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Empezó en 2015 con doce familias y hoy más de ochenta integran la comunidad. Tiene primaria y en 2023 inauguró el nivel inicial. La búsqueda de una formación integral a través del arte y la naturaleza.

En un presente en que la tecnología permea todos los aspectos de la vida diaria, incluida la educación, en esta escuela eligen una enseñanza libre de pantallas. Los celulares y las tablets quedan fuera de los planes cuando los niños pueden experimentar al aire libre y aprender los conocimientos a través del arte. Se despiertan los sentidos y la curiosidad.

Fundado en 2015, La Lumbrera es un colegio de pedagogía Waldorf que se vale del entorno natural que provee la zona para ofrecer una educación no convencional. La institución está ubicada en Ingeniero Maschwitz, cerca del Puente de La Arenera. Bajo una densa arboleda, los chicos juegan y conquistan todo el patio.

Sus aulas, de formas irregulares, contienen una atmósfera de calidez que hace pensar en el interior de un hogar. Hay mesadas y bachas para las tareas cotidianas y pinturas o tejidos, obra de los alumnos, que dan color a las paredes.

Los salones tienen grandes ventanas y mucho espacio, porque el movimiento es clave en esta enseñanza. La disposición muta según las necesidades de cada materia y los bancos pueden ordenarse en círculo o dejarse a un lado para los ejercicios corporales.

Afuera: la vida al aire libre. Una de las protagonistas en esta pedagogía, que les permite disfrutar y aprender en la naturaleza. Un sector arbolado al que los niños llaman “el bosquecito” abastece de sombra y les muestra los cambios de las estaciones. Además, hay espacios para el juego libre y una huerta.

En el predio también pueden encontrarse construcciones de barro o de madera y chapa realizadas por alumnos que ya egresaron, como parte de las actividades que dan forma a la construcción de un “yo” y al trabajo en grupo.

Una comunidad fuerte

El proyecto de esta escuela surgió en 2015, a partir de una necesidad: doce familias cuyos hijos habían ido a un jardín Waldorf no conseguían matrícula en el nivel primario. Entonces, decidieron agruparse y buscar docentes especializados para darle vida a La Lumbrera, que significa “cuerpo que despide luz”.

Sus puertas se abrieron al año siguiente, sobre un terreno de una hectárea ubicado en una calle de tierra llamada Escobar, que está cerca del Puente de la Arenera. Además, formaron una asociación civil para gestionarla de manera colectiva.

Aquellos primeros padres construyeron casi en su totalidad el edificio de la primaria. Y el año pasado hicieron lo propio con el de jardín de infantes. Todo a pulmón, poniendo el corazón.

Como forma de organizarse para todos los quehaceres, crearon varias comisiones temáticas. “Cuando arrancamos, algunos estábamos en dos o tres comisiones, porque éramos muy poquitos. Estaba la parte legal, la económica, cómo íbamos a construir y eso requería que cada uno se ocupe de algo”, recuerda Sebastián Passo, que integra el área de Legales, a DIA 32.

Fomentar que los nuevos integrantes de la comunidad se sumen a la gestión es una de las premisas de La Lumbrera. “Esta alta participación es un valor para la escuela y para cualquier organización hoy en día, porque el mundo está cada vez más individualista. Las familias tienen que mirarse entre ellas para poder subsistir y tener una comunidad fuerte. Así se genera una red que realmente ayuda en la coyuntura” reflexiona Passo.

A menos de una década de su creación, el número de familias que elige este colegio creció a más de ochenta. Muchas tienen una participación activa en su organización y administración. “Cada quien encuentra su lugar. Hay quienes participan activamente en comisiones y hay quienes lo hacen en un evento, en una situación o en alguna necesidad de la escuela”, afirma la directora, María Ocampo.

Cultivar el entusiasmo

Paula Fracchia es maestra de tercer grado y cuenta con más de tres décadas de experiencia en la enseñanza Waldorf. La docente explica que los contenidos son los mismos que se dictan en todas las instituciones de la provincia, lo que cambia es el modo.

“Se tienen que impartir de manera que impacten en el sentir del niño, que despierten su entusiasmo. Esa experiencia se puede lograr a través de las disciplinas artísticas. Por ejemplo, podés cantar la tabla del cuatro o saltarla a la soga. A través del arte se conforma la educación del ser humano”, sostiene.

Desde el inicio de la jornada hay hábitos que distinguen a esta educación, en la que ni docentes ni alumnos usan uniforme. “Cuando llegan nos saludamos con la mano. Podés sentir la manito del niño, su temperatura, si está relajado, podés mirarlo a los ojos. Luego comienza la ronda y se despierta el cuerpo con canciones, juegos y poesías. Una vez que se sientan se enciende una velita como una expresión de la fuerza solar, del amor. Sigue la presentación del tema y el trabajo en el cuaderno. Luego llega la pausa con el recreo y después las materias especiales”, relata Fracchia.

Entre estas asignaturas hay “labores”, trabajos manuales que profundizan los sentidos y amplían las habilidades. Según el día, los niños hacen pintura con acuarela, tejido, huerta, música o euritmia. Esta última, también conocida como gimnasia artística o arte de movimiento, manifiesta de manera vivencial los contenidos educativos. Desde la geometría hasta gramática e historia se aprenden al incorporar lo gestual y el despliegue corporal.

Idealmente, en la enseñanza Waldorf el mismo maestro acompaña a un grupo durante toda la escolaridad. Fracchia explica que así se logra una observación profunda de cada niño para saber qué necesita aprender. “La pregunta de qué necesita es lo que siempre debe estar despierto: qué tiene que desarrollar cada niño en cada momento”, enfatiza.

Otra particularidad de este tipo de formación es que, si bien cumple con las regulaciones ministeriales de educación, los alumnos no son calificados. “El maestro los ve todos los días y sabe en qué situación está cada uno, sus logros y desafíos, con una visión integral”, relata la docente acerca del valor de aliviar a los niños del estrés de las evaluaciones.

Tejiendo una idea común

Bernardo Igarzábal es otro de los padres fundadores, integra la comisión de Economía y comenta que organizan diferentes actividades con el fin de recaudar fondos para el mantenimiento y la construcción de los edificios.

De una variedad de eventos, las ferias americanas son un clásico que realizan todos los años. El proyecto de La Lumbrera se sostiene gracias a las donaciones y a los fondos recaudados por la comunidad. De esta manera, la asociación puede llevar adelante las obras y ofrecer becas para estudiantes, entre otras acciones.

En paralelo, organizan jornadas sobre temas de este tipo de educación. “Los talleres tienen como función traer la pedagogía Waldorf a las familias, para que puedan entender cómo se trabaja y acompañar mejor a sus hijos. Se ofrece a los integrantes de la escuela una vez al mes de manera gratuita, pero también se abre a la comunidad con un pequeño aporte que se destina a formación docente en diferentes temáticas”, apunta Ocampo.

“La búsqueda es que sean personas íntegras, con capacidad de tener ideas propias, de abordar las cuestiones con mayor conciencia”.

La directora explica que en estos encuentros “el objetivo es que quienes lleguen se interesen por saber cada vez más”, al tiempo que aclara: “La mayoría de los adultos no venimos de la educación Waldorf y empezamos a aprender cuando traemos a nuestros hijos. Cada uno llega con una expectativa diferente, con una idea de lo que la escuela es; entonces, hay que ir tejiendo una idea común”.

Como suele suceder con los modelos alternativos, hay ideas preconcebidas. Ante esto, Ocampo aporta su mirada: “Una idea existente es que no se van a poder adaptar a la educación convencional. Esto no sucede, ni en otro secundario, ni en la universidad. Porque lo que se les enseña acá no está sacado de contexto sino que, justamente, está muy conectado con lo que el ser humano es. La búsqueda es que sean personas íntegras, con capacidad de tener ideas propias, de abordar las cuestiones con mayor conciencia. Tanto de lo que el mundo necesita de ellos como de lo que cada uno tiene para dar”.

ESCOBAR, A LA VANGUARDIA

Capital de la pedagogía Waldorf

El partido de Escobar concentra la mayor presencia de instituciones de esta pedagogía en la provincia de Buenos Aires y tiene oferta en todos los niveles: jardín, primaria y secundaria. Hay al menos tres escuelas reconocidas oficialmente: Clara de Asís, La Lumbrera y Arcángel Gabriel.

La educación Waldorf está presente en Argentina desde mediados del siglo XX, pero fue creada un poco antes, luego de la primera guerra mundial, por el científico y filósofo Rudolf Steiner. El intelectual, también creador de la Antroposofía, fundó este modelo educativo, que respeta el tiempo y la maduración de cada niño y cultiva las capacidades individuales.

“Es una concepción integral del ser humano. No apunta solamente a la formación intelectual, se atiende al desarrollo de la voluntad, del sentir y del pensar. Con énfasis en la voluntad en el ámbito del jardín de infantes, en el sentir en la primaria y en el pensar en la secundaria. Pero, al ser una educación integral, si se trabaja sobre un aspecto se abarcan los otros”, señala la docente Paula Fracchia sobre el enfoque que propone esta enseñanza.

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