Funcionó entre 1945 y 1955, después fue camping y tuvo una nueva vida como hostería desde 1995 hasta 2005. El testimonio del hijo de sus dueños, Joaquín Fasel.

Si un recién llegado conociera Escobar actualmente, le sería difícil entender que hasta hace pocos años era una ciudad con alma de pueblo, con casas bajas y rodeada de enormes campos donde aún pastaban vacas. Y mucho menos entendería que Loma Verde no era más que un páramo olvidado, allá en el norte del distrito.

Para eso el valor de los recuerdos y las historias contadas por quienes fueron protagonistas de otras épocas. Joaquín Fasel (83) es propietario de las tierras donde funcionó la casa de campo Molino Viejo, que contaba con uno de los primeros molinos harineros del país, a orillas del Río Luján.

Fasel es médico de profesión, amante y estudioso de la naturaleza, de las cuestiones ecológicas y apasionado por la pesca. “Mis padres (Mauricio y Margareth) compraron ese predio en 1943, a la vera del Río Luján, entre el puente de la ruta y el puente del ferrocarril. Era una casa abandonada visitada por cazadores. Tener una casa a orillas del río, con esa naturaleza exótica, era algo especial. Para financiarlo se les ocurrió hacer una posada. Así nació Molino Viejo”, cuenta, recordando su lazo con Loma Verde.

Lo único que había en ese entonces en Loma Verde era la parada del Chevallier. “Yo vivía en Belgrano, estamos hablando de los años 50. El lugar de la parada se llamaba La Querencia, la única entre Buenos Aires y Zárate”.

antigua imagen del frente de la posada Molino Viejo
Posada. La familia Fasel adquirió ese predio en 1943, entre el puente de la ruta y el del ferrocarril.

El molino harinero comenzó a funcionar a fines del siglo XIX, cuando los granos que se producían en Argentina se enviaban para ser procesados en Europa y después volvían al país en forma de harina.

“Llegó una empresa de origen francés que puso un molino en Bancalari, otro en Manzanares y el otro a la vera del Río Luján. Necesitaban energía hidráulica, no existía electricidad ahí y tampoco existían los molinos eléctricos. Tuvieron que hacer una represa que se llegaba a ver desde la ruta. Aprovecharon eso para armar parcelas y cultivar arroz, como explotación paralela, y la fertilización natural con un bruto palomar con más de mil casilleros. Al poco tiempo salieron los molinos eléctricos, que eran mucho más sencillos. Ahí abandonaron todo”, cuenta el médico.

la represa construida por una empresa molinera francesa
Represa. La hizo una empresa que necesitaba electricidad para su molino. Ya no existe.

Hotel rutero

La posada que abrieron sus padres tenía seis habitaciones y funcionó entre 1945 y 1955. Los principales huéspedes solían ser europeos que disfrutaban del campo y de la gastronomía, que era especial: peces, pichones de palomas, ranas y patos silvestres.

“Después salió a la venta todo un campo sobre la costa campanense, de ambos lados de la ruta, hasta el camino que va a Los Cardales. Toda esa parte se parceló y mis padres compraron inmediatamente las correspondientes linderas a nuestra propiedad”.

“Así fue que construimos un restaurante prácticamente sobre la ruta, para que pasen el día de campo sin necesidad de pernoctar. Cuando se hizo la Panamericana nos expropiaron una franja y el restaurant quedó casi a tiro de la ruta. La parte de hostería, del lado de Loma Verde, se cerró y quedó solo abierto el restaurante”, repasa Fasel, con lujo de detalles.

Entre los europeos que solían frecuentar la posada había un embajador suizo tan fascinado con el lugar que la terminó alquilando para eventos diplomáticos, que básicamente consistían en pasar el día y salir a caballo a campo abierto. Pero luego ese embajador fue convocado para trabajar en las Naciones Unidas y abandonó el proyecto.

  • fachada de la posada Molino Viejo
  • galería de la posada Molino Viejo
  • una habitación con dos camas de una plaza
  • fachada de la posada Molino Viejo

De posada a camping

En ese momento los Fasel decidieron reestructurar el negocio y hacer un camping para recibir a la cantidad de gente que iba al río.

El restaurante se convirtió en proveeduría, hasta que un trágico día un concesionario se olvidó la panchera encendida y se incendió por completo. A pesar del incidente, el camping siguió funcionando durante mucho tiempo.

“Las provisiones para aquella primera hostería se obtenían en Loma Verde, en el almacén de ramos generales de un matrimonio alemán. Ahí hay una historia muy fuerte que sucedió cuando yo tenía diez años. Un asesinato múltiple, protagonizado por el hijo de este matrimonio. El hijo quería vender un auto y salieron a probarlo con dos interesados a la ruta. Frenaron en el río y este chico mató a las dos personas y a su cómplice. Los quiso tirar al río y se quedó encajado. Todo Loma Verde estuvo consternado”.

Un hecho policial que, aunque de manera indirecta, atravesó la historia de Molino Viejo.

Mapa. El croquis de la zona en aquella época. Se destacan la ruta, el tren y los ríos Luján y Paraná.

Un nuevo cambio de piel

Las idas y venidas no terminarían ahí, ni el camping sería el último destino de la antigua posada. Años más tarde apareció la empresa Frávega con el proyecto hotelero Sofitel y les compraría toda la parcela sobre Campana para hacer un embarcadero que lo conectaba con el Paraná. Pero hubo una gran inundación y desistieron de armarlo.

Actualmente a la familia Fasel le queda una fracción de ese lado, que pertenece al Parque Nacional Ciervo de los Pantanos y está en litigio.

Luego de lo de Frávega, la propiedad sufrió un acto de vandalismo, donde fue destruida y quemada. Un techista lomaverdense fanático del lugar y de la pesca, llamado Ricardo Block, se ofreció a reconstruirlo. De esa manera se rescató el casco principal, que quedó tapeado, pero luego Block murió de un ataque cardíaco y Fasel finalmente bajaría los brazos frente a las diferentes vidas de Molino Viejo. “Ahora voy a ver los pajaritos”, cuenta, entre risas, desde su hogar en la ciudad de San Isidro.

Sin embargo, la hostería tendría una segunda vida. “Mientras funcionó el camping, la hostería tuvo su revancha. Como el restaurante se había mudado hacia la ruta, esa casa quedó para uso familiar. Con la ayuda de un matrimonio entrerriano, que se instaló ahí, funcionó nuevamente desde 1995 hasta 2005”, señala Fasel.

“Le habíamos dado una impronta de reserva natural privada con ofertas de visitas guiadas a yacimientos arqueológicos, interpretación de la naturaleza con paseos, avistajes de aves, caballos, tipo turismo ecológico. Y también el turismo de estancias, con comidas típicas, pasar el día de campo, con sulkys y caballos”.

Joaquín Fasel, hijo de los creadores de Molino Viejo y actual dueño de esas tierras
Memorias. Joaquín Fasel, hijo de los creadores de Molino Viejo y autor de un libro en su honor.

“Aquel Río Luján”

Luego de escribir su primer libro, titulado Aquel Ostende, en relación a su infancia en el balneario turístico de la costa atlántica, donde sus padres compraron en la década del 40 una casa que tuvieron que desenterrar en parte de la arena, Joaquín Fasel dedicó un año de su vida para poner en valor su segunda publicación: Aquel Río Luján. En este caso, lo atraviesa con su mirada de adolescente.

Con respecto al Loma Verde actual, el médico y escritor se muestra sorprendido frente al crecimiento rápido y explosivo que tuvo la localidad. “Siento que se conectó a Escobar y llegó hasta sus propios límites. Ya no es llegar gradualmente al campo, es un shock del desarrollo. La cantidad de locales y de gente es impresionante. No me lo esperaba, pensé que siempre sería una zona de quintas”, finaliza asombrado.

Una historia que sirve para preservar, aunque sea en imágenes contadas, la esencia de lo que fue un Escobar que ya no se parece en nada a eso.

2 comentarios

  1. Agradezco la nota. Con mi mujer solíamos pasar los fines de semana cuando funcionaban el camping y una pequeña proveeduría. Siempre me llamó la atención el salto de agua que sobrevivía sobre el río y era evidente que se trataba de los restos proyectados de un posible molino, pero nunca pude conseguir información coherente, al menos hasta leer esta nota que agradezco y valoro.

  2. El agradecido soy yo. Me satisface profundamente que esas páginas hayan gustado y despertado lindos recuerdos . Ese lugar tiene magia…

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