
Con un andar elegantísimo y pausado, va de un lado a otro luciendo sus patas largas y flacas mientras despierta preguntas en los visitantes: ¿es un lobo?, ¿es un zorro? Se trata de una hembra de aguará guazú, un cánido sudamericano único, que se incorporó recientemente al bioparque Temaikèn.
Su nombre es Kaa-lya, que en la mitología guaraní significa “ama del monte”, y vive junto a dos amigables carpinchas en un hábitat con pastizales y lagunas diseñado especialmente para todas ellas. Esta hembra de aguará guazú ingresó a la Fundación Temaikén en junio, procedente del Centro de Rescate La Esmeralda, en la provincia de Santa Fe. La encontraron en el techo de una casa y había sido criada como mascota en condiciones lamentables.
Esta experiencia alteró sus instintos y le impidió sobrevivir por su cuenta. Aunque la Fundación había rehabilitado con éxito otros ejemplares para reinsertarlos en la naturaleza, en este caso no fue posible su liberación. Pero sí pudieron integrarla a programas de conservación y educación ambiental.
Ahora Kaa-lya vive en un lugar adecuado para ella y es embajadora de su especie. Su presencia ayuda a que más personas conozcan y protejan a este habitante emblemático del norte y el litoral argentino.
Un hogar a medida
En el bioparque construyeron un espacio inmersivo que recrea su hábitat natural: agua somera, vegetación nativa y rincones que imitan el campo. Los visitantes pueden observarla desde senderos y miradores, mientras conocen a otros vecinos de este ambiente, como carpinchos, tortugas y yacarés.
Dinámico y alegre, el recorrido inaugurado en julio se llama “Territorio Aguará” y es, a la vez, súper educativo. Entre otros mensajes, ayuda a desterrar falsas creencias: este cánido no representa un peligro para el ser humano, ni para el ganado; tampoco para los animales domésticos. Come sobre todo frutas, raíces e insectos, complementando su dieta con pequeños vertebrados.
La fama de misterioso y su andar solitario hicieron que durante años en el campo se lo viera con recelo, cuando en realidad es un aliado de los ecosistemas: dispersa semillas y controla poblaciones de roedores. Más que un depredador, es un guardián silencioso de los humedales.
Su llegada a Escobar pone a la especie en el centro de la escena y suma esfuerzos para su preservación. Además, enfatiza la idea de cuidar los pastizales y humedales donde el animal vive libre, mensaje en el que trabaja profundamente la Fundación Temaikèn. En 2023, por ejemplo, fueron anfitriones del Encuentro Nacional del Grupo Argentino de Aguará Guazú, donde participaron representantes de nueve jurisdicciones para definir estrategias de conservación.

Sigilosos y resilientes
De pelaje rojizo anaranjado, con crin oscura y contrastes, el aguará guazú es más cercano a los zorros que a los lobos, puede medir hasta 1,20 metros de largo y unos 90 centímetros de altura en la cruz. Su melena erizada y sus orejas grandes lo ayudan a desplazarse entre pastizales y detectar sonidos a la distancia. Los pelos largos y oscuros alrededor del cuello y los hombros lo hacen parecer más imponente cuando se siente amenazado.
Lo llaman el “caminante incansable” porque en estudios científicos se observó que estos cánidos pueden recorrer alrededor de 60 kilómetros en solo tres días. A su vez, tienen un andar muy particular llamado “ambladura”, que implica mover al mismo tiempo las patas del mismo lado del cuerpo. En este sentido, puede apreciarse un parecido al movimiento de las jirafas.
Su altura no solo le permite ahorrar energía, sino que le otorga una impresionante capacidad para desplazarse y explorar territorios amplios con eficiencia y sigilo. Un “andar desgarbado” que no es torpe, sino que funciona como estrategia adaptativa para conservar energía y patrullar los campos.
La plasticidad y resiliencia, así como su modo de moverse solitario y dócil, refuerzan la idea de un ser tímido más que peligroso.

Nadadora inesperada
Actualmente Kaa-lya pesa 25 kilos. Al tratarse de un animal rescatado, que había vivido en una casa particular, no se cuenta con un registro exacto de su edad. Sin embargo, a través de distintos estudios clínicos realizados en el Hospital Veterinario de Fundación Temaikén -incluyendo la evaluación del estado de su dentadura- se pudo determinar que se trata de una hembra adulta, aunque joven.
En el espacio creado para ella hay una pequeña casita, en la que se refugia o reposa, y una laguna, donde en varias ocasiones se la vio nadar con facilidad y disfrute. Desde su llegada, el equipo de cuidadores lleva adelante un seguimiento de su adaptación y esta relación con el agua les llamó particularmente la atención.
Si bien se sabe que el aguará guazú puede nadar, se trata de un comportamiento muy difícil de observar. “En el caso de Kaa Iya, su interés es evidente: utiliza de manera frecuente la laguna de su recinto, incluso en los sectores más profundos. Este rasgo distintivo de su conducta aporta información valiosa sobre la especie y enriquece el conocimiento acerca de su bienestar en ambientes bajo cuidado humano”, asegura el responsable del Programa de Especies Amenazadas de Fundación Temaikèn, Guillermo Delfino.
Bella, serena y simpática, Kaa-lya pasa sus días en armonía junto a sus compañeras de hábitat, “las carpis”, así llamadas por los cuidadores. Dada su historia, está acostumbrada a estar rodeada de gente, lo que la vuelve menos arisca o miedosa y más sociable.
Toda persona que llegue por la Panamericana a la entrada de Escobar, se encontrará a modo de anticipo en un cartel publicitario con las orejas imponentes y la mirada alerta de esta guardiana silenciosa de la ciudad.
El aguará guazú es más cercano a los zorros que a los lobos, puede medir hasta 1,20 metros de largo y unos 90 centímetros de altura en la cruz.
