Fundado en 1977 por impulso de varias familias de inmigrantes, el club mantiene vivas las costumbres de la colectividad lusa, con sus puertas abiertas a toda la comunidad.

La historia del Centro Recreativo Lusitano es una historia de comunidad. Si bien son miles los escobarenses que pisaron el club a lo largo de los años, lo cierto es que nació como un lugar de encuentro para los portugueses que, por distintas razones, habían llegado al país y necesitaban rodearse de los suyos.

Uno de ellos es Antonio Figueredo Dos Santos (79) quien mÔs tarde sería presidente del Lusitano durante una década, entre 1982 y 1992. Dos Santos Llegó a Belén de Escobar en 1950, con 4 años, y se convirtió en uno de los 45 mil portugueses que arribaron a Argentina entre 1857 y 1970. El primero en emigrar había sido su padre, Manuel País Dos Santos, a quien conoció recién al llegar al puerto de Buenos Aires.

La crisis tras la Segunda Guerra Mundial aĆŗn azotaba a Europa, y el hambre y la necesidad de trabajo empujaron a muchos de sus compatriotas a ā€œcruzar el charcoā€ en busca de oportunidades. Muchas otras familias de portugueses repitieron esa manera de emigrar: primero se iban los padres y los tĆ­os, hacĆ­an una base económica y luego los seguĆ­a el resto de la familia.

Un caso asĆ­ es el de otro reconocido ex presidente del club, quien ejerció el cargo entre 1992 y 2021: Manuel Moura (88), que merecerĆ­a un capĆ­tulo aparte para contar la historia de su vida. Su padre, Antonio Da Cruz Moura, habĆ­a llegado al paĆ­s en 1927 y luego serĆ­a deportado; en tanto que Ć©l se asentó definitivamente con su familia en Argentina en 1975. Moura nació en 1937 y, al igual que Dos Santos, vivió de cerca la devastación de la posguerra. ā€œNos libramos de la guerra, pero no del ā€˜fome’ (hambre)ā€, le cuenta a DIA 32, aĆŗn con un acento portuguĆ©s muy marcado, sobre aquellos aƱos.

Los casos de estos dos conocidos vecinos escobarenses se repitieron mucho. Varias familias lusas se asentaron a lo largo del partido. ā€œEn un momento, habĆ­amos contado que en Escobar tenĆ­amos unas 360 familias portuguesas, de las que hoy quedan algunos nietos. En los 70’, todavĆ­a muchas de ellas estaban en vigencia. Con eso se fue haciendo fuerte la colectividad y la idea de crear un club para juntar raĆ­cesā€, seƱala Dos Santos. La comunidad estaba, pero la idea de concretar una entidad todavĆ­a era un sueƱo que no serĆ­a fĆ”cil de concretar.

Un hombre clave para que ese sueƱo comience a tener forma fue Rafael Gómes -sĆ­, con s y no con z-, ā€œun visionarioā€, como lo describe Dos Santos. Gómes llegó al paĆ­s en 1955 y se convertirĆ­a en el primer presidente del club luso, desde su inauguración hasta 1982. Su hijo HĆ©ctor (60), quien hoy atiende el famoso Bazar Lisboa, recuerda que la semilla para la creación de la institución nació en las cĆ©lebres fiestas en honor a la Virgen de FĆ”tima que se celebran en Pilar, y que históricamente supieron convocar a portugueses de la zona. AllĆ­, en las reuniones de comisión, comenzó a gestarse la visión de un club en Escobar.

Un anhelo consumado

Por esos aƱos -mediados de la dĆ©cada de 1970-, Escobar todavĆ­a era un pueblo, un caldo de cultivo de comunidades donde todos se conocĆ­an con todos. De hecho, Dos Santos ostenta haber participado tambiĆ©n en la fundación del Club Italiano por esos tiempos. Ɖl mismo define esa Ć©poca como un ā€œbrote de clubesā€, donde existĆ­a un sentido social que hoy difĆ­cilmente se ve con tanta fuerza.

QuizĆ”s ese fue el motivo que impulsó a Rafael Gómes para convencer a sus compatriotas a que se animaran y aportaran su grano de arena para tener un lugar en comĆŗn. ā€œMi papĆ” empezó a hablar, a relacionarse con quinteros portugueses, y a ir campo por campo para hablar con ellos y plantearles la ilusión de hacer un club para los hijos, para los nietos, para reunirnos todos y ser una familiaā€, relata HĆ©ctor.

A su vez, eran comunes las fiestas organizadas en otros clubes escobarenses para recaudar fondos. ā€œSe hicieron un montón de comidas con la colaboración de la Fiesta de la Flor, que nos prestaba las instalaciones, en el club Villa Vallier, en Boca del Tigre, en el Salón Parroquial…Todo para recaudar fondos para poder comprar el terrenoā€, seƱala Dos Santos sobre esas celebraciones de las que participaba todo el pueblo, no sólo la comunidad portuguesa.

Cuando finalmente se pudo recaudar una suma considerable, se abrió un debate: dónde comprar el terreno. Moura recuerda que no estuvo demasiado lejos la posibilidad de que hoy exista un club luso en pleno centro de la ciudad, pero fue nuevamente la visión de Rafael Gómes la que entró en juego.

Con el apoyo de muchos, propuso comprar el terreno donde actualmente se erige el Centro Recreativo Lusitano, en la intersección de las calles Felipe Boero y República de Portugal. La idea se basó en el proyecto de construir canchas de fútbol, espacios deportivos y verdes para que las familias pudieran disfrutar.

La fecha oficial de fundación del club data del 21 de mayo de 1977, pero lo cierto es que su consolidación fue un proceso lento, que contó con el esfuerzo en conjunto de muchas familias escobarenses. Cada ladrillo colocado contaba, y el club creció a lo largo de los aƱos, hasta llegar a lo que es en el presente. ā€œHay personas que trabajaron muchĆ­simo en esos tiempos, haciendo contrapisos, bancos, mesas… Siempre habĆ­a algo para hacer y un grupo de gente que se esmeraba en hacerloā€, seƱala Dos Santos sobre esos primeros dĆ­as.

Costumbres compartidas

Con el club ya materializado, comenzaron a ser frecuentes las fiestas que hoy recuerdan muchos escobarenses. ā€œCuando ibas a una fiesta en el club, ibas a ver un pedacito de Portugal. Y eso era bailes, comidas tĆ­picas. Hoy hablĆ”s en Escobar de sardinas y todos te dicen: ā€˜Club PortuguĆ©sā€™ā€, afirma Dos Santos.

Si bien el club se pensó como un lugar de comunidad para los portugueses, la argentinidad estaba presente. Tan es así que en las grandes fiestas era normal encontrarse con platos de asado y locro, pero también con los recordados pollos y sardinas, ademÔs de la participación del conjunto de baile Los Lusitanos, quienes vestían ropas típicas de la cultura portuguesa.

Por su parte, Moura remarca que hubo convocatorias de hasta 1.200 personas. La dinĆ”mica era simple, y es la que se mantiene hasta el dĆ­a de hoy, cuando en mayo se celebra la fiesta de aniversario. Se vende una ā€œtarjetaā€ previamente, que incluye un menĆŗ: ā€œVas y comĆ©s hasta reventar lo que vos quieras, sin pagar un centavo extra de lo que vale la tarjetaā€, explica HĆ©ctor Gómes.

Hoy, el presidente del club es Carlos Da Silva, y si bien la frecuencia de las celebraciones mermó en relación al pasado, la fiesta de aniversario se mantiene todos los años, así como el alquiler de sus canchas de fútbol representa un gran sostén económico, en tiempos donde sostener una institución de tal envergadura no es nada sencillo.

Claro estÔ que el auge de los clubes pasó hace tiempo, y depende de las generaciones futuras, descendientes de inmigrantes portugueses, mantener lo construido. Lo cierto es que el legado del Centro Lusitano en Escobar ya es imborrable, y los sueños de hombres como Rafael Gómes, Manuel Moura y Antonio Dos Santos, así como los de cientos de portugueses que trabajaron codo a codo, hoy se materializan en lo que hace tiempo es un pedacito de Portugal en esta nueva tierra.

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