Envuelto en denuncias por malversación de fondos y hasta una supuesta familia oculta, monseñor Oscar Sarlinga decidió renunciar a la Diócesis de Zárate-Campana. El Papa Francisco designó a su reemplazante, que asumirá el sábado 19.

Por ALEJO PORJOLOVSKY
aporjolovsky@dia32.com.ar

A lo largo de su historia, el cristianismo ha desarrollado una lista de siete pecados capitales, considerados como los peores vicios en que puede caer una persona: soberbia, avaricia, gula, lujuria, pereza, envidia e ira integran la fatídica nómina que debería evitar cualquier creyente. Sin embargo, monseñor Oscar Sarlinga habría incurrido en varios de ellos y por eso desde el Vaticano le indicaron que diera un paso al costado y renuncie a la Diócesis de Zárate-Campana.

Sarlinga inició su ministerio en febrero de 2006, cuando Benedicto XVI lo nombró para estar a cargo de una jurisdicción de más de 700 mil habitantes y que abarca los partidos de Escobar, Pilar, Campana, Zárate, Baradero, San Antonio de Areco y Exaltación de la Cruz.

La elección de Sarlinga no estuvo ajena a los entredichos por la inusual edad para ejercer el cargo -tenía 43 años por entonces- y porque no estaba en la terna enviada desde Argentina al Santo Padre. Su cercanía al por entonces secretario de estado del Vaticano, Tarsicio Bertone, habría influido en la decisión del Papa emérito.

Su misión pastoral al frente de la diócesis estuvo signada por escándalos económico-financieros (entre ellos, la presunta compra de un semi-piso en el coqueto barrio porteño de Recoleta), supuestos maltratos a sacerdotes y laicos y situaciones flagrantes no sólo en la curia sino también en parroquias como la de San Antonio de Areco, donde los feligreses denunciaron al prelado por estar conviviendo con una mujer que sería su esposa y con quien tendría una hija.

La visita del cardenal Mario Poli en enero de 2014 fue el preludio del final de Sarlinga como referente eclesiástico del distrito y la región. El Papa Francisco ya había encomendado una investigación sobre las mencionadas denuncias y, meses después, la situación llegó a un punto cúlmine.

El 1° de noviembre pasado el prelado presentó su dimisión amparándose en el canon 401.2 del Código del Derecho Canónico, que “ruega encarecidamente” a un obispo diocesano que renuncie a su oficio si sus capacidades quedaran disminuidas por “enfermedad u otra causa grave”.

Rápido de reflejos, Francisco no tardó en designar en su reemplazo a Pedro Laxague (63). Sexto de 19 hijos de un matrimonio francés y oriundo de Coronel Pringles, al sur de la provincia, será el cuarto sacerdote que esté a cargo de la diócesis creada en 1976 por Pablo VI y que abarca decenas de parroquias y capillas.

En su currículum figura un título de bachiller en Filosofía y Teología de la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino de Roma y un diploma de ingeniero civil logrado en la Universidad Nacional del Sur, situada en Bahía Blanca. En esa ciudad cumplía la función de auxiliar de la Arquidiócesis hasta antes de ser designado en su nuevo puesto, que asumirá el sábado 19 en la catedral de Campana.

Por su parte, el futuro de Sarlinga estaría en el pueblo salteño de Orán. “Le he pedido al Papa un tiempo especial para poder hacer oraciones”, dijo en su última misa en Luján. Quizás allí, en el norte argentino, encuentre la paz que lo aleje de tanto ruido a su alrededor.

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