Por la inflación y el atraso en los pagos de las obras sociales, la entidad podría cerrar sus puertas. Si ocurre, 32 personas con discapacidades neurológicas no tendrán dónde realizar su rehabilitación.

La crisis económica que afecta al país no discrimina clase social, actividad laboral ni mucho menos la naturaleza de las instituciones y la condición física de sus representados. Prueba de ello es la grave situación que se encuentra atravesando la Asociación de Padres y Amigos del Niño Neurológico de Escobar (APANNE), que se encuentra en serio peligro de cierre por falta de fondos.

El centro educativo terapéutico, fundado en 1988 –fue el segundo de su tipo en la provincia-, está viviendo uno de los peores momentos de su historia. El sostenido aumento de precios, sumado al atraso en el pago por parte de las obras sociales -en algunos casos de hasta cinco meses- y las prepagas, conforman un combo que pone en jaque a la entidad, con sede en calle Rivadavia 240 desde 1991.

“Nosotros pagábamos un litro de leche larga vida veinte pesos y hoy lo estamos pagando sesenta. Los sueldos siguieron aumentando y las cargas sociales son muy elevadas. Entonces, el gasto es muy grande: hoy tenemos un costo mensual de $800 mil y estamos $125 mil abajo, es decir, nos está faltando un millón y medio de pesos por año”, explica el presidente de APANNE, Antonio Mastronardi, a DIA 32.

Si bien está “al día” con los salarios, como consecuencia de este déficit la institución ya registra un atraso de seis meses en el pago de las cargas sociales de los empleados, un escenario que podría derivar en el peor de los finales: “Corrés el riesgo que la AFIP, que tampoco tiene contemplación con nadie, te bloquee las cuentas, y ahí tenés que cerrar sí o sí”, advierte Mastronardi.

Dadas las circunstancias, en APANNE se vieron obligados a iniciar un severo período de reestructuración, que “la gente a veces no comprende”. “Antes podíamos tener hasta diez chicos becados, pero ahora ya no podemos. Cobramos 22 mil pesos por alumno y harían falta 30 mil. Los números tienen que cerrar para poder pagarles a los empleados. Acá, la relación de trabajo es casi uno a uno y necesitamos de todos”, esgrime Mastronardi, apesadumbrado.

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“Todo lo que es discapacidad es muy caro y no se quiere invertir. Todas las instituciones están pasando lo mismo que nosotros e, inclusive, hay algunas que ya han cerrado”, revela, al mismo tiempo que subraya “la ausencia del Estado” como uno de los principales factores. “El nomenclador -pago que hacen las obras sociales- aumentó el año pasado un 18% y la inflación fue de mucho más (47%). Así es muy difícil”, sostiene el vecino lomaverdense.

La entidad recibe un solo subsidio estatal. Apenas 26 mil pesos mensuales por parte de la Provincia y que, para colmo, podría llegar a ser recortado o suspendido.

Ante semejante panorama, la comisión directiva de APANNE decidió lanzar una campaña de padrinazgo con un objetivo urgente: recaudar fondos para no tener que cerrar, una situación que nadie quiere ni imaginar. “Argentina está bastante complicada y la situación no es fácil para nadie. Las empresas también están mal y a ninguna le sobra nada. Veremos cómo sale”, comenta Mastronardi.

La campaña está abierta “a cualquiera que pueda dar una mano con lo que sea y en las condiciones que pueda”, aunque va fundamentalmente dirigida a empresas que puedan colaborar con donaciones a cambio de desgravar impuestos.

Mientras tanto, en APANNE no bajan los brazos y siguen haciendo todo lo que pueden para conseguir recursos. Desde una feria americana hasta vender pollos con papas fritas en la puerta de la sede. “Vamos a agotar todos los medios y buenas voluntades existentes para defender a la institución y seguir funcionando”, concluye Mastronardi, intentando mantener el optimismo a pesar de la adversidad.

Un faro en la zona

Fruto de la necesidad de brindarle un espacio de contención y enseñanza adecuada a sus hijos discapacitados, APANNE fue fundada en 1988 por un grupo de padres, mayormente descendientes de inmigrantes italianos. Tres años después, y tras funcionar en una casa alquilada, “pusieron tres mil dólares cada uno” y lograron comprar el inmueble de Rivadavia 240, en Belén de Escobar, donde desde 1991 funciona la sede principal de la institución, que también tiene una granja sin terminar en Loma Verde.

Producto de su acreditada trayectoria, hace diez años pasó de ser un Centro de Día a un Centro Educativo Terapéutico, dirigido a “personas que presenten restricciones importantes en la capacidad de autovalimiento, higiene personal, manejo del entorno, relación interpersonal, comunicación, cognición y aprendizaje”.

Su objetivo principal es la transferencia e incorporación de conocimientos y aprendizajes a través de enfoques, metodologías y técnicas de carácter terapéutico.

El staff de APANNE está compuesto por 27 profesionales, entre los que se cuentan una pediatra, una kinesióloga, una psicomotricista, una fonoaudióloga, una psicopedagoga y una trabajadora social.

Actualmente, atiende a 32 concurrentes, mayormente de bajos recursos, que van desde 3 a 36 años de edad y de los cuales 22 son oriundos del partido de Escobar, 4 de Pilar, 4 de Pacheco, 1 de Tigre y 1 de José C. Paz. Esta heterogeneidad geográfica se debe a que APANNE es uno de los pocos centros en su tipo de todo el Conurbano bonaerense.

ANTEDECENTES

Al borde del abismo, una historia que se repite

No es la primera vez que APANNE atraviesa un momento tan crítico como el actual. A principios de 2002 la institución estuvo al borde del cierre tras sufrir los coletazos del estallido económico que se llevó puesto al presidente Fernando De la Rúa, a fines de 2001. “Nos salvó la empresa Manuli, que nos donó 30 mil patacones en tres cuotas y nos permitió volver a arrancar”, recuerda Mastronardi, agradecido. Pero esa vez no fue la única: cuatro años después, en 2006, las obras sociales no pagaron “por un problema de papeles” y la quiebra fue una posibilidad concreta. “Fuimos a protestar a la plaza y el intendente Guzmán nos gestionó con -Néstor- Kirchner un préstamo de $400 mil a devolver en ocho cuotas de $50 mil. Así volvimos a zafar y a ponernos de pie de vuelta”, confiesa el presidente de APANNE.

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