Fue el primer instructor de la especialidad en Escobar y está por lograr el título de maestro, que muy pocos tienen en el país. “Esto no es un trabajo, es una vocación”, afirma, con tres décadas de experiencia.

Por JAVIER RUBINSTEIN
Director de El Deportivo Magazine y El Deportivo Web

Eduardo González fue el primer profesor de taekwondo en el distrito, por él pasaron cientos y cientos de alumnos. Lleva treinta años como instructor y le ha inculcado este deporte a tres generaciones. Hasta entrena a nietos de ex alumnos, y a los 62 años sigue en plena actividad.

“Comencé en el ‘77, en la zona de Núñez. Vivía en Don Torcuato y entrenaba en Capital. Practiqué cuatro años y me recibí de instructor. Cuando era cinturón azul me propuse llegar a enseñar. Estaba muy enganchado con la serie de Bruce Lee, él fue mi principal motivador para que haga esto. Practiqué sipalki un año y después me incliné al taekwondo”, le cuenta “Lali” a DIA 32 sobre sus inicios en lo que define como “un estilo de vida”.

“En 1981 abrimos un gimnasio en San Isidro con el profesor Gómez de Olivera. Ahí estuvimos cuatro años, pero no lo supimos trabajar, nos separamos y yo me vine para Escobar. Le alquilamos al doctor Fiorini en la calle Ameghino, trabajé con César Fernández, que era profesor de kung-fu. Después abrí el gimnasio de la calle Don Bosco. En ese momento llegué a tener 300 alumnos. Era el auge total porque no había en la zona, yo traje el taekwondo a Escobar. Sí se practicaba karate, pero después no lo dieron más”, asegura un rato antes de comenzar una de sus clases en Bolagama Fitness Center.

Una vez afianzado en la enseñanza, González empezó a perfeccionarse en el exterior. “Estuve un mes entrenando en Estados Unidos con muy buenos profesores, aprendí mucho. Con los alumnos empezamos a competir, ganamos el ranking anual tres veces, íbamos a todos lados. La cantidad que tuve es incalculable, hoy le doy clases a nietos de personas que entrené hace varios años. Hay gente que practica conmigo hace 25 años. He mandado chicos a competir a Europa, como Claudia Quintana, que salió primera en Holanda. Ella fue una de mis mejores alumnas”, señala.

Dentro de las artes marciales, el taekwondo es la defensa personal más aprendida en el país. Para González, eso tiene una explicación: “Creo que el argentino lo elige por la movilidad que tiene, a diferencia de otras artes marciales. Es vistoso, se usa mucha estrategia en el combate. Eso es lo que más gusta. Además, se busca como defensa personal. He recibido mails de madres que me preguntan si sirve para defenderse porque los chicos tienen problemas a la salida de los colegios. Hoy ese riesgo es general, pero también hay que inculcar que se utiliza solo cuando realmente se corre peligro, no para demostrar que saben”, enfatiza.

Para ser instructor, al taekwondo hay que llevarlo en el alma y tener una vocación, no es un trabajo. Hay que sentirlo”.

“En Escobar hay muy buenos instructores y también mediocres. Eso le hace muy mal a los que enseñamos y lo llevamos en el alma. Para ser instructor, al taekwondo hay que llevarlo en el alma y tener una vocación, no es un trabajo. Algunos lo tienen como una salida laboral y no es así. Hay que sentirlo. Por eso, con mis instructores nos juntamos los sábados para hablar y perfeccionarnos cada vez más. Siempre inculcando el do, que es la parte filosófica e intelectual del taekwondo. Saber cuándo uno tiene que defenderse, los principios, el juramento del estudiante. Es una filosofía de vida”, resume.

González también dirige la Organización Zona Norte, enseña en el Club Italiano y tiene instructores en Belén de Escobar, Garín, Matheu, Campana, Villa Rosa y Pacheco, todos danes de la ITF (International Taekwondo Federation).

Sobre el futuro, tiene claro lo que desea: “Mi objetivo más importante es, el día que no pueda dar más clases, dejar un grupo que se pueda manejar junto. Que no se dispersen, eso me inculcaron a mí. A fin de año voy a rendir para ser séptimo dan, no hay muchos en el país, ya es la categoría de maestro. Los chicos que vienen atrás me dan la fuerza y me empujan para que siga entrenando. Uno de los juramentos del estudiante es ayudar a construir un mundo mejor y más pacífico, eso lo hablamos todo el tiempo. Cuando les preguntamos a los chicos cómo podemos lograr eso, nos dicen ‘siguiendo los principios del taekwondo’. Por eso estoy convencido que a los siete u ocho años es cuando tenemos que tomar a los chicos”, asegura desde su vasto conocimiento.

La historia de “Lali” y el taekwondo, casi sinónimos en Escobar.

Comentar la noticia

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *