Entre tanta tendencia que viene y va, hay una que parece perdurar a través de los años y que no solo se consagra con ellos si no que se va masificando a medida que su connotación cultural se expande.

por ROCÍO M. OTERO
rotero@dia32.com.ar

Llevo tus marcas en mi piel”, cantaba Fito Páez a principios de los ‘90 luciendo una larga cabellera y camisa floreada. “Tatuada llevo la marca de tus aguijones”, vociferaba el Indio Solari en su último recital, acompañado por miles de gargantas roncas y ya sin voz. Y es que los tatuajes siempre fueron y serán un eje inspirador para las canciones y la poesía. Quizás porque no hay otra cosa más que la piel que nazca y muera con una persona.

Desde sus orígenes, y como todas las cosas ancestrales, su significado fue cambiando. Pero si hay algo que no cambió es que el tatuaje es la única marca hecha por voluntad propia que se lleva toda la vida con uno.

Amor y fidelidad

El sonido de las agujas rechinadas sobre la piel de un señor mayor es lo primero que se escucha a lo lejos cuando se abre la puerta. El olor en el ambiente es raro, complicado de definir, donde las sensaciones más puras de miedo, satisfacción y libertad se entrelazan de manera tal que solo la decisión de llevar una marca de por vida en la piel las puede unir.

“¿Quedo bien?”, preguntó el cincuentón, riéndose de sí mismo. Como quien tiene la necesidad de corroborar que lo que hizo sigue estando en el mismo lugar, vuelve a mirarse de reojo en el espejo una y otra vez. “Decime la verdad, ¿no quedo ridículo, no?”, le pregunta al tatuador, que le responde sonriendo.

El hombre paga lo acordado y se retira con un hermoso hipocampo en el hombro, símbolo de la fidelidad, dedicado a su novia, unos cuantos años menor que él, como gesto de amor. Tal vez esa sea la magia que hace que el arte de tatuar se diferencie de cualquier otro: el mismo dibujo en diferentes pieles puede tomar uno o mil significados, según la voluntad de su portador.

Pasan los años, quedan los artistas

“Las personas que más se tatúan son mujeres de entre veinte y treinta años” afirma a DIA 32 Fermín Brusa, tatuador profesional desde hace más de diez años. El término tatuador profesional implica que tiene el don, la capacidad y la suerte de poder vivir de su arte.

“No hay un tatuaje característico ni uno común. Cada uno viene con sus enrosques y te pide lo que para él es importante”, comenta sobre sus clientes y reafirmando una vez más aquello de que “cada persona es un mundo”.

Mientras toma una revista con sus manos llenas de colores y confiesa que es casi imposible contar la cantidad de tatuajes que tiene en su cuerpo, surge la pregunta infaltable: ¿Qué pasa si te arrepentís? “Para borrar un tatuaje no tenés muchas opciones, o lo vas haciendo con láser de a poco y después lo tapás con otro más grande arriba, o con la tumba”.

“Cada vez esta viniendo más gente mayor a tatuarse, de a poco se están animando”, cuenta, por su parte, Karina Vivanco, que también aboca su vida a hacer piercings y tatuar. “Todos empiezan por algo chiquito, pero después les termina gustando y se van haciendo cosas más grandes”.

“La piel de alguien que se tatuó nunca más vuelve a ser la misma, aun así se lo borre. En el mejor de los casos le queda una mancha, como si se hubiese quemado, por eso es muy importante que al hacerse un tatuaje la persona esté convencida”, advierte Karina.

Muchos eligen esta técnica para recordar a alguien que ya no está, para llevar en su piel la música que los marcó, como un símbolo religioso de protección o, simplemente, por moda. Aunque este último ítem le saca mucho valor a lo que es en sí mismo el arte de dibujar.

Ambos tatuadores concuerdan en que “cuando uno tiene que hacer todos los días lo que le piden deja de ser tan divertido”, pero están agradecidos de trabajar de lo que les gusta, usando la piel de sus clientes y sus pequeñas agujas como un paño en blanco y un pincel que esperan ansiosos crear una figura.

Hasta que la muerte nos separe

Aún hoy, en este nuevo siglo repleto de tecnología y falso liberalismo, muchas voces ven a los tatuajes como un tema tabú. Todavía se escuchan frases como “Hacételo en un lugar que no se vea, que si no es más difícil conseguir trabajo” o “Cuando la piel se te arrugue te vas a terminar arrepintiendo”.

A eso se debe que todavía haya gente que vive los tatuajes como un símbolo de rebeldía y autoliberación, pero por suerte los doblegan los que los ven como algo que los caracteriza, que los marcó en su vida y por eso deciden que desparezcan cuando ellos ya no estén. Es que el tatuaje es tan efímero como la vida misma, pero su significado es tan fuerte como para enterrarse con el.

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