Desde 2010, Fermín Brusa marca la piel de sus clientes en Only Tattoo, su local de Escobar. Especialista en tatuaje tradicional, convirtió una curiosidad juvenil en una sólida carrera.

En el corazón de Belén de Escobar, sobre la calle Mitre 396, está Only Tattoo, un local que se ha convertido en referencia para los amantes del arte corporal en la zona norte del Gran Buenos Aires. Detrás de este emprendimiento se encuentra Fermín Nahuel Brusa (45), un tatuador cuya historia personal se entrelaza con la evolución misma de la cultura del tatuaje en nuestro país.

Vecino del barrio parque El Cazador, su relación con los tatuajes comenzó a principios de los años 90, cuando el rock marcaba el pulso de una generación. “Comencé con el mundo del tatuaje o lo descubrí con las bandas de rock. Los rockeros y todo ese palo estaban tatuados, no como ahora, pero ya llevaban sus tatuajes”, recuerda el tatuador escobarense, quien identifica a Guns N’Roses como su primera gran influencia, allá por 1991/92.

En aquella época, el tatuaje no era la expresión artística mainstream que es hoy. “Era algo raro, medio tabú también. Cuando comencé a tatuarme me miraban mal, te discriminaban. Me decían que nunca iba a querer laburar”, relata, describiendo un contexto social muy diferente al actual, donde “la tinta en la piel” era territorio de una contracultura específica.

La curiosidad y el deseo de experimentar esa rebeldía fueron los motores que lo llevaron a dar sus primeros pasos, no como tatuador, sino como cliente. “El motivo fue la curiosidad, el gusto, y saber qué era lo que sentía o cómo era tatuarse”, le explica a DIA 32.

Fermín Brusa, sentado en un sillón de su local
Experiencia. Con más de veinte años en el rubro, Fermín Brusa es un tatuador reconocido.

Autodidacta con mentor

Como muchos pioneros de su generación, Fermín Brusa comenzó su camino de manera autodidacta. “Me armé mi maquinita y probé. En aquel momento era muy complicado ir a un local de tattoo y que te enseñen”, cuenta, recordando una época donde la información y la formación en esta disciplina eran mucho más limitadas que en la actualidad.

Su primera experiencia profesional fue, paradójicamente, consigo mismo. “El primer tatuaje como profesional me lo hice en la pierna. Horrible, un desastre, me temblaba la mano y la máquina sin regular. Después vinieron los amigos y la novia de turno”, recuerda con humor ese momento iniciático que marcaría el comienzo de su carrera.

“Las motos, la música y el tatuaje están totalmente ligados, es algo que va de la mano. Es un estilo, una forma de vida”.

El punto de inflexión llegó en 2001, cuando conoció a quien se convertiría en su mentor: el “Negro Tony”, en el barrio porteño de Belgrano. “Pegamos buena onda y empecé a trabajar con él. Primero poniendo aritos y al mes comencé a tatuar”, relata. Entusiasmado, no dudó en vender su moto de repartidor para invertir en el material necesario para dedicarse profesionalmente al tatuaje.

Con más de dos décadas en el rubro, este artista del tatuaje ha desarrollado una clara preferencia estilística que refleja tanto su formación autodidacta como su filosofía. “Lo que más me gusta y lo que dura en el tiempo es el tradicional”, afirma categóricamente. Su especialización en el estilo tradicional responde a una visión práctica y estética muy definida: “Línea fuerte, bien clavado, negro sólido y color. Sin mucho detalle y degradé”, explica, defendiendo una técnica que privilegia la durabilidad y el impacto visual por sobre las tendencias pasajeras.

Fermín Brusa en la puerta de Only Tatoo
Estilo. “Lo que más me gusta y lo que dura en el tiempo es el tatuaje tradicional”, afirma.

Solo tatuajes

El origen de Only Tattoo se remonta a 2009, cuando Fermín Brusa decidió dividir su tiempo laboral entre Belgrano y Escobar. Una circunstancia personal -la enfermedad de su madre- lo llevó a volver a establecerse definitivamente en la ciudad. “Empecé a laburar algunos días en Belgrano y otros días en Escobar, en un estudio chiquito que habían abierto acá. Lo hice para probar. Cuando me fui de ese estudio decidí abrir el mío y quedarme en Escobar. Había conocido a bastante gente, tenía algo de clientela. Me la jugué”, recuerda sobre la decisión que tomaría junto a Sergio Góngora de fundar su propio local en 2010.

El nombre del estudio tiene una historia curiosa que refleja la época de las redes sociales primitivas: “Only Tattoo nació de un estado que yo ponía en el Fotolog. Lo ponía como haciendo referencia a que es lo único que importa”, revela mostrando cómo la pasión por su oficio trascendía incluso a sus expresiones en las redes.

Interior del local de Only Tatoo
Tienda de tatuajes. El local de Only Tattoo está en Mitre 396, casi Travi, en el centro de Escobar.

Aunque inicialmente no tenía planeado establecerse permanentemente en Escobar, el éxito de su trabajo en la zona lo convenció de quedarse. “Me empezó a ir muy bien. La verdad es que siempre tuve mucho trabajo y no me fui más. A pesar de que no quería morir acá, terminé en Escobar”, bromea sobre su relación con la ciudad que lo convirtió en uno de sus tatuadores más reconocidos.

Sin embargo, esto no lo limitó a trabajar exclusivamente en su local. “Nunca dejé de viajar, laburé en otros estudios también, iba y venía, pero la base está acá”, aclara, demostrando que su compromiso con la zona no ha impedido su crecimiento profesional en otros ámbitos.

La ética profesional

Con la experiencia de más de dos décadas en el rubro, Fermín Brusa ha desarrollado claros criterios éticos sobre qué clase de trabajos acepta realizar. Sin dudarlo, menciona varios tipos de diseños que rechaza categóricamente: símbolos fascistas, esvásticas o cualquier imagen que vaya en contra de sus valores o que pueda resultar ofensiva para otros.

“También tatuajes que son muy malos, o son malas decisiones de las personas. La gente a veces se apura por ciertas cuestiones personales y se hace cualquier cosa, de la cual se va a arrepentir. Uno como profesional se lo tiene que decir”, comenta en su rol de consejero para sus clientes.

Identidad y pertenencia

Para él, el mundo del tatuaje no puede entenderse sin dos elementos fundamentales que han marcado su vida: las motos y la música. “Toda la vida tuve moto. No la moto que yo quisiera, porque no tenía un mango”, confiesa, recordando cómo en sus primeros años en Capital veía con admiración a los tatuadores veteranos con sus Harley Davidson y sus choperas.

Las motos, la música y el tatuaje están totalmente ligados, es algo que va de la mano. Es un estilo, es una forma de vida”, explica, describiendo una filosofía que trasciende lo meramente profesional. Sin embargo, el tatuador observa con cierta nostalgia cómo esta cultura ha evolucionado. “Hoy en día se mezcló todo, se distorsionó, porque es más moda. Antes era algo distintivo, un tatuaje lo llevaba alguien que tenía una banda de rock, un motoquero o el que pertenecía a cierto palo. Así se definían las personas”.

Fermín Brusa en su moto, frente a su local de tatuajes
Pasiones. “Las motos, la música y el tatuaje están totalmente ligados”, afirma Fermín Brusa.

El tatuaje representa lo que sos, un poco de rebeldía y también la pertenencia a cierta tribu. Yo crecí con eso, lo conocí así y lo aprendí de esa manera”, reflexiona, manteniendo viva la esencia original que lo llevó a este mundo hace más de 20 años. Para Fermín Brusa, el tatuaje sigue siendo mucho más que una simple decoración corporal.

Desde su local, continúa tatuando con la misma pasión que lo motivó en los años 90, cuando los Guns sonaban en las radios y el tatuaje era territorio de rebeldes. A sus 45, con más de 15 años al frente de Only Tattoo, sigue consolidándose como uno de los referentes del tatuaje de este lado de la General Paz.

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