El gasto de los precandidatos locales alcanza niveles sin precedentes y deja como saldo un enchastre continuo de la vía pública. Todos coindicen en que hay que ponerle límites al desenfreno proselitista, pero nadie da el primer paso.

Por CIRO D. YACUZZI
cyacuzzi@dia32.com.ar

A pesar del furor de las redes sociales y de formas alternativas de comunicación, impensadas tan solo unos años atrás, los principales precandidatos a intendente de Escobar siguen despilfarrando verdaderas fortunas en afiches y pegatinas, cuyo único resultado es un enchastre permanente y hasta desaprensivo de la vía pública.

Por supuesto que la situación no es nueva. Al contrario, se repite y se acentúa en cada elección. Lo sorprendente, en todo caso, es que la mayoría de los políticos siga apelando a este recurso y afectando presupuestos tan gruesos, como si fuera el único recurso disponible, o el más efectivo, para darse a conocer y conseguir votos.

A esta altura, los límites entre lo adecuado y lo inadecuado están completamente borrados. De las pegatinas no hay paredón, ni columna de alumbrado, ni puente, ni nada que se salve. Además, en el frenesí proselitista uno de los estímulos es tener la mayor presencia posible y que el o los rivales sean prácticamente invisibilizados. Entonces, pega sus afiches una cuadrilla y a la vuelta de la cuadra llega la de otro precandidato y pone los suyos encima del engrudo fresco de la que recién se fue. Así, día y noche.

Tomando nota del descontento vecinal, en el último tiempo varios precandidatos hicieron propuestas para ponerle un límite a este desenfreno. Pero, hasta ahora, nadie dio el primer paso.

Haz lo que yo digo…

En agosto de 2013, a días de las elecciones primarias, el entonces precandidato a concejal Germán Maldonado -en ese tiempo del Frente Renovador, ahora de nuevo kirchnerista- anunció un proyecto para ponerle fin a la guerra de afiches y “transformar definitivamente el actual formato de campañas desprolijas y conflictivas en publicidades ordenadas y pacíficas”.

La idea consistía en que el Municipio coloque carteles publicitarios en todas las avenidas y calles de acceso a todos los barrios del distrito, los cuales se asignarían “consensuadamente a todos los partidos” y serían los únicos espacios autorizados para colocar avisos gráficos. Sin embargo, el proyecto nunca vio la luz y quedó como una promesa más de la campaña.

Más recientemente, en marzo, Ariel Sujarchuk también se puso el sayo. Hizo un mea culpa y convocó a los demás precandidatos a firmar un acuerdo para fijas pautas y terminar con el enchastre callejero. “Entre todos debemos desterrar las malas prácticas de la política y así evitar hechos de violencia, reducir la contaminación visual y trabajar juntos por el bienestar común de los vecinos”, afirmó el referente de la agrupación HACE (Hay Alternativa para el Cambio en Escobar). Pero nadie se sumó a su invitación. Ergo, siguió pegando afiches.

La única respuesta pública que recibió el funcionario de Alicia Kirchner fue la de Hugo Cantero, uno de sus adversarios en la interna del Frente para la Victoria. El concejal peronista reivindicó la “mística” de las pegatinas y redobló la apuesta al desafiarlo a dar a conocer el origen de los fondos de su campaña. Incluso dijo que impulsaría un proyecto para que todos los precandidatos difundan públicamente sus fuentes de financiamiento. Todavía no lo hizo.

Por el lado del Municipio, que en este caso es juez y parte, no abundan ejemplos. Al contrario, el intendente Sandro Guzmán es quizás quien más afiches tiene a la vista. En abril la Comuna había informado que multaría a varios precandidatos por pegar carteles en lugares no autorizados. “El importante despliegue propagandístico atenta contra la conservación del espacio público, ya sea por los residuos que se generan o por dificultar el tránsito peatonal y automovilístico”, señalaron las autoridades en aquel momento. Pero si las multas existieron, no sirvieron para nada. Todo sigue igual. Un Viva la Pepa.

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