Con compromiso y entusiasmo, cada mes lleva la revista DIA 32 a cientos de hogares escobarenses en su bicicleta, desde el Paraná de las Palmas hasta el barrio Lambertuchi. Un todoterreno infatigable, siempre al pie del cañón.

Aunque acaba de cumplir 49 años, no los aparenta para nada. Siempre arriba de su bici, pedaleando a lo ancho y a lo largo de Escobar, saludando y hablando con sus clientes mientras hace lo que más le gusta: repartir la DIA 32. Así desde el primer número, con simpatía, compromiso y dedicación.

Flavio Yacuzzi nació el 20 de septiembre de 1971 en Ramos Mejía, partido de La Matanza, pero a los pocos años se radicó en Belén de Escobar junto a sus padres Jorge y Araceli, y Diana, su hermana mayor. Tiempo después llegaría Ciro, el menor de los tres.

Hizo toda la primaria en la Escuela Nº7 del barrio El Cazador y la secundaria en la Media Nº2 de Matheu, pero hasta el primer año. “Dejé porque me llevaba hasta los recreos. Solamente me gustaba cuando había horas libres. Mi curso era tremendo”, recuerda con picardía sobre su época adolescente.

Después se anotó en el Centro de Formación Profesional Nº402 y cursó tres oficios: electricidad del automóvil, herrería y computación. “De los tres aprendí cosas. Manejo una compu, sé soldar y he cambiado cables de autos, pero no llegué a dedicarme a ninguno”, señala.

Su primer acercamiento a la gráfica fue con el periódico Cristo Hoy, que llevaba casa por casa en El Cazador. Pero descubrió su vocación de canillita con el recordado semanario El Mensajero, donde su hermano trabajaba de redactor. Por años fue su principal distribuidor, hasta que dejó de editarse, en 2012.

Durante unos años también manejó la cartera de suscriptores del puesto de diarios y revistas de la entrada de El Cazador. Y en abril de 2009, desde la hora cero, se sumó al staff de DIA 32. Hasta antes de la pandemia, vendía más de 700 revistas. Ahora, pese a todo, no baja de 500. Un fenómeno.

“Desde chiquito tengo pasta para vender. En la escuela era el encargado de las rifas. Reparto por el centro, Lambertuchi, La Chechela, Las Lomas, El Cazador y el Paraná”, detalla. Una rutina mensual que también lo ayuda a mantenerse bien físicamente.

Su fiel y resistente compañera es una bicicleta inglesa equipada con un amplio canasto para llevar los ejemplares y una simpática bocina.

“¿Si me gusta más andar en bici o vender la revista? Las dos cosas. Me gusta el trabajo de estar en la calle. Arranco 8.30 hasta el mediodía y sigo a la tarde. Si me quitan esto me deprimo, me pongo mal. Lo mismo si no ando en bicicleta”, confiesa sobre sus dos grandes pasiones. Además, menciona a su mejor cliente: “Francisco Sánchez Mera, la compra desde el primer número”.

Hincha de Colón de Santa Fe, Flavio también es parquista. “Lo hago desde chico, me distrae”, comenta. Además, le gustan las danzas folklóricas: baila en el Ballet de Jesús y en Enlazando Tradiciones. Y todos los domingos asiste religiosamente a misa: “Me hace bien la palabra del Señor”, sostiene.

Apreciado por todos, Flavio le hace honor al oficio de ser canillita. Nada lo detiene. Donde sea, él pedalea y siempre llega a destino, revista en mano.

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