En medio de una vegetación exuberante, el complejo de Ingeniero Maschwitz ofrece desde opciones gastronómicas y culturales hasta espacios para la salud. Un lugar con todos los condimentos para una buena salida.

Cinco familias amigas fantaseaban con un espacio donde poder combinar el trabajo con la cultura, disfrutando de un lugar paradisíaco y convocando a personas afines a esos intereses. Esa fantasía dejó de ser tal en 2007, cuando el Paseo Mendoza pasó de ser un mero sueño a convertirse en realidad.

Ubicado a metros de la Colectora Este, sobre la calle Mendoza, el complejo está construido sobre la antigua propiedad de un parquista, en un terreno plagado de árboles añejos y variedad de especies. Su diseño, con estructuras de madera, techos verdes, colores vivos y paredes vegetales, se pensó respetando el entorno y obteniendo como resultado un lugar mágico y acogedor que permite recorridas a través de pasarelas de madera, en medio de una vegetación exuberante.

Hoy es uno de los lugares más atractivos y visitados de Ingeniero Maschwitz, donde aún permanecen aquellos cinco socios fundadores: Sarambi, con sus obras y clases de música y teatro; Ramona, un restaurante cuyo leitmotiv es “cocina para amigos”; El Cuenco, un taller de alfarería y talla sobre madera; el espacio de arte de Inés Repetto, con sus clases de pintura, obras y objetos intervenidos, y el Espacio Terapéutico de psicología y terapias tradicionales y alternativas.

Además, en las oficinas superiores habitaron desde el principio el estudio de arquitectura a7, que le dio forma al complejo, y Ionkos, una organización que a través del uso consciente del dinero asesora y brinda ayuda económica a determinados emprendimientos.

Crecimiento y variedad

El hecho de que cada uno de esos amigos se dedicara a algo distinto no fue un impedimento; por el contrario, le dio al lugar ese carácter ecléctico al que a principios de 2012, con la ampliación del Paseo, se le sumaron varios emprendedores más, aumentando el número de espacios a 35.

“Paseo Mendoza Crece”, fue el lema de aquella nueva aventura. “Desde entonces la oferta cultural y comercial ha crecido enormemente, manteniendo el mismo espíritu con el que fue fundado”, dice uno de sus creadores, Nicolás Salado Castro, quien está al frente del estudio a7.

Así es como exquisitos restaurantes y casas de té se mezclan con jugueterías, locales de artesanías e indumentaria, decoración y hasta un vivero. Consultorios de quiropráctica, osteopatía, reflexología, terapias con piedras y pilates se encuentran entre anticuarios, objetos del norte argentino y una proveeduría de productos orgánicos y biodinámicos.

“La característica del público que visita el Paseo es que lo recorre sin prisa, sin apuro, con tranquilidad, como si el ritmo acelerado de la vida de hoy se hubiera detenido por un rato. Viene gente del pueblo y sus alrededores, de barrios privados, de la Capital. Hay opciones para las familias, las parejas, niños, jóvenes y adultos. También se acercan quienes trabajan y quieren almorzar o hacer un after office o una actividad cultural por la tarde”, agrega Salado Castro.

Pero las opciones no se acaban ahí. Su plaza central es el escenario perfecto para eventos musicales, shows artísticos y hasta un ciclo de cine al aire libre. Además, una vez al año se realiza la exposición “Pasearte”, con muestras de artistas locales e invitados a la cual asiste un numeroso público.

También se organizan las ferias de Navidad, Día de la Madre y Día de los Enamorados. Todos los fines de año, además, se lleva a cabo el concierto de la orquesta de niños y adultos de Sarambi, y también cierra su ciclo anual el grupo de tambores a cargo de Franco Carzedda, una fiesta de sonidos y baile.

Para 2013 se está planeando una feria gastronómica y la apertura de un cine-teatro. Todas opciones para que visitar el Paseo Mendoza siempre depare una nueva sorpresa.

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