Es una ONG que surgió en Villa Madero y hace un año se instaló en El Cazador. Se ocupan de cuidar y recuperar a perros y gatos víctimas de accidentes, enfermos, lisiados y abandonados. Buscan voluntarios.

Por FLORENCIA ALVAREZ
falvarez@dia32.com.ar

Amanece en Las Renatas y comienza una rutina que todos los días es igual: los animales que están alojados en este refugio son medicados, luego alimentados y cada uno recibe las curaciones que necesita. A continuación, sus encargados llevan a cabo una minuciosa limpieza del predio.

Hay varios caniles grandes, todos numerados y con cartelitos que tienen la foto y el nombre de los perros que están dentro. En la puerta de cada uno hay correas y bolsas de residuos. En el medio del predio hay una pelopincho donde hacen rehabilitación. Hacia el fondo hay una cocina y una enfermería llena de cajas de medicamentos rotuladas, pastilleros individuales y pizarrones con las indicaciones de sus tratamientos.

Durante el día llegan la veterinaria, la fisioterapeuta y otros especialistas que, con sus conocimientos, ayudan a mejorar la situación de las mascotas. La mayoría precisa curaciones y cambio de vendajes permanentes, porque todos tienen un problema serio: desde discapacidad motriz hasta problemas de columna, amputaciones, enfermedades terminales o simplemente vejez. Por la tarde, cuando está cayendo el sol, todos vuelven a comer y a ser medicados.

El funcionamiento del refugio Las Renatas, ubicado en El Cazador, sobre la calle Rubén Darío 3130, es casi como el de un hospital, solo que aquí se curan perros y gatos de la calle, que el destino arrojó a su suerte.

Volver a nacer

El origen de todo esto se remonta a 2012, cuando Giselle Ferrero (38) adoptó a una perrita que estaba abandonada en un basural de La Salada. A partir de la llegada de Renata -nombre que significa “volver a nacer”- comenzó a involucrarse y a sentir la necesidad de hacer algo por esos perros indefensos.

Era madre de tres hijos -ahora tiene cuatro- y se ganaba la vida en un local familiar de ropa de trabajo. Parecía demasiada carga para asumir nuevos compromisos, pero no dudó: “Un día me planteé a mí misma que nunca iba a ser el momento indicado para ayudar a los animales, porque siempre iba a tener complicaciones. Entonces decidí que el momento era ahora”, cuenta.

Ella veía que nadie ayudaba a esos perros de la calle que eran atropellados, que estaban lastimados o que sufrían algún tipo de enfermedad en soledad, pasando frío, hambre y miedo.

Comenzó en su casa de Villa Madero, ocupándose de recuperar a los lisiados y acompañando hasta su muerte a los enfermos terminales. Siempre con el objetivo de encontrarles una familia que los ame. Sin embargo, hasta ahora, nunca hubo una adopción de un perro con discapacidad.

Ante semejante desafío, Giselle no siempre estuvo apoyada: “Lo peor fue que la situación se me vino en contra con mi familia y seguir adelante a pesar de eso fue lo más duro que atravesé”.

Tuvo que llevar el refugio fuera de la casa para formar un grupo de voluntarios que pudiesen entrar y salir cuando hiciera falta. Consiguió un terreno en Villa Madero donde comenzó de nuevo, pero al tiempo fueron desalojados por las quejas de los vecinos. “Es muy difícil que alguien te alquile un lugar para trabajar con animales. Pero por medio de la recomendación del refugio El Campito logramos que nos donaran un terreno en Escobar”, explica. Fue en febrero de 2017, ya hace un año.

A veces te sentís un poco mal, venís acá y te recargás. Si ellos luchan, ¿cómo nosotros no lo vamos a hacer?”, reflexiona Nancy Moreno.

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Reconfortante e ingrato

Hoy son una ONG, tienen 60 animales a su cargo, tres cuidadores, dos veterinarias y un grupo de 20 voluntarios que se ocupan no solo de atender sino de jugar y darles cariño a los perros y gatos internados. También, durante los fines de semana, colaboran con los trabajos de obra en los caniles. Se sostienen mediante donaciones de dinero, de insumos y padrinazgos.

Ahora están en la búsqueda de nuevos voluntarios que sean de la zona. Uno de ellos es Juan Signorelli, quien está a cargo del canil 9, donde la mayoría de los perros son discapacitados. “Lo que ocurre en este lugar es que los perros son muy buenos, pareciera que están agradecidos. Te dan una lección de vida”, comenta a DIA 32 el otrora profesor de Química en la Escuela Técnica Nº1, ya jubilado.

Junto a él están Nancy Moreno y su marido, Marcelo Meli, que viven en Boedo. “A veces te sentís un poco mal, venís acá y te recargás. Si ellos luchan, ¿cómo nosotros no lo vamos a hacer?”, reflexiona la mujer.

Es un trabajo de todos los días, sin importar si llueve, hace mucho frío o mucho calor. Reconfortante cuando las cosas salen bien y algún animal se recupera, pero también muy ingrato, porque en su mayoría son perros que están sufriendo y a los que nadie quiere, con la dificultad de encontrar espacios donde tenerlos y gente que quiera colaborar con la causa.

“No sé cómo no bajé los brazos todavía -confiesa Giselle-. Será gracias a los que sí me apoyaron en estos años y con quienes logramos formar un equipo. Mi gran preocupación era darles un lugar a los animales por si a mí me pasaba algo algún día. Si estaban en casa iba a ser complicado que pudieran permanecer. Quería que tuviesen su propio lugar a pesar a mí y lo conseguimos”, finaliza, con la satisfacción del objetivo cumplido.

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Contactos

Los interesados en adoptar o sumarse al equipo de voluntarios de Las Renatas pueden contactarse al (011) 15-3001-7001. También a través del sitio web de la ONG (www.lasrenatas.org) o su página de Facebook: Refugio Las Renatas.

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