Maschwitzense de cuna, a los 18 años Matías Recalt disfruta del éxito y el reconocimiento por su destacado papel en la serie Apache. “Empecé a estudiar teatro porque me iba mal en el colegio”, cuenta.

Participar de la exitosa serie de Netflix Apache, basada en la infancia de Carlos Tévez, fue para Matías Recalt (18) tan desafiante como enriquecedor. No solo fue uno de los primeros trabajos en su incipiente carrera de actor, sino que recibió muy buenas críticas.

Uno de los objetivos que tuvo al interpretar a Danilo, “El uruguayo”, amigo de la infancia del popular futbolista, era mostrar un personaje “con calle”, y para lograrlo se remontó a sus vivencias en Ingeniero Maschwitz, el lugar donde creció y vive.

Las caminatas nocturnas, los trayectos largos en colectivo, las juntadas en la plazas y los códigos con sus amigos fueron recursos a los que acudió para empatizar con Danilo. “Quería que se vea que era del Fuerte Apache y no que hacía que era de ahí. Aunque claramente las realidades son distintas: nací con una mamá que me sigue mimando como si tuviese 8 años, me plancha la remera y a veces me lleva el desayuno a la cama”, confiesa, espontáneo, a DIA 32.

Antes de ser convocado para la serie dirigida por Adrián Caetano, fue parte del elenco de Ciegos, una película de Fernando Zuber que todavía no se estrenó. Esta primera experiencia lo impulsó a lanzarse en el mundo de la actuación, al punto de cambiarse de colegio para hacer su último año de secundaria con menos exigencia horaria. Así, cerró una etapa en el Carlos Maschwitz y abrió otra, con nuevos compañeros, en la Media Nº4.

De su debut cinematográfico, resalta el aspecto profesional y el vínculo que desarrolló con Benicio Mutti Spinetta -nieto del “Flaco” Luis Alberto Spinetta-, que también es vecino y fue quien le pasó el dato del casting de Apache. “Lo conocía del barrio, pero durante la filmación de la película compartimos otra cosa, nos afianzamos. Y él un día me dijo que me veía en la serie, me pasó el dato, mandé material, les gustó lo que hice y me llamaron”, cuenta el joven, que vive en el barrio La Bota con su familia.

Si bien su papel hace referencia a Darío “Cabañas” Coronel, el adolescente futbolista que se suicidó antes de ser atrapado por la policía, en la serie decidieron no basarse en los hechos reales “por respeto a la familia”. La idea fue buscar una historia distinta y crear un personaje propio.

Aparte de considerarse un afortunado por este comienzo prometedor, Matías es hincha de Boca y durante el rodaje tuvo la oportunidad de conocer a Tévez. Aunque solamente lo saludó, conserva el deseo de tener otro encuentro y una conversación. Además, asegura que el único deporte que le gusta es el fútbol, que juega de defensor en los partidos que organiza con sus amigos y que ahora cuando va a la cancha a ver a su equipo los adultos lo saludan y lo llaman “Uruguayo”.

Inquieto y ávido por seguir en el mundo de las artes, actualmente está haciendo teatro independiente. La obra se llama Cabo Verde y está dirigida por Ezequiel Sagasti, su entrañable profesor de actuación desde los 14 años.

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-¿Cómo es tu vida social en Maschwitz?
-Soy muy amiguero, me junto mucho con mis amigos, que son de la vida, de distintos colegios, del barrio, algunos más grandes, la mayoría son de acá. Y somos un grupo con criterio de arte en general, nos gusta escuchar buena música, algunos son actores. Creo que Maschwitz es algo así como una cuna de artistas. Nos juntamos mucho en las casas a tocar, sin la necesidad de ser profesionales. Antes íbamos a El Dorado a ranchear, a tomar mate.

-¿Tocás algún instrumento?
-Muy tranqui la batería, tomo clases con Caetano Parnes, un profe de la zona. También toco la guitarra, pero como un hobby.

-¿Te gusta vivir en Maschwitz?
-Soy re de acá, hago la mayor parte de mis actividades en este lugar porque es donde yo me siento cómodo. Nací acá, nunca me mudé, es mi cuna y espero que mi cajón. Además, estoy muy contento porque veo que por fin el pueblo tiene a alguien presente: el polideportivo, la pileta, las calles… Veo un intendente haciendo plazas, dándole bola a la gente. Me gusta ver que se hicieron cosas.

Estoy muy contento porque veo que por fin el pueblo tiene a alguien presente: el polideportivo, la pileta, las calles… Veo un intendente haciendo plazas, dándole bola a la gente. Me gusta ver que se hicieron cosas».

-¿Cómo empezó tu camino en la actuación?
-Me iba mal en el colegio y sentía que tenía que hacer algo. Empecé a descartar opciones y apareció teatro. Arranqué estudiando con Ezequiel Sagasti, en Belgrano, en un grupo muy heterogéneo y me re copó. Siempre fui personaje y mis amigos me incentivaron con esto, me decían que tenía potencial. Yo no les daba mucha bola, no lo priorizaba. Tampoco iba a castings. Vivir acá e ir a Capital, cuando sos más chico, es todo un tema. Prefería quedarme en casa. Lo hacía en colectivo a los 14 años, pero solamente para ir a teatro.

-¿Te incomoda que te reconozcan por la calle?
-Me copa que me feliciten, ir por la calle y que la gente tenga buena onda, me lo tomo con tranquilidad y lo disfruto mucho. Me gusta que personas de todas las edades se acerquen para pedirme una foto o un autógrafo. Y sobre todo, me gusta que el personaje haya llamando la atención y que la gente se quede con eso. Son los frutos de lo que venís estudiando hace años: ves tu crecimiento a través del reconocimiento de los otros. Eso sí, no me gusta la invasión o la falta de respeto.

-¿Encontrás alguna coincidencia entre la vida del personaje y la tuya?
-Me identifiqué mucho con él, como un pibe de mi edad, con ciertas necesidades. Siento que tengo una vida parecida, pero con otras prioridades. Empaticé con él como si fuese un amigo. Esta cuestión de encontrar cuál es tu lugar y cuál no… siento que él quiere pertenecer, pero hay un montón de cosas que se lo impiden. Es triste lo que le pasa. Me preguntan muchas veces si me resultó muy lejano el tema de las drogas y las armas… y la verdad que no. No me crié con eso, pero está en todas partes, prendés la tele y está. También me sirvió hablar con gente que conozco y consume cocaína. Después me costó sacarme de encima toda la oscuridad de Danilo. Lo logré de a poco. Principalmente, quería mostrar un pibe tierno, dulce, bueno, con el barrio encima, y además este orgullo y egocentrismo que lo caracteriza.

-¿Te sorprendió la buena repercusión que tuvo tu personaje?
-No me lo esperaba. Aunque sabía que era una serie importante. Lo sentí muy adentro al personaje; pero lo cierto es que cuando grabás, estás en pleno rodaje y en el momento no ves nada. Además, vas cambiando. Creo que la actuación va con la madurez de uno, y con tus días. Yo tenía los míos: a veces salía del colegio e iba con una tremenda fiaca a grabar, y había otros en los que iba re motivado. Cuando vi la serie, me fui convenciendo de lo que decía la gente, que mi personaje estaba bien hecho. Si todos me lo comentaban, les empecé a creer. Me gustó, aunque siempre aparece la autocrítica.

-Considerando que trabajaste para Netflix, ¿qué valor tiene para vos que uno de tus primeros trabajos en actuación te reditúe bien económicamente?
-Es una re oportunidad, más a mi edad. Independizarte económicamente, por lo menos un tiempo, te hace crecer un montón como persona. Igual entiendo que es muy difícil vivir de la actuación. También estoy en una obra independiente que hacemos por amor al arte. Pero lo que me gusta de la actuación es eso: que algo que al principio es un jueguito se convierte en una herramienta laboral. Tengo ganas de viajar, pero también sé que no es un buen momento, no quiero escaparme, prefiero estar acá por si surge algo.

-¿Cómo reaccionó tu entorno social a este “despegue”?
-Yo transmito algo de tranquilidad y mis compañeros del colegio, por ejemplo, no se vuelven locos por lo que estoy haciendo, soy el mismo de siempre, no cambié por estar en Netflix. Las personas te idealizan y creo que en este caso se identifican con el personaje. Lo que más me importa es que el mensaje se entendió y llegó. Yo me tomo todo el resto con mucha calma, a mí me gusta actuar.

Creo que la actuación  va con la madurez de uno, y con tus días. Yo tenía los míos: a veces salía del colegio e iba con una tremenda fiaca a grabar, y había otros en los que iba re motivado”.

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