El talentoso bailarín se presentó en el Seminari con un espectáculo de danza y teatro que recorre la vida del líder de la banda Queen. Noventa minutos vibrantes, que dejaron al público local profundamente emocionado.

Por FLORENCIA ALVAREZ
falvarez@dia32.com.ar

No son tantas las oportunidades en que los escobarenses pueden vestirse de gala para disfrutar de un espectáculo de primer nivel. Pero la noche del domingo 28 fue una de ellas, con la presentación del gran bailarín Hernán Piquín (40), quien con la misma pasión con la que se sube a los escenarios de ballet más importantes del mundo bailó en el Seminari emocionando a la platea con un espectáculo dedicado a Freddie Mercury.

El show contó con más de 300 espectadores que no van a olvidarlo con facilidad. Mucho menos los amantes del líder de Queen, quienes escucharon sus canciones y repasaron su historia de vida a lo largo de noventa minutos vibrantes.

Es una versión libre, que comienza con una proyección fílmica y continúa con una selección de diecisiete temas del legendario grupo musical detalladamente coreografiados: The Show Must Go On, You Take My Breath Away, Leaving On My Own y Love Of My Life, entre otros, son parte del repertorio.

El elenco está integrado por 16 bailarines y actores, la partenaire de Piquín es la reconocida bailarina Cecilia Figaredo, con coreografía de Laura Roatta, y dirección de Ricardo Arauz. Piquín es conciente de las emociones que su obra provoca en la gente, y de que puede lucirse en el papel de Mercury con maestría, dominando el escenario con una precisión impecable.

Una mezcla de teatro y danza que desde 2011 está presentando en distintos puntos del país. Lleva realizadas más de 400 funciones y asegura que con este show encontró una veta que le encanta, donde puede mezclar sus gustos musicales como el rock con el baile clásico. Por eso sueña con más adelante poder hacer algo con sus ídolos mayores: los Beatles.

Del Colón al Bailando

Su hermano, Claudio, lo convirtió en seguidor de Queen siendo adolescentes. Por eso Piquín siente tanto orgullo de poder darle vida al personaje. ¿Qué lo seduce como para mantener la obra durante tantas temporadas en cartel? La explicación es sencilla: “Freddie era un gran artista, que además de con voz sabía hablar con el cuerpo, con el gesto y con el movimiento. Yo cuando bailo quiero que la gente no sólo se lleve un espectáculo sino que sienta lo que a mí me está pasando al bailar. Lograr eso es lo máximo”, señala.

Admite que de algunos segmentos disfruta más que de otros: “El primero que más me gusta es la coreografía en la que recuerdo la niñez de Freddie, cuando baila para su madre. Otro, en este caso dramático, es cuando se entera por medio de una carta de que sufre una enfermedad fatal”.

Como todos los grandes artistas y deportistas, Hernán supo que quería ser bailarín de muy chiquito, a los 4 años. Lo descubrió mirando las Noches de Gala de Canal 7 e imitando a los bailarines con una sábana. Del barrio de Villa de Mayo (Don Torcuato), padre remisero y madre ama de casa, se propuso firmemente dedicar su vida al arte de bailar.

El primer paso fue entrar al Colón, a los 10 años, después de pasar por siete exámenes. Se levantaba a las 5 de la mañana para estar a las 7 en la escuela de danzas. Los primeros años con el apoyo de su madre, que se ocupaba de despertarlo, prepararle el desayuno y acompañarlo en colectivo. Después empezó a ir solo.

A los 16 armó las valijas y se fue a Londres, invitado como estudiante de honor por la Escuela del English National Ballet, donde fue nombrado bailarín solista, y como bailarín principal en Le Jeune Ballet de France, en París. Le iba muy bien, pero un director le dijo que si no se acostaba con él quedaría estancado en ese lugar, y decidió irse.

Cuando bailo quiero que la gente no sólo se lleve un espectáculo sino que sienta lo que a mí me está pasando al bailar. Lograr eso es lo máximo.

En 1992 ingresó al Ballet Estable del Teatro Colón. Desde 1994 trabajó como primer bailarín en el Ballet Argentino de Julio Bocca, con quien ha dado la vuelta al mundo. En 2000 viajó a San Francisco, en Estados Unidos, donde estuvo cinco años, y después, tres en Italia.

Las épocas de andar de acá para allá en lugares desconocidos se acabaron en 2008, cuando cayó de rodillas ante la propuesta de Leonardo Favio para protagonizar la película Aniceto. De ahí a la televisión, había un solo paso. Así, fue convocado para participar de la telenovela Herencia de Amor. Pero la gran sorpresa de su carrera fue cuando aceptó el ofrecimiento de Gerardo Sofovich para hacer teatro de revista encabezando La fiesta está en el Lago, junto a Flor de la V, en Carlos Paz, y La fiesta está en el Tabaris, sobre la calle Corrientes.

Años más tarde comenzó a participar de Bailando por un Sueño, primero como coach de la Mole Moli para después convertirse en la pareja de Noelia Pompa, una mujer con enanismo. “Pedí que me dieran un tiempo para hablar con ella, para que me dijera si le gustaba la idea, si se sentiría cómoda bailando con alguien más alto. Pero de inmediato me di cuenta que eso ya era discriminar. Que si ella había accedido a participar del certamen no había nada que preguntar. Así que llamé y dije ‘firmo ya’”. Con ella ganó en 2011 y en 2012, convirtiéndose en los primeros bicampeones de la historia del concurso.

El ambiente local

Hoy es más conocido por haber participado en Bailando por un Sueño, que por haber actuado en el Bolshoi, el súmmum del teatro ruso. Y no sólo por eso, sino porque su última relación amorosa importante, con quien fuera también su socio, Roberto Mazzoni, terminó muy mal. Los decibeles fueron subiendo y subiendo, hubo denuncias contra Piquín por violencia física. A su vez, él denunció que su ex lo había querido pisar con la camioneta dos veces, y una escribana irrumpió en medio de una función para entregarle una notificación judicial.

Más de una vez el artista había asegurado: “Nunca van a verme pelear en la televisión. Cuando me quieren atacar o provocar para que me enoje, sonrío y, a lo sumo, les respondo fuera del aire”. Sin embargo, esta vez pisó el palito y todo terminó en escándalo en los programas de chimentos. Gajes del oficio.

Pero su costado más mediático pasó siempre por la danza, el arte y su capacidad de transmitir esa magia. Eso es lo que el público escobarense fue a ver al Seminari, y por eso lo aplaudió de pie.

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