Florencia Buzzo es artista y está radicada en Francia. Pero por la pandemia no pudo volver y debió quedarse en Ingeniero Maschwitz, donde nació. En la casa que habita descubrió a una compañera inimaginable.

Danzar descalza sobre el pasto entre salvias, jugar con la música, inventar personajes e investigar el cuerpo son algunas de las actividades que Florencia Buzzo (32) realiza para pasar la cuarentena de un modo enriquecedor. Lo curioso no es eso, claro está, sino que haga sus rutinas acompañada de una mascota tan inusual como afectuosa: su chancha Olivia, que interviene constantemente cuando ella entrena en el parque.

“Si bien en esta casa hay gallinas y perros, ella es la más intensa”, le cuenta a DIA 32 la joven bailarina de Ingeniero Maschwitz, que comparte las interacciones con Olivia en su cuenta de Instagram (@flor_buzzo).

“Todo empezó porque yo me quería filmar haciendo unas secuencias. Cuando ponía el celular, ella se metía en el medio, me atropellaba, quería comerse la cámara. Un día subí un video donde se veía cómo nos peleábamos y encantó”, comenta con naturalidad.

Creativa y espontánea, comenzó a subir en capítulos las anécdotas con su mascota y los pormenores de la convivencia en pleno aislamiento social por la pandemia. “Un día estaba en celo y no me dejaba salir de la casa. ¡Me sentía en Jurassik Park! Nació un pollito y se puso muy celosa. Lo publiqué con un tinte cómico. Ahora tiene un corral del que le cuesta más salir, donde está su cucha para dormir. Si no, los vecinos me llaman porque se escapa. Aprendió a hacer agujeros y se va a comer bellotas de los árboles de roble”, cuenta, rendida.

En medio de las coreografías, con pelucas y con anteojos, Olivia es tan multifacética como su compañera de cuarentena. “La amaron por las redes porque es muy fotogénica y graciosa. Me escriben pidiéndome por ella. Por un tiempo, sin querer, le di doble ración de maíz y engordó mucho. Ahora está a dieta”, admite, sonriente.

Además de compañera, la chancha es muy cariñosa. “Le gustan los mimos en la panza. Es muy emocional, la retás y se enoja o llora. Me divierte jugar con ella porque contacta. Le gusta mucho la cámara”, afirma.

Olivia llegó a la casa de Florencia hace siete años. “Se la vendieron a una persona diciéndole que era un mini pig, esos chanchitos que quedan chiquitos y rosas. Como creció un montón y no sabía qué hacer, se la regaló a mi mamá. Para mí es cruza con jabalí, nunca vi algo así. La trajeron de Brasil. Fue adoptada con mucho amor y es parte de la familia”, relata la joven.

Varada en Argentina

A dos días de que se anuncie el aislamiento social preventivo y obligatorio en Argentina, Florencia regresaba al país desde Uruguay, donde estuvo trabajando. En el Buquebús que la traía, también viajaban italianos, españoles y otros pasajeros extranjeros. Cuando el ferri llegó a la frontera, les advirtieron que debían hacer la cuarentena.

Obviamente, sus planes se vieron totalmente alterados, no solo porque estaba volviendo antes de tiempo sino porque había quedado suspendido su vuelo a Francia, donde estaba viviendo y donde se formó y desarrolló como artista durante seis años.

Vecina de Maschwitz de toda la vida, se instaló en una casa que le facilitó su madre, en el barrio La Bota.

Florencia se desempeña en varias disciplinas corporales: es bailarina contemporánea, acróbata, artista marcial y está formada en prácticas somáticas. Mientras espera que se reconfigure su panorama laboral y que se activen nuevamente los vuelos, disfruta los días en Argentina y en el lugar donde creció.

Aunque no lo planeó de esta manera, su profesión la llevó a viajar por todo el mundo: comenzó en Capao, Brasil; luego siguió en Toulouse, Francia, donde se formó en la escuela de circo Le Lido.

Con su método “Flow Force”, que apunta a la disponibilidad del cuerpo y a la adaptación al cambio a través del movimiento, viaja por distintos países de Europa, como Italia, España y Bélgica, dando workshops y transmitiendo esta síntesis de sus conocimientos.

Además, tiene una banda llamada Cosmyte, con la que llegó a Rusia, India y China. De hecho, en el verano estuvo de gira por la Patagonia. El resto del grupo sí logró volver a Francia, porque tenía antes la fecha de regreso.

“Buenos Aires me encanta, pero el arte me hizo viajar un montón, entonces me enraíce en mi cuerpo. El mundo es mi casa. Tuve momentos difíciles, pero ahora tengo una familia en cada país”, concluye, espontánea y relajada, demostrando su habilidad para adaptarse a las circunstancias. La misma que pone en práctica en esta convivencia con Olivia.

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