Ligada a los ritos oscuros, es una religión de la que poco se conoce y mucho se habla. Quienes la practican son identificados con la macumba, los “trabajos” y, últimamente, con una serie de asesinatos. Ellos prefieren mantener el perfil bajo y alimentar las fantasías.

Por FLORENCIA ALVAREZ
falvarez@dia32.com.ar

Al sonido de los murgueros, se le suma otro tambor. Es más profundo, más rápido, más africano. Está acompañado por cánticos, que en ciertos momentos alcanzan altura, en otros, bajan a lamentos. Pero los tambores nunca dejan de sonar. Son los umbandas que están invocando a los espíritus. Para agradecerles, o para pedirles.

Una situación que prolifera cada vez más en los barrios escobarenses. De un tiempo a esta parte, los viernes o los sábados suelen ser noches de fiestas religiosas africanistas.

Domingo, 8.30. Hay una gallina degollada en medio de la calle. Está rodeada de botellas, acostada en un cartón y espolvoreada con maíz. Yace al sol, en la intersección de dos calles de tierra, en Ingeniero Maschwitz, muy cerca del límite con Garín. Da impresión. Acaban de hacer un ritual de curación en un ser humano, el animal absorbió la enfermedad, todas las malas energías y no puede seguir vivo. Hay que desecharlo, no sea que alguien se lo vaya a comer.

Los umbandas son intrigantes. A la mayoría de la gente les dan miedo y prefieren mantenerse alejados. Sin embargo, esta religión -así la declaró Juan Pablo II en 1993, eliminándolo de la categoría de culto o secta- consiguió seducir a muchísimas personas. Pese a esto, es una forma de adoración a Dios que generalmente se la asocia a hechos macabros.

Sin ir más lejos, en el último año, dos personas ligadas al umbandismo y al oscurantismo fueron condenas a prisión perpetua acusadas de crímenes aberrantes. Ambos en Escobar y alrededores. El primero es el pai Jorge Bini, acusado de haber matado a la maestra Silvia Prigent; el segundo es Juan Carlos Cardoso, quien recibió la pena máxima por el triple femicidio de Benavidez (ver “Ligados a lo macabro”). Pero hay un tercero que copó las noticias a nivel nacional hace muy poco días, el pai César, quien está sospechado de haber estado involucrado en el crimen de Melina Romero.

Por estos motivos y muchos más se los relaciona con ceremonias misteriosas, la magia negra, el espiritismo y lo oculto. Desde afuera no parecieran ser adoradores de un dios.

Raíces africanas

El umbandismo llegó a América de la mano de los negros. Cuba fue el primer lugar donde atracaron los barcos que traían a los esclavos desde África. Después se fue distribuyendo por distintos lugares del continente, principalmente en Brasil y en Uruguay.

Esos negros tan creyentes supieron evadir a los inquisidores españoles, les hicieron creer -por ejemplo- que adoraban a una imagen de Jesús cuando en realidad detrás ponían una piedra, que representaba a alguno de sus orixás, sus santos. Una divinidad superior que se manifiesta en algún aspecto de la naturaleza.

A diferencia de la mayoría de las religiones, el umbandismo no tiene nada escrito, ningún libro que se parezca a la Biblia. Sus conceptos se van transmitiendo de boca en boca y tiene muchas ramas diferentes. Sin embargo, todas ellas creen en un solo Dios para toda la humanidad: Olorun (significa Señor del Cielo).

Si bien no hay demasiados datos, se calcula que los umbandas comenzaron a hacer sus prácticas en Argentina hace algo más de 100 años. No existen cifras oficiales sobre cuántos fieles hay en todo el país, pero se sabe que cada día son más y que rondaría el millón de personas. Un número bastante menor, pero proporcionalmente similar, al que surge de las cifras brasileñas, donde unos cinco millones de personas pertenecen a la religión.

Si bien los espíritus extraños no deben estar dentro de las personas, gran parte del umbandismo tiene que ver con convocarlos. Se considera que son energía que deambula y que, así como pueden dañar, pueden ayudar».

Experiencia religiosa

“Umbanda significa ‘una banda’, somos una banda de religiosos”, explica Lorena Castro, quien de chica fue parte de la iglesia evangélica, más tarde se pasó al catolicismo y participó activamente como catequista. Pero nada de eso la convenció.

Cuando atravesaba un pésimo momento personal, se cruzó con quien es su actual marido y él le contó que desde hacía 24 años pertenecía al umbandismo. Al principio no quiso saber nada, pero de a poco se fue metiendo y hoy es cacique de umbanda y mestre en kimbanda. Además, es diseñadora y cose ropa para las datas (ceremonias o rituales), donde festejan los cumpleaños de santos y todos se visten de una manera que nada tiene que ver con lo que muestran las revistas de moda.

“Desde chica que escucho y veo cosas. Más de una vez quise contar lo que me pasaba en la iglesia católica y me dijeron que estaba loca. En ese momento en que yo estaba tan mal, un espíritu se incorporó en mi cuerpo. Se armó un gran revuelo porque me decían que no podía ser, hubo que hacer un exorcismo. Ahí empecé con el umbandismo”, relata a DIA 32 la modista. “Me jogaron buzios, algo que hace una mai o pai de santo, tira las cartas e interpreta según cómo caigan. A ese espíritu hubo que sacarlo, no por malo, sino porque no tenía que estar dentro mío. De esa manera uno puede llegar a dañar a una persona”, aclara.

Si bien los espíritus extraños no deben estar dentro de las personas, gran parte del umbandismo tiene que ver con convocarlos. Se considera que son energía que deambula y que, así como pueden dañar, pueden ayudar. Sus ceremonias son para “incorporarlos”, lo hacen a través de la meditación, poniendo la mente en blanco, haciendo una elevación, y, sobre todo, a través del sonido de los tambores.

“Claro que somos macumberos”, admite la mujer, al tiempo que aclara que se trata de una palabra yoruba, que viene de las raíces africanas y se refiere a la acción de tocar el tambor. La macumba es el sonido de ese instrumento. “Lo que pasa es que la gente no lo sabe y lo relaciona con otra cosa. La energía que mueve el sonido de los tambores es lo que llama a los espíritus. Nosotros giramos, para que esa energía que concentramos se empiece a mover como una fuerza centrífuga. Ser un buen religioso significa no permitirle a esos espíritus hacer maldades”, asegura.

Sacrificios animales

Uno de los temas que pone a los umbandas en tela de juicio es el sacrificio de animales. Una práctica que llevan adelante de formas muy particulares. “Todos nos mal juzgan porque matamos animales, pero me pregunto: ¿el churrasquito te lo comés con la vaca viva? ¿El pollito cacareando dentro de la olla?”, plantea Lorena. “Cuando estamos de fiesta compramos gallos, gallinas, pavos, chanchos, ovejas, chivos… se sacrifican y se cocina todo. Aparte se hacen tortas, masas finas, de todo”.

Pero lo más llamativo no es que maten animales para comer, sino lo que se ve en las calles, debajo de los puentes, en las plazas y al costado de la ruta. Velas, gallos, gallinas, botellas, maíz, fruta y verdura en mal estado. ¿Qué significa todo eso?

“Son lo que nosotros llamamos ofrendas. Lo hacemos cuando viene una persona con problemas de salud. Se agarra a la gallina, se la tranquiliza, se la limpia, se logra armonía y se pasa ese animal cerca de la persona para limpiar su aura. Todos tenemos ese campo magnético que se carga de energía positiva o negativa, nuestro desgaste”, explica el pai Martín Bará Lodé, de Villa de Mayo.

Según la creencia, luego de la limpieza a la persona el ave queda padeciendo. “Corremos el riesgo de que alguien se lo coma. Preparamos una bandeja, la decoramos con maíz, que es la fuente principal de nuestra existencia, se le pone bebida, fruta, se le agradece al animal que se está llevando toda nuestra energía negativa, se lo mata y se lo tira”.

Por su parte, Lorena está convencida de que estas limpiezas le han hecho más efecto que las pastillas y las inyecciones que le dieron los médicos para apaciguar los dolores de su fibromialgia, una enfermedad que afecta a todos los músculos del cuerpo provocando un intenso dolor y no tiene cura.

Ganando achés

Las ceremonias se llevan a cabo en los templos umbandas, lugares consagrados que generalmente se encuentran en la casa de los pai o las mai. Se caracterizan por sus altares colmados de colorida imaginería. Ahí dentro existe el respeto por Olorun y todos los orixás, pero el comportamiento es distinto. Se canta, se come, se tocan los tambores, se luce ropa considerada de gala para la ocasión, los chicos entran y salen, corren y gritan con total libertad.

No cualquiera llega a pai: “Es una carrera, hay que estudiar, te dan una doctrina, te van enseñando cosas y la jefatura te va tomando pruebas. Tenés que ir superando ‘obligaciones’ o achés para ir ganando jerarquías”, explica Bará Lodé.

Muchos umbandas viven de la religión, de la dádiva de sus fieles. Pero otros tienen trabajos comunes y corrientes. Una cosa no quita la otra.

Con respecto a si efectivamente hacen “trabajos” para dañar a las personas, el pai asegura que ellos no, pero que muchos otros sí, y que hay que tener cuidado. “Es que el ser humano piensa que tiene poderes que en realidad no tiene, y cree que puede decidir el futuro de otra gente. En realidad, pasa en todos lados, con los testigos de Jehová, los evangélicos, los católicos, pasa en la policía, en los gobiernos. El tema es que cuando en cualquiera de esos hechos hay una sola persona umbandista, eso potencia la nota”, afirma convencido.

Las personas tenemos muchas formas de adorar a Dios, y cada uno lo hace a su manera. Algunos mediante religiones y creencias más elaboradas e intrincadas; otros, simplemente, agradeciendo y rezando. Todas las formas deberían ser válidas. Todas las formas deberían ser buenas.

Ligados a lo macabro

En enero de 2012, el cuerpo de la maestra Silvia Prigent fue encontrado en un basural ubicado en el límite entre Maschwitz y Dique Luján. Días atrás, el Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) 6 de San Isidro consideró que el viudo, Daniel Sfeir, y el pai Jorge Bini fueron coautores del asesinato y los confinó a prisión perpetua.

En agosto de 2013, Juan Carlos Cardozo también fue condenado a la pena máxima por haber matado a la hija, la hermana y la abuela de su ex mujer en Benavidez. En el juicio, el joven garinense afirmó que durante la masacre “estaba poseído” y relacionó el hecho a su pertenencia a un templo umbanda.

En estos días, en tanto, está en el candelero de los medios el caso de Melina Romero, en el que también está involucrado un pai, César Sánchez, quien se encuentra detenido y está sospechado de haber participado en el crimen de la chica. Su madre denunció “amenazas umbandas” y se cree que Melina había participado de una fiesta en el “templo” de César.

Al respecto, el pai Martín Bará Lodé dice: “Hay algunos que intentan ponerle a la religión un manto de misterio que no tiene. Por eso no es bueno hacer ceremonias a puertas cerradas o no ser claros cuando alguien nos pregunta sobre los fundamentos de la religión, por culpa de eso nos tratan mal”.

Comentar la noticia

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *