada.

Ya recuperada de sus problemas de salud, regresó a Zoonosis en su nuevo predio de la calle Juan Mermoz al 2000, en el barrio Las Lomas de Belén de Escobar. Allí disfruta de estar rodeada de animales, analizando sus conductas. En 2019 logró llevar a cabo su proyecto de actividades asistidas, que incluye visitas al Hogar Municipal de Ancianas o a pacientes del Centro de Adicciones. “Tripi”, un perro de tres patas, es el can que ella preparó desde chico para que le haga compañía a las abuelas, en épocas sin pandemia, claro está. Por ahora, esas salidas quedaron postergadas por el coronavirus.

Ella también adiestra perros de manera particular. Los dueños los llevan a su casa o también pueden optar por la forma virtual, a través de videos. Además, ofrece pensionado canino, para familias que se van de viaje. “La gente me explica cómo es la rutina del perro y yo la sigo tal cual, si duerme adentro en mi casa también, es como un hotel para ellos. A muchos los adiestro, los sociabilizo”, explica, apasionada por su nueva tarea.

“Los perros son la pasión de mi vida, más que cualquier otra cosa. Voy a seguir en esto hasta mi último día, y si llego a viejita voy a escribir sobre ellos porque la gente necesita conocerlos”, sostiene Andrea. Una luchadora que supo sobrepasar tormentas y reinventarse para volver a ser feliz.

Pasión. “Los perros me salvaron la vida”, reconoce, feliz en esta nueva etapa.

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