En relojería, desde hace siglos, el IV se grafica IIII sin que nadie sepa a ciencia cierta la razón. Pero, como a todo lo que se convierte en mito, se le atribuyen muchos porqués. El caso de Escobar.

Ni Mónica García, que desde hace quince años atiende el quiosco de diarios que está casi al pie del reloj más famoso de Escobar, se dio cuenta del detalle: el número 4, escrito en números romanos, está graficado IIII, en lugar de la forma correcta que sería IV. Pero no se trata de un error cometido por el fabricante del reloj que el entonces intendente Luis Patti instaló en las calles 25 de Mayo e Independencia el 16 de septiembre de 1997. Cuando se detecta el dato y uno comienza a prestarle atención a cuanto reloj se le cruza por el camino, es curioso descubrir que gran cantidad de los que tienen sus números expresados en romano también lo escriben de esa manera.

Intentando encontrar una explicación, hay quienes prefieren quitarle mística a la historia exponiendo que las dos formas son correctas y que cada uno lo escribe como más le gusta. Pero la realidad es que existen varias leyendas que intentan revelar el por qué de tal curiosidad.

La primera de ellas cuenta que un soberano suizo le encargó un reloj muy fino a su relojero, quien se equivocó y colocó el IIII en vez del IV. Su majestad, enfurecido, no tuvo ningún miramiento con el artesano y lo mandó a ejecutar. De ahí en más, todos los colegas del relojero comenzaron a usar el IIII en señal de protesta y para desafiar al rey a ver si era capaz de matar a todos los relojeros del reino.

Otra versión, un poco menos sangrienta, se basa en la teoría de que Luis XIV, quien era un coleccionista de relojes obsesivo, desafío a varios relojeros para que los construyeran con defectos. El rey de Francia decía que era capaz de descubrir cualquier error en un reloj, por más ínfimo que fuera. Rápidamente los detectó en los distintos relojes que le fueron presentando. Pero al llegar el turno del que tenía el IIII, Luis XIV no se dio cuenta. Cuando el realizador del reloj le señaló qué era lo que estaba mal, decretó que el IIII era la forma correcta en relojería y ordenó a sus relojeros producir relojes con IIII en lugar de IV, instaurando una tradición que subsiste.

Otro dato llamativo es que los romanos ya utilizaban el IIII en lápidas y esculturas. En este caso, se cree que por cuestiones religiosas, ya que el IV corresponde a las dos primeras letras de Júpiter (IVPITER en latín), el dios romano, y, por lo tanto, utilizar esos símbolos para señalar números no era apropiado. Los romanos eran muy supersticiosos: pensaban que podría considerarse como algo irreverente o hasta de mala suerte.

Según la página web del Instituto Británico de Relojería, el uso del IIII en lugar del IV en las esferas relojeras que utilizan la numeración romana tiene que ver con cuestiones puramente estéticas. Señala que el conjunto de cuatro caracteres IIII crea una simetría visual con su opuesto en la esfera VIII, algo que no sucede con el IV.

Algo a destacar es que el Big Ben de Londres expresa el 4 de la forma tradicional (IV). Lo mismo sucede con los relojes japoneses de torre.

En Escobar, el reloj de la avenida 25 de Mayo se ha convertido en un emblema de la entrada a la ciudad de la flor. Lástima que ya no toque sus campanas, que los números se le vayan cayendo de a poco y que ni siquiera marque la hora correctamente.

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