La aparición de un cetáceo de medianas dimensiones en la costanera de Escobar generó asombro y curiosidad. Intentaron reconducirlo a mar abierto, pero no resistió y murió.

Definitivamente, el domingo 7 de julio será un día inolvidable para quienes vieron emerger de las aguas marrones del Paraná de las Palmas nada menos que una ballena. Un espectáculo totalmente excepcional, que dejó azorada a la gente que pasaba la tarde en la costanera tanto como a quienes navegaban por el río. Pero la historia no tuvo un final feliz.

Ante el avistaje del cetáceo se inició un operativo para intentar reconducirlo a mar abierto, su hábitat natural. El trabajo estuvo coordinado por la Subprefectura de Escobar y la Red de Rescate de Fauna del Organismo Provincial para el Desarrollo Sostenible.

La misión no era nada sencilla. Y resultó imposible. A primera hora del lunes 8, la ballena fue encontrada sin vida en inmediaciones del puerto regasificador.

Con la colaboración de Fundación Temaikèn, personal de Prefectura realizó la fijación del cetáceo contra la ribera. Al día siguiente, un equipo técnico de la Fundación Cethus y de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Buenos Aires extrajo muestras de tejidos para investigar qué le pasó al infortunado mamífero.

En principio, se supo que se trataba de un juvenil de ballena sei (Balaenoptera borealis) de unos 10/12 metros de largo.

Esta especie está presente en todos los océanos del mundo, especialmente en latitudes medias, y se suele ver en grupos de 2 a 5 individuos. Su población está estimada entre 50.000 y 60.000 ejemplares y se encuentra clasificada “en peligro”, debido a la caza a gran escala en los mares del sur durante la mitad del siglo XX.

“Desconocemos desde hace cuántos días la ballena se encontraba en agua dulce, tal vez haya estado previamente en el Río de la Plata”, deslizó Roxana Schteinbarg, del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB).

La especialista, que intervino en el fallido rescate, afirmó que “en muchos casos el debilitamiento hace que sea casi imposible regresar al mar y se produce la muerte. La única intervención posible es tratar de guiarla con la ayuda de embarcaciones, lo cual es muy difícil en cauces tan anchos como el del Paraná de las Palmas”.

Inusual, pero no tanto

Por su parte, el director científico del ICB, Mariano Sironi, señaló que “no es demasiado excepcional que una ballena ingrese a un curso de agua dulce con conexión al mar. Pese al avanzado sistema de orientación que poseen, a veces se pierden”.

Uno de los principales padecimientos que experimentan las ballenas fuera del océano es que su piel es muy delicada y está adaptada al agua salada, que entre otras cosas es curativa. “Estos ejemplares suelen tener pequeñas lesiones en la piel propias de la especie, muchas veces producidas por roces que en su medio habitual sanan, pero en agua dulce se infectan”, explicó Sironi.

Otro punto en contra es el gran esfuerzo que les depara el trance de nadar en un río. “Las ballenas necesitan salir y mantenerse en la superficie para respirar. Como es sabido, el agua salada favorece la flotabilidad, por lo que realizar el ascenso en agua dulce les exige un mayor gasto de energía”, agregó el experto.

El suceso registrado en Escobar, que rápidamente se hizo viral y trascendió en todo el país, se produjo a pocos días de que una ballena de la misma especie apareciera sobre el margen uruguayo del Paraná, en la zona de Martín Chico. Estaba varada y con la creciente pudo volver al cauce, pero horas más tarde fue encontrada sin vida.

Dos historias similares, con el mismo desenlace.

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