Surgida con el regreso de los feriados de carnaval, es la primera y única comparsa escobarense. Se definen como “una gran familia”, con integrantes que van de los 5 a los 80 años.

por ROCÍO M. OTERO
rotero@dia32.com.ar

Corría el año 2011 y los vecinos del barrio Donatelli, en Belén de Escobar, empezaban a barajar la idea de que haya algo distinto en el pueblo. Algo que nunca se hizo. Y así fue como, al calor del retorno de los feriados nacionales de carnaval, nació Ritmo Picante, la primera y única comparsa de la cuidad.

Con un solo de repique y sus trajes negros y rojos que brillan al compás de la música naciente, comienza el show de esta agrupación, conformada por más de medio centenar de integrantes de todas las edades, desde chicos de 5 años hasta adultos de 80. Familias enteras, padres con sus hijos, hijos con sus abuelos, todos parecen unificarse en el baile entre bombos y percusión.

“Ritmo Picante se creó con la idea de hacer una manera de diversión amateur y natural. Somos una gran familia, donde todos trabajamos a la par y queremos que cada presentación sea distinta e innovadora. Todo lo que se consigue se comparte y cada decisión que se toma se hace en base a lo que la mayoría quiere”, explica Eduardo Suárez, uno de los fundadores y actual presidente de la comparsa.

La música siempre en vivo, el bombo y los platillos como único sello musical -no usan instrumentos de viento- y sus llamativos vestuarios son algunas de las características que diferencian a este tipo de formaciones de las tradicionales murgas.

Los comienzos fueron tal vez semejantes a muchos otros emprendimientos culturales barriales, de manera humilde y a pulmón. “Cuando arrancamos, los instrumentos que usábamos eran todos hechos por nosotros y por lo que podíamos conseguir. Nuestros bombos eran tachos de lavarropas. Hasta que después de mucho esfuerzo logramos darle forma a este proyecto”, reseña Suárez.

La estructura de Ritmo Picante se divide en tres pilares: los bailarines, los músicos y sus familias, quienes ayudan a dar forma a cada presentación. “Las madres de las chicas son las que se encargan de coser los trajes y mantenerlos impecables para que se luzcan cada vez que salen. También son nuestras familias las que nos cocinan para que en cada evento podamos juntar fondos para sustentarnos”, comenta Matías Leal, uno de los jóvenes del barrio que se subió a este colectivo artístico.

Ensayan cuatro horas a la semana y van a todo tipo de eventos, incluso a fiestas de quince. Uno de los momentos que recuerdan con mayor alegría es uno de los últimos carnavales en la Tapia de Cruz. “Justo cuando íbamos a tocar se largó a llover, diluviaba. Pero igual seguimos y la gente que estaba en la vereda salió a bailar al ritmo de nuestra música. Fue una sensación alucinante”, recuerda Matías.

En octubre participaron del séptimo encuentro de comparsas de Gualeguay, en Entre Ríos, al cual se prepararon con mucho esfuerzo y ensayos interminables. El sacrificio tuvo su recompensa con una soñada ovación del público. “No podíamos creer lo que habíamos logrado. Nos abrazamos entre todos, fue un llanto de emoción inexplicable”.

Entre tantos edificios que crecen opacando el verde que un día predominó en Escobar, en medio de tanta locura que viene y va, Ritmo Picante marca la diferencia volviendo a los orígenes de una diversión libre de todo materialismo, donde solo importa bailar y liberarse de una rutina agotadora.

Llega el carnaval. Y Ritmo Picante está listo para volver a lucirse en la fiesta del Rey Momo.

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