retrato de Enrique Erill
Vivía en Capital, pero durante décadas venía en tren a Escobar para atender a sus pacientes, en la primera mitad del siglo pasado. El hospital provincial, que lleva su nombre, inmortaliza su legado.

Hay nombres de otros tiempos que es común mencionar y escuchar, aunque no se sepa exactamente de quién se trata o qué hizo en vida para ser recordado después de su partida. Uno de los tantos ejemplos que hay en el partido de Escobar es el de Enrique Erill, el médico cuyo nombre lleva el hospital provincial pero de quien poco y nada se sabe.

Rastrear su pasado para lograr un perfil de este hombre no resulta fácil, en lo más mínimo. La memoria pródiga de algunos historiadores escobarenses y unos pocos recortes de diarios de antaño son casi el único material disponible que encontró DIA 32 para esta síntesis biográfica, quizás la primera que se haya escrito sobre él, al menos en las últimas décadas.

Erill fue uno de los primeros médicos que trabajó en Belén de Escobar, en la década de 1910, cuando las calles eran de barro, no había colectivos y el principal medio de transporte público era el tren. De hecho, él llegaba diariamente desde la ciudad de Buenos Aires a bordo de los coches del Ferrocarril Central Argentino (FCCA) para atender a los pocos habitantes del pueblo.

“En aquel entonces los médicos venían desde Capital. Él fue uno de los más reconocidos de acá, un gran laburante”, afirma el historiador Juan Pablo Beliera.

En base a su trayectoria, Erill fue nombrado director de la sala de primeros auxilios que funcionó durante varias décadas en un edificio lindero al actual Palacio Municipal, creada en 1923 por el periodista Francisco Lauría, director del periódico El Imparcial. Ese lugar, donde brindó sus servicios ad honorem, fue el embrión de lo que hoy es el hospital.

También fue uno de los galenos que trabajó en la, por entonces, flamante Sociedad Cosmopolita de Socorros Mutuos. Un aviso publicitario de la década del ‘30 lo anuncia como cirujano, algo bastante novedoso para la época.

Erill forjó una relación cercana con Argentino Torres, el primer boticario -algo similar a un farmacéutico, pero sin título- de Ingeniero Maschwitz. Torres se subía a un caballo y cruzaba por donde hoy está el puente de la Arenera para ir a visitarlo y hacerle consultas sobre sus pacientes.

“Llevaba una libreta con los problemas de cada uno y Erill le decía qué medicamento tenía que darles”, apunta Beliera. Actualmente, la sala de primeros auxilios ubicada frente a la plaza principal de Maschwitz lleva el nombre del boticario.

El médico del pueblo falleció en 1946. “Autoridades y pueblo aún están en deuda con él”, afirmaba, dos años después de su partida, El Imparcial, en un recorte que atesora el profesor de Historia y encargado del Museo Municipal Agustín Campiglia, Gustavo Issetta.

En la década del 50, el gobernador Domingo Mercante hizo construir una unidad sanitaria en la intersección de lo que hoy es la avenida Tapia de Cruz y la calle San Lorenzo. Años después, ese mismo edificio se elevó al rango de hospital y fue bautizado con el nombre de Enrique Erill. Sin embargo, es curioso que en todo el inmueble no haya una placa conmemorativa o aunque sea un cuadro con la foto del homenajeado.

Cientos de profesionales han pasado por los pasillos y consultorios del hospital provincial, desarrollando su carrera a lo largo del tiempo. Otros tantos, incluso, hicieron allí sus primeras experiencias en el mundo de la medicina y aún hoy atienden a los vecinos de Escobar y la región. Sin conocerlo, todos continúan el legado del doctor Enrique Erill.

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