El incordioso auge de los graffitis en Escobar tiene diversas raíces, significados y categorías. Algo está claro: los jóvenes quieren hacerse escuchar, o al menos hacerse leer. Y expresan su voz con trazos indelebles.

Por MARTIN POZZO
Director de revista La Negra

Sobre las diferentes formas de expresión joven, no hay dudas de que el graffiti (o pintada callejera) es una muy particular. Y lo es por varias razones. Quizás la más polémica, por la “usurpación” o violación a la propiedad privada.

Recorriendo las localidades de Escobar se pueden ver incontables frentes de hogares, edificios y comercios con pintadas que no corresponden a la decoración o construcción inicial. O directamente a los vecinos repintando sus paredes una y otra vez. Pasa exactamente lo mismo con los espacios públicos, como plazas y monumentos.

Otra razón de su particularidad es que se trata de una manifestación económica en comparación con otras formas, como la publicidad en carteleras rentadas o los pasacalles y afiches más rudimentarios que invitan a fiestas y recitales.

En definitiva, los jóvenes se las ingenian para que su voz quede, al menos por un tiempo, a la vista de todos.

La socióloga escobarense Alejandra Díaz, a través de su investigación “Espacios públicos, lo efímero y lo permanente” (2006), deja bien en claro el rol de los jóvenes en relación al uso de esta práctica de escritura bajo el título de “Los irreverentes sin inscripción y su búsqueda permanente”. Y dice: “El graffiti es una práctica de escritura que convoca a la lectura y un distanciamiento entre producción y recepción que se potencia en el carácter oculto de quien produce el mensaje y en el carácter aleatorio de quien lo recibe”. Afirma, además, que “existen multiplicidad de voces superpuestas en el espacio urbano”.

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Distinguiendo trazos

Los hay de todo tipo y clasificación. Muchos de ellos provienen de la cultura del hip hop, movimiento originado en los barrios negros de la ciudad de Nueva York, que cuenta con el graffiti como uno de los pilares de su identidad a través del arte pictórico sobre superficies urbanas.

Esta comunicación visual puede agruparse en tres grandes tipos: el “Art Graffiti”, donde los “escritores” (así se consideran los autores de estas pintadas) plasman su creatividad de acuerdo al grado de complejidad. El “Tag” es el escrito con un estilo único, personalizado y a un solo color. “La firma establece, en el caso del graffiti, una huella identitaria aunque el destinatario se encuentre recortado (y pertenezca a algún grupo), como en el caso del graffiti hip-hop”, sostiene la licenciada Díaz en su trabajo.

El “Throw-up” es con letras, palabras o listados de nombres a dos colores. Y el “Piece”, mucho más elaborado (puede llevar días) y con más de 3 colores.

Desde los comienzos de este nuevo siglo, Escobar tiene representantes que supieron cómo redefinir y recontextualizar esta cultura al universo local. “Saliendo del templo” y “Contenido explícito” son algunos de los nombres de las “crew” (grupo o pandilla que se dedica a pintar en conjunto el graffiti) que le dieron una nueva estética a las localidades del distrito.

La profesora Díaz tuvo la oportunidad de entrevistar a “Saliendo del templo” y sobre ellos apuntó que “la originalidad es lo más importante y les genera mucha bronca la imitación”.“La gente nos bardea, nos dicen ‘por qué no van a trabajar’”, cuentan ellos. “Por otra parte, no toleran que les ‘pisen’ los trabajos, que a veces cuestan hasta $150. Cuentan historias de writters contratados por mucho dinero, sueñan con que les pase… y sostienen que los hacen por amor al arte”.

Vale aclarar que muchos de ellos deciden buscar paredes o paredones pidiendo el permiso a sus dueños. Así, algunos propietarios vieron cómo sus paredes sucias y descascaradas se convirtieron en un placer para sus ojos.

Otro tipo de graffiti es el de contenido político y/o social (también conocido como “Slogans”) que puede provenir de grupos, individuos, asociaciones intermedias e incluso de los mismos partidos políticos.

Sus principales leitmotiv son la ecología, las minorías, las políticas estatales, los reclamos sociales, etcétera. Esta clasificación quedó en la posteridad por el recordado “Mayo de 1968”, en París, manifestación de jóvenes estudiantes en contra de la sociedad de consumo que dejaba en las paredes frases grabadas como “La imaginación al poder”.

Prestando atención al mensaje de las paredes es posible apreciar frases cargadas de un tinte revolucionario y contracultural, más allá de la distancia con el “Mayo Francés” y la aparente alusión al final de las ideologías.

Un poco más moderno es el uso de los “esténcil”, que es una técnica de decoración en que una plantilla con un dibujo recortado es usada para aplicar pintura, lanzándola a través de dicho recorte, lo que permite obtener un dibujo con esa forma. Y Escobar demostró, una vez más, la versatilidad en el uso de este modelo. Quizá también fomentado a partir de la enseñanza de dicha técnica por los profesores de Arte y Diseño en las escuelas secundarias.

Por último, el “graffiti privado” es aquel que tiene como hábitat el baño. Los de estaciones de trenes, terminales y colegios tienen en sus puertas o espejos infinidad de reflexiones, discursos, palabras y hasta poesías.

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Me voy corriendo a ver…

Por los años ‘80, la cultura joven urbana, y en especial la del rock, tuvo dos grandes protagonistas que supieron elegir al graffiti como una “herramienta” (¿marketing quizá?) para llegar a su público potencial, ampliar su “fama acotada” o simplemente comunicar un mensaje, así fuese la mera existencia de los autores.

El grupo de teatro Los Vergara (formado por unos jóvenes hermanos Korol, hoy ya instalados en el gusto popular a través de sus participaciones en los programas Video Match, Sin codificar o en la televisión pública) anunciaba sus “shows de café concert” a través de las paredes de los inmuebles.

Su humor quedaba por largo tiempo a través de frases como “Una novia sin gomas, más que novia es un amigo”. U otras como “Si Evita viviera, Isabel sería soltera” y “Tiemblen fachos, Maradona es zurdo”. Frases para reír y pensar. Para muchos, hoy perdidas en el tiempo y sólo un recuerdo.

Los clásicos y consagrados Ratones Paranoicos fueron jóvenes rockeros que en sus comienzos, a mediados de los ochenta, también tuvieron la “brillante idea” de cargar con aerosoles el Citroën de uno de sus miembros y dejarles en claro a todos que ellos existían. Hoy son llamados “los Rolling Stones argentinos” y llenan estadios.

Como esta sección viene dejando en evidencia, los cientos de grupos de rock de Escobar también decidieron utilizar el aerosol sobre el cemento para sellar sus nombres, en especial cerca de los colegios, donde muchos estudiantes pueden llegar a seleccionarlos para su MP3. Ya lo había anunciado el Indio Solari, ex líder de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota y actual solista, en 1988, a través de la letra de la canción “Vencedores Vencidos” (del disco “Un baión para el ojo idiota”), donde reza “me voy corriendo a ver qué escribe en mi pared la tribu de tu calle”.

Por lo visto, Escobar es la ciudad de la flor… y también del aerosol.

 

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