Hace dos años Enrique Burraco abrió su dojo sobre la calle Los Tilos, donde enseña un arte marcial que usa al golpe como último recurso. Su filosofía se basa en el respeto y las formas.

Por JAVIER RUBINSTEIN
Director de El Deportivo Magazine y El Deportivo Web

En un amplio lugar, rodeado de árboles y con el revoleteo de pájaros que vienen y van, está el Dojo Loma Verde, sobre la calle Los Tilos, a trescientos metros de la Colectora Oeste. Allí vive, da clases y tiene su espacio Enrique Burraco (53), II dan de aikido, un arte marcial de origen japonés que consiste en técnicas de defensa personal pero que tiene consigo toda una filosofía de vida, basada en el respeto y las formas.

En 2016 Burraco abrió su dojo (lugar de práctica) en el parque de su casa y empezó a dar clases de aikido, arte que ya venía practicando desde hacía más de diez años en Palermo, con Kurata Sensei. En ese entonces vivía en Nuñez y a partir de 2010 se instaló en el partido de Escobar. Practicó en la Asociación Japonesa y volvió a entrenar en Capital.

“Yo era director de escuelas y me convenía más seguir en Palermo, por los horarios. Después surgió un proyecto de dar clases en un merendero, algo que no se concretó por diferentes motivos, y ahí abrí el dojo en casa”, le cuenta a DIA 32.

El aikido es un arte marcial y, dentro de ese grupo, un budó. “Significa ‘me entreno para la guerra’, el origen es ese. Así se preparaban y vivían los samurái. Después pasó a ser un arte marcial, tras la II Guerra Mundial. Todas sus técnicas tienen origen en Japón y consiste en practicar, practicar y practicar hasta perfeccionar una técnica”, explica Burraco.

“Hay un mito de utilizar la energía del adversario para reducirlo en el piso, no es así. Hay que practicar”, insiste el instructor, marcando la filosofía del aikido, donde no hay vencedores ni vencidos. Por eso él no lo considera un deporte. Se trata de superarse a uno mismo, estar en paz y llegar a los límites de la perfección en los movimientos. Como en otras artes marciales, sí hay graduaciones y los alumnos van cambiando de color de cinturón hasta llegar a danes.

En el aikido se aprende a utilizar herramientas de defensa y ataque de forma cotidiana, pero su objetivo nunca es lastimar al otro, ni siquiera en una situación conflictiva que pueda suceder en la calle. Tratar de impedir un momento de tensión y sortearlo sin utilizar la fuerza también es parte de esta especialidad.

Tirar al otro durante un entrenamiento no es lo primordial sino tratar de hacerlo respetando las técnicas y donde la mejor defensa, muchas veces, es alejarse. “Acá no es venir a tirar y aprender a recibir golpes, eso es un 20%. El 80% restante es la formalidad de una etiqueta con mi compañero, los que entiendan eso están preparados para el aikido”, afirma Burraco, convencido de su pasión.

El dojo de Loma Verde abre los martes, jueves y sábados. Las clases son gratuitas y en ellas se enseñan técnicas, defensas, ataques, golpes y hasta movimientos para desarmar al oponente en caso de estar armado. A principios de febrero Burraco estuvo junto a su mujer en España, Finlandia y Suecia, haciendo seminarios de aikido. “Aprendí mucho, siempre hay un crecimiento y un aprendizaje”, señala.

“La única victoria es la victoria sobre uno mismo”, reza un cartel que está a la derecha del dojo. Esa frase es la síntesis de lo que significa el aikido, un arte marcial de “etiqueta”, donde la autosuperación es el gran objetivo.

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