La calle Miguel Cané se convirtió en el sitio elegido por los escobarenses para entrenarse y realizar actividades físicas. Un lugar tranquilo, seguro y rodeado de naturaleza, que también invita al paseo, el descanso y la contemplación.

Entre diversas especies de árboles, campo y mucho verde, se abre paso una angosta calle recta, asfaltada pero poco transitada, de algo más de un kilómetro de extensión. Decenas de personas la recorren al trote, mientras que otras van caminando a paso rápido y un puñado de adolescentes pasea en bicicleta. Así transcurre una tarde cualquiera sobre Miguel Cané, a metros de la ruta 25 y de la entrada a Belén de Escobar, que hace tiempo se convirtió en el corredor aeróbico más concurrido de la ciudad.

Por la mañana, antes de que empiece a pegar el sol, y en el crepúsculo, son los momentos de mayor movimiento. Cientos de escobarenses van todos los días a hacer ejercicio, transpirar e hidratarse para mantenerse saludables, activos y bien físicamente. Algunos llegan en auto, mientras que otros van directamente a pie.

De boca en boca, el corredor aeróbico de Miguel Cané sigue sumando adeptos, especialmente runners. La mayoría se conocen, se saludan y siguen con su actividad; es casi como un rito para ellos. Pero también mucha gente lo usa para despejarse contemplando el entorno. Por eso, no es raro ver a mujeres u hombres con sus hijos o a grupos de amigos que hacen un pic nic al costado del camino.

“Un día salimos a caminar, nos metimos por esa calle y nos gustó. Es lindo el lugar y parece medianamente seguro. Vamos a la mañana o a la tarde y siempre la pasamos bien. Trotamos a la ida y a la vuelta caminamos, o al revés, y nos gusta mucho hacerlo”, le cuenta a DIA 32 Claudio Turilli (58), que descubrió hace varios años este lugar junto a su mujer María Inés Feltan.

La experiencia siempre es agradable. “Hay gente que va hasta a tomar mate, siempre vemos conocidos y hay gente de todas las edades. A veces caminamos por otros lugares también y día por medio vamos a Miguel Cané, pero hay semanas que directamente vamos todos los días”, agrega Turilli, escobarense de toda la vida, que aprovecha el entrenamiento para estar en condiciones a la hora de jugar partidos de fútbol para veteranos con su equipo de amigos, los fines de semana.

El recorrido del corredor sobre Cané es de mil metros, en línea recta, y se interrumpe contra una tranquera. A la izquierda están los hipermercados Jumbo y Easy, mientras que del lado derecho están los jardines de Munchi’s y, un poco más lejos, llega a verse un sector del bioparque Temaikèn.

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Cerca del final, el camino hace una curva y continúa 200 metros más. Esa calle, aunque parece la misma, no lleva el nombre del célebre escritor y político argentino sino que se llama Martha Velazco, en homenaje a la médica escobarense asesinada durante la última dictadura militar. El trayecto termina contra otra tranquera que tiene un puesto de vigilancia. Es la entrada al predio de Goyaike, otra empresa de Pérez Companc, dueño de casi todas las tierras circundantes.

Las singulares características de la calle Cané hacen que sea elegida también por preparadores físicos para entrenar a sus alumnos, y hasta por equipos de atletas que la utilizan diariamente para completar sus rutinas y puesta a punto para pruebas de varios kilómetros, incluso para preparar triatlones o desafíos más extremos.

La tranquilidad y el escaso tránsito en el circuito lo hacen ideal. Hasta hay decenas de postes con iluminación led, aunque al caer la noche se advierte que algunas no funcionan.

Otro vecino que suele ir asiduamente es José María Urriza (47), entrenador y profesor de Educación Física. “Unos meses antes de la pandemia empecé a ir a caminar para acompañar a un muchacho que entrena para bajar de peso. Desde que fui me quedé encantado, porque es muy bonito, hay arboleda, cantan los pájaros, hay vacas en los campos aledaños y a nivel mental relaja mucho”, comenta sobre su experiencia en el corredor.

Algo que llama la atención de los atletas que son habitúes del lugar es que a pocos minutos de la ciudad encuentran paz, cero ruido y espacios verdes, tan valiosos en tiempos de mega edificios. “Escobar está muy cementado, por la cantidad de viviendas que se hicieron. Es placentero que en esa zona no haya nada. Te encontrás con conocidos, están los que andan en rollers, bici, los que caminan. Todos con el objetivo de ganar calidad de vida y darle al cuerpo lo que se merece”, señala Urriza, resaltando los beneficios de hacer algún tipo de actividad física.

Como aspecto negativo, hace hincapié en la basura que ocasionalmente suele verse alrededor. “Principalmente botellas alcohólicas. No es culpa del lugar, obviamente, sino de la gente que a veces va y que no tiene compromiso social para llevarse lo que consume”, acota, con malestar.

Con los años, el circuito aeróbico de Miguel Cané se convirtió en un lugar elegido por muchos escobarenses, deseosos de verde, algo de relax y salir de la rutina.

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