Una enfermedad en la columna y las piernas no pudo vulnerar su voluntad. Trabaja en la Municipalidad, ayuda a su padre en un aserradero y disfruta de integrar el cuartel de bomberos.

Por Javier Rubinstein

Le pone el pecho a la vida y nunca se preocupó por los obstáculos que el destino le puso adelante. Va al frente como loco: fue lancero en varios incendios, bajó equipos de corte de los camiones y es uno más del cuartel de bomberos voluntarios de Belén de Escobar, donde es muy querido por sus compañeros, que lo bautizaron “Chucky”. A David Moravcik (37) le sobra actitud.

Su vida no fue fácil desde el primer momento. Nació sietemesino y con dos serios problemas de salud: hidrocefalia, que es un aumento anormal de la cantidad de líquido cefalorraquídeo en las cavidades del cerebro; y mielomeningocele, una malformación en donde la columna vertebral y el conducto raquídeo no cierran correctamente. Ya lleva 18 operaciones para poder llevar una vida normal y dejar atrás sus complicaciones de movilidad.

“A las 12 horas de nacido me cerraron la columna y a los 23 días me pusieron la válvula, porque se dieron cuenta que algo estaba mal. Después me operaron de la vista, de las piernas y la cadera, todo por estos problemas congénitos que nunca supimos a qué se debieron”, le cuenta a DIA 32 sobre su largo historial clínico.

Pese a eso, recuerda que tuvo “una infancia normal, como la de cualquier chico”. “Hice la primaria en el Belgrano, jugaba a la pelota con mis primos, andaba en karting para ejercitar las piernas y tenía mi bicicleta con rueditas”, repasa. Además, su hermano mellizo, Gastón, tenía un ciclomotor que transformó en triciclo para que David se pueda independizar. Después siguió sus estudios secundarios en el Colegio Modelo y terminó recibiéndose de grande, en una cursada para adultos.

A los 21 entró a trabajar en el área de Veteranos de Guerra de la Municipalidad. Pero su gran pasión siempre fue vestirse de bombero y salir con las autobombas para ayudar en accidentes o incendios. Ese amor lo heredó de un tío que era bombero de la Federal.

Casi todos los días iba al cuartel de la calle Colón y se paraba en la puerta para ver qué pasaba. Hasta que el entonces director de la Escuela de Cadetes, René Rivas -fallecido en 2004 en un accidente, en Pilar, junto al entonces jefe Daniel González- le preguntó si quería ser bombero. “Creo que no terminó de decírmelo que ya estaba adentro. Fue el 13 de junio del ´95, yo estaba por cumplir 16 años”, recuerda con precisión sobre uno de los días más felices de su vida.

Su primera salida como servidor público fue un choque en la Panamericana: un auto se había metido debajo de un camión y murieron los dos ocupantes. De ahí en más intervino en incontables accidentes e incendios, siempre dando el máximo junto a sus compañeros, quienes lo bautizaron “Chucky” por su costumbre de hacer “bromas pesadas”, que también le devuelven. “Por mi sobrenombre me conoce todo el mundo, por Moravcik no sé”, se jacta el primer bombero con discapacidad física del partido de Escobar y actual suboficial.

Dice que está padeciendo haber dejado de usar durante más de una década sus bastones canadienses, “por caprichoso”, reconoce. Ahora usa valvas en cada pierna para poder sostenerse. “Más de esto no hay, el próximo paso es la silla de ruedas. Tengo que cuidarme”, advierte, mucho más consciente del riesgo que corre si no baja un poco el ritmo de sus actividades.

“Pasa que no puedo hacer tantas cosas. Después del trabajo ayudo a mi viejo en el aserradero y vengo al cuartel. Pero no me arrepiento. Siempre digo que si tengo que dejar mi vida por ayudar a los demás, me iría contento, en mi gloria. Quiero salir de acá con los pies para adelante y ser bombero hasta el último día de mi vida”, afirma, tan claro como contundente, David Moravcik, un ejemplo de lucha y superación.

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