Dispararse con bolas de pintura dejó de ser un juego de pocos para convertirse en un deporte de muchos. A su alrededor se creó toda una industria y hasta hay competencias profesionales que se disputan en todo el mundo.

A fines de los ‘70, el escritor Charles Gaines hizo un viaje a África para cazar búfalos. De regreso a New Hampshire, Estados Unidos, le contó a su amigo Hayes Noel que nunca en su vida había sentido tanta adrenalina. Mientras caminaban por el bosque comenzaron a imaginar un juego en el que las personas pudieran cazarse las unas a las otras, logrando así una emoción similar a la de la caza de animales.

Eso, sumado a la inspiración que les brindó la historia de Richard Connel, El juego más peligroso -donde el cazador se convierte en presa -, hizo que  Gaines y Noel comenzaron a pergeñar lo que en un principio se conoció como Survival (Supervivencia) y más tarde se convertiría en paintball.

Fueron largos meses de discusiones, hasta que se quedaron atascados porque no conseguían un “arma” que pudiera ser utilizada entre personas sin lastimarse. Un año y medio más tarde llegó a sus manos un catálogo agrícola que mostraba unas marcadoras de bolas de pintura que los ganaderos usaban para marcar vacas. Cada uno de los amigos se compró una de esas marcadoras y jugaron la primera partida.

Tras definir las reglas invitaron a otra gente y a un periodista de Sports Illustrated para disputar una partida. En junio de 1980, la revista publicó el artículo y el interés por la novedad comenzó a crecer. Gaines y Noel expandieron franquicias del juego a otros estados, luego a otros países y más tarde a otros continentes, convirtiéndolo en el deporte de mayor crecimiento en la actualidad.

Diversión en equipo

“Es un deporte que cobró mucho auge en los últimos diez años, básicamente porque se sociabiliza mucho. Es un juego en equipo, muy dinámico, donde se busca que la persona se divierta. Y parte de la diversión es realizar misiones y cumplir con un objetivo”, dice Oscar “el Oso” D’ Emilio, uno de los dueños de Paintball El Cazador, ubicado sobre la ruta 25, camino al Paraná.

Para jugar paintball deben formarse dos equipos que no necesariamente necesitan el mismo número de participantes. “Esto es como organizar un partido de fútbol, sólo que en ese caso necesitás juntar a 22 personas y a veces no te alcanzan los amigos y los conocidos para llegar a ese número. En el paintball no importa la cantidad de personas por equipo, incluso pueden ser pares o impares. Aunque cuanta más gente haya, mejor”, señala D’ Emilio, quien hace cuatro años abrió el campo con su socio Sergio Ibarra y lo armaron con sus propias manos.

La marcadora es la base fundamental del equipo, dispara cápsulas redondas rellenas de pintura, llamadas pellets, para marcar al oponente. Hay muchas marcas, gran variedad de modelos y diferentes mecanismos. Utilizan gases como propelente, desde aire comprimido, dióxido de carbono (CO2) a nitrógeno (N2). “La marcadora tiene una velocidad limitada y aprobada, y en nuestro caso funcionan a CO2, que es un gas inerte”, advierte D’ Emilio. “El objetivo es hacerle una marca con pintura a la otra persona para que quede fuera de juego. Se lo considera una baja. Esa persona sale del juego y se va a un lugar donde descansa, puede tomar algo, es una ‘zona segura’. Los campos se dividen en la zona de juego y en las zonas seguras”.

Además, cada jugador debe utilizar una máscara de protección facial, especialmente diseñada, que no debe quitarse en ningún momento. Ni siquiera en las zonas seguras.

Luis Calizaya es un habitué del paintball, lo juega todos los fines de semana: “Lo que más me entusiasma es la adrenalina que corre, el compañerismo que hay. Nosotros tenemos nuestro propio equipo, con amigos, con gente coherente. Tampoco vas a llevar a un calentón ni a un desubicado porque no sirven para este juego”.

“Competimos con otros campos y cuando terminamos nos hacemos un asado, esa es la parte buena. La verdad es que te despejás. Yo tengo un negocio de auto radio y trabajo toda la semana, en el paintball me despejo de toda la rutina, me olvido y estoy en otra cosa. Corrés, estás concentrado en eso”, agrega el comerciante, de 37 años.

Pocas limitaciones

El tiempo que dura cada partida depende de la cantidad de gente, del espacio en el que se esté jugando y del escenario. Porque así como existen diferentes técnicas y modalidades (Recball, Speedball, CQB, etcétera) los escenarios pueden ir variando y adaptándose. Incluso se puede jugar en ambientes cerrados, bajo techo. Se trata de cumplir con un objetivo en el menor tiempo posible. Ese objetivo puede ser recuperar algún objeto o tomar la posesión de un lugar.

Con respecto a la edad de los participantes, la reglamentación actual indica que deben ser mayores de 15 años y que quienes tengan entre 15 y 18 tendrán que ir acompañados por un mayor responsable que permanezca dentro del predio durante el juego. Hacia arriba no hay límite de edad.

Por su parte, las mujeres pueden jugar con los hombres de igual a igual. A pesar de que cuando se trata de juegos de tiros, guerra y estrategia, los hombres son los primeros en decir presente, ellas tienen a favor la cautela, la inteligencia y, por qué no, la suerte. De hecho, muchas despedidas de solteras se han realizado últimamente en el campo El Cazador, con equipos de puras mujeres jugando a la guerra.

¿Un juego peligroso?

Las estadísticas indican que es menos peligroso que el golf, que el bowling, que el fútbol y que el tenis, siempre y cuando se mantengan las normas de seguridad. Por otro lado, cumplirlas es fundamental para que el campo sea habilitado.

“Esas medidas existen a nivel mundial. Básicamente, esas normas de seguridad constan de dar una charla previa junto con las reglas. Y somos bien estrictos. Con respecto al campo, es toda una zona de protección perfectamente delimitada, donde el jugador sabe que ingresa al campo de juego o sale del campo y va a estar en una zona segura. Por ejemplo, nos obligan a tener una media sombra con una resistencia y una altura suficiente (4 metros) para que la pelotita no lo pase. La velocidad limitada de la marcadora y el uso del equipo indicado son otras de las medidas de seguridad que sí o sí hay que cumplir”, explica D’ Emilio.

Además, los jugadores van permanentemente acompañados por coordinadores que los orientan explicándoles las reglas y asistiéndolos.

“Es un deporte, no se lo toma como una simulación de combate. De hecho, está prohibido todo contacto físico entre los jugadores y promueve la unión. Es imposible que un jugador pueda lograr la victoria en solitario. Solo es posible ganar mediante el trabajo en equipo”, explica Sebastián Porta, otro adepto al paintball que espera ansioso levantarse de la silla de la computadora e internarse en el campo. “Siempre y cuando no llueva o haga demasiado frío, porque se congela la garrafa de la marcadora y no puedo tirar”. Y es que son muchos los que hace tiempo dejaron de usar los equipos que brindan en los campos y se compraron sus propias marcadora, máscara y ropa reglamentaria.

Según D’ Emilio, el paintball tiene otra cosa a favor y es que podría ayudar al partido de Escobar a promocionarse turísticamente: “Escobar no solo es Temaikèn, ni la Fiesta Nacional de la Flor, ni el puerto. También podría ser una linda atracción que se conociera por sus campos de paintball”, propone.

Reglamentar la actividad

La concejal María Rosa Pereyra (PJ) presentó en agosto un proyecto de ordenanza para reglamentar en sus diversos aspectos la actividad del paintball en el partido de Escobar. La iniciativa, entre otras cuestiones, estipula los requisitos para habilitar campos de práctica, medidas de seguridad y una escala de sanciones para quienes no cumplan estas disposiciones. El expediente será analizado por distintas comisiones legislativas antes de ser tratado en sesión.

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