Tener animales domésticos implica cuidarlos, darles de comer y albergue. Pero de tanto quererlos muchas personas van más allá y, en su afán de humanizarlos, terminan arruinándoles la vida. Historias de perros y gatos malcriados, VIP y millonarios.

Por FLORENCIA ALVAREZ
falvarez@dia32.com.ar

Perros y gatos viven entre las personas como integrantes de la familia. Se calcula que cada cuatro habitantes hay una mascota, sobre todo en lugares como Escobar, donde predominan las casas con grandes jardines y espacio para tener animales.

Argentina es el país de América latina con mayor cantidad de mascotas. El porcentaje asciende al 78%, mientras que Chile tiene el 71%, México 54%, Brasil 44% y Colombia 35%, según una encuesta de una empresa fabricante de alimento balanceado. Aquí, 8 de cada 10 familias tiene un animal en su casa: el 63% tiene perros, mientras que un 26% elige gatos.

El mayor número de animales se da en los hogares con varios chicos. Los padres se los obsequian por razones afectivas, pero también con fines educativos, para enseñarles el sentido de responsabilidad y los ciclos vitales. Cuánto mayores son los ingresos familiares, más hay en la casa.

El amor por las mascotas suele ser inconmensurable, a veces rayano con lo ridículo, y queda claro que cada una vive “una mejor vida” dependiendo del poder adquisitivo de su dueño.

Un ejemplo son los corgi galés pembrok de la reina de Inglaterra, quienes, literalmente, llevan una vida de reyes. Isabel II tuvo 90 perros de esta raza desde que le regalaron el primero, Susan, al cumplir 18 años. Siempre les acondicionó habitaciones especiales para ellos, lujosos “corgi rooms” resguardados de las corrientes de aire y que poseen closets con ropa de última moda y collares de oro y plata de Cartier.

Allí también guardan las botitas de goma que la reina les mandó a confeccionar especialmente para que no se lastimen los pies cuando salen a pasear por lugares pedregosos. Tienen un psicólogo personal y un camarero que les sirve solomillo de ternera y pechuga de pollo con salsa especial, preparado por un chef profesional.

Mientras, en el mundo real, que nada tiene que ver con la realeza británica, las empresas elaboradoras de alimentos balanceados hacen creer que con sus productos es fácil dar de comer y conservar con buena salud a un animal cautivo. “Pero no dan a conocer la forma impropia en que los almacenan, que los re cocinan, desvitalizados y contaminados por un sinfín de productos químicos”, asegura Charles Danten en su libro Un veterinario encolerizado. “No caben dudas de que la alimentación con sobras de la mesa es mucho mejor para la salud que cualquier alimento industrial”, afirma el veterinario.

Sobreprotegidos

En el afán por humanizarlos y de “buena fe”, mucha gente somete a los animales a daños irreparables que pueden provocarles cambios en el carácter e inmadurez de por vida. Halagándolos o dejándolos acostarse en sus camas, contemplándolos comer, acariciándolos constantemente y satisfaciendo hasta sus menores deseos, les dan, sin saberlo, todas las prerrogativas de un animal dominante.

“Por eso no es de sorprender que se aprovechen, pues está en su naturaleza. Así, en cuanto un perro se sienta en posición de autoridad, hará todo lo que pueda por protegerla. No es raro que un perro de carácter dominante niegue al marido el acceso al lecho junto a su mujer. Por todas esas razones, muchas personas tienen un terrible temor a su propio perro”, señala Danten.

Sin embargo, esto de mimarlos y sobreprotegerlos demasiado no es sólo culpa de la modernidad. En Egipto, hace 6 mil años, los gatos caseros eran idolatrados. Comían a la mesa de su amo, quien los cubría de adornos y de joyas. Algo parecido pasaba en China con el pekinés, que ocupaba un lugar privilegiado en la corte del emperador, dormía con él y comía sus platillos.

Hoy, hay gente que los trata de forma similar. La industria ha desarrollado un sinfín de productos y servicios para las mascotas “fashion”.

Cuando la gente común sale a vacacionar se lleva al perro en el auto, al gato en una jaulita y alquilan casas o departamentos donde se acepten mascotas. Pero los VIP (Very Important Pets) disfrutan de otros placeres. En hoteles como el Palacio Duhau Park Hyatt o el Four Seasons, ambos en Buenos Aires, las mascotas saborean galletas en forma de huesito, van a la peluquería, tienen juguetes en la habitación, las llevan a dar paseos por la ciudad, cuentan con almohadones especiales y hasta con “dog sitters”.

Si no pueden viajar con sus dueños, no se quedan en vulgares guarderías o durmiendo en caniles comunitarios sino que se hospedan en residencias donde los reciben con masajes relajantes, gimnasio, peluquería, alta cocina, piscina y largos paseos. Las habitaciones cuentan con sofá y televisión para que los perros se sientan como en casa. Un chofer los recoge y los entrega a domicilio. En el hotel D Pet, en el barrio neoyorquino de Chelsea, además de todos estos servicios, por 200 dólares la noche les ofrecen limpiezas bucales, tratamientos corporales con aceites y pedicuría para sus cuatro patas.

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Herederos

Indudablemente, hay personas que en vida la pasan mucho mejor con sus mascotas que con sus seres cercanos, incluso hijos o nietos. Cuando la magnate hotelera Leona Helmsley murió en 2007, le dejó a su perrita Trouble una herencia de 12 millones de dólares, desairando a sus cuatro nietos. Aunque suene increíble, casos como ese hay muchos. Por ejemplo, la animadora norteamericana Oprah Winfrey ya redactó su testamento: cuando muera, 30 millones de dólares quedarán para que sus cinco perros puedan seguir manteniendo el mismo nivel de vida.

Una viuda italiana llamada Nicolina, de la ciudad de Caserta, le dejó a su caniche Chicco todos sus bienes, valuados en dos millones de dólares, a pesar de tener una hija y nietos a quienes ignoró por completo en su testamento. Tomasso, un gato negro que había vagado por las calles de Roma durante dos años, también se convirtió en millonario cuando su dueña, María Assunta, de 94 años, le dejó diez millones de euros.

De esta larga lista, el caso quizás más emblemático es el del pastor alemán Gunther IV, el can más rico del mundo, cuya cuenta bancaria ascendió a 324 millones de dólares luego de que la condesa alemana Karlotta Liebenstein le legara toda su fortuna.

Según el dicho, todos los extremos son malos: ni maltratarlos ni sobreprotegerlos, ni dejarlos a la buena de Dios ni humanizarlos. Perros y gatos son animales cuya naturaleza ya fue modificada por el hombre, solo queda encontrar un punto medio para que la convivencia sea lo más amable posible.

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