Agotados del ruido de la ciudad, la rutina y las obligaciones, un grupo de familias se instaló en cercanías del cerro Uritorco para establecer una forma de vida donde la naturaleza y la armonía son un factor central.

Por ALEJO PORJOLOVSKY
aporjolovsky@dia32.com.ar

El caos del tránsito, la polución ambiental, el (mal) humor de la gente, las obligaciones sociales… ¿A quién no se le pasó por la cabeza la idea de patear el tablero y abandonar la ciudad para irse a vivir a un lugar más tranquilo? A Juan Bilezker (52) le sucedió algo parecido. Pero él, a diferencia de la inmensa mayoría, transformó su pensamiento en acción y concretó su deseo dándole forma a una atípica comunidad en Capilla del Monte, a escasos cuatro mil metros del Cerro Uritorco, en Córdoba.

Antes de rebelarse contra el sistema y el orden establecido, Bilezker era ingeniero. Un día se cansó de la jungla de cemento, recordó la espiritualidad que lo rodeó desde pequeño y se embarcó en una aventura a la que bautizó Wallala, en referencia al paraíso de la mitología nórdica. Justamente, el objetivo de su emprendimiento es recrear un hábitat paradisíaco y autosustentable.

“Esto es un barrio de conciencia, donde la ecología va a ser consecuencia, no vamos a empezar ahí”, explica el ideólogo de este proyecto, rodeado de quebrachos, espinillos, palmeras caranday y todo tipo de vegetación.

En 2010, compró las 51 hectáreas que conforman el territorio, de las cuales 38 son para loteo -terrenos de 1.500 metros cada uno- y las restantes para erigir un lugar en común para todos los habitantes, con consultorios, microemprendimientos, viveros, huertas y una planta potabilizadora de agua.“Acá viene toda gente cansada de la matrix. Son todas ovejas negras, no les va el sistema y venirse a vivir a esta zona es salir de la vida segura y del consumo”, sostiene Bilezker. Desde el inicio se sumaron varias familias que hacen de la espiritualidad y la autosustentabilidad su bandera. Lo único que se les provee es el agua. La construcción de sus hogares y el resto de los elementos necesarios corre por cuenta de cada uno.

“Estamos haciendo realidad nuestro sueño de volver a la tierra y compartir el anhelo de soberanía, de ser independientes en esta sociedad tan marcada por el consumo”, reconoce José, uno de los vecinos de la comunidad.

Aislados del ruido

La idea de generar su propia energía, cosechar los alimentos y prácticamente no depender del afuera es lo que atrae a las personas que se suman a este peculiar poblado, cercano al famoso cerro cordobés donde más de uno aseguró ver presencias extraterrestres. “La propuesta tiene que ver también con vincularnos con toda esta energía”, afirma Bilezker.

“Acá se respira paz, hay tiempo, mucha naturaleza y poca información de los medios. El silencio es corriente y los estados internos se viven con más frecuencia”, agrega.

En el lugar no hay medios de comunicación ni internet, pero por allí está trazado el recorrido de la vieja ruta 38 y también se encuentran las vías del Tren de las Sierras que unía Córdoba con Cruz del Eje.

Entrado el año 2016, la cultura del ahorro de energía, la preservación del ambiente y demás yerbas se fusiona con el deseo de escapar de la jungla de cemento, la matrix o como quiera llamársele para reposar cuerpo y alma entre la naturaleza y vivir como nuestros ancestros, con la única obligación de conseguir comida. La comunidad Wallala le abre las puertas a todos aquellos que deseen un cambio así: “El aporte de los que quieran venir es bienvenido”, cierra Bilezker, el colonizador de esta nueva forma de vida.

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