En la ciudad de la flor no hay arbolitos, pero no es ningún misterio dónde se pueden comprar dólares. Mientras la fiebre por la divisa yanki sube y baja, DIA 32 merodea el mundo de las cuevas.

Por CRISTIÁN TROUVÉ
ctrouve@dia32.com.ar

La magia de los pueblos consiste en volver naturales cosas de la cultura humana. Y así como todo lo nacional repercute en lo municipal, decidimos incursionar en la compra de divisas. Obviamente ningún banco nos quiso vender, pero todo fue más fácil de lo que pensábamos.

El billete de un dólar, que lo lleva al primer presidente de Estados Unidos, el que tiene el águila y la pirámide con el ojo, el que dice In God We Trust (en Dios confiamos), esa divisa es la que buscábamos.

Como agentes de la Bolsa, los escobarenses también hablamos de la cotización del dólar no oficial, con sus ciclos de alta, recaída y repunte. En la plaza, en la cola del súper y en la puerta de la inmobiliaria, se congregan los vecinos a discutir sobre los verdes billetes y su cotización azul.

Di pinto di blue

En Belén no hay arbolitos, pero es más fácil conseguir el dólar blue que comprar unas buenas milanesas de pollo. A metros de la plaza José de San Martín se lo puede conseguir en dos locales y a una razonable cotización (veinte centavos más que una cueva del microcentro porteño).

Aunque ningún cartel lo indique, es un saber tácito, todos saben dónde se cotiza el dólar no oficial. Sin requisitos de ninguna índole (excepto pagar en efectivo y previamente), el cliente ingresa -en el lugar no hay colas- y es informado casi sin palabras: apenas algún ademán y una cuenta en un papelito resuelven la situación. Enseguida llegan los Washingtones.

Una empresa internacional de giros postales o la venta de metales preciosos pueden dar lugar, sin ningún prurito, al comercio del dólar paralelo, trucho, ilegal o como quieran llamarle.

Señor vecino, no es que el dólar cotice en Bolsa, como el 32 en la quiniela, pero puede estar seguro que Juancito compró a 8, vendió casi a 10, volvió a comprar a 8,5 y ganó más dinero que con una fija de Cerminaro. Y para este negocio ilegal pero fabuloso no hace falta alejarse del centro de Belén (el sueño de todo escobarense de pago chico: “hacer todo sin cruzar la vía”).

Verde que te quiero verde

La cotización del dólar ha sido una variable en el comentario cotidiano de las personas desde la salida de la convertibilidad (vulgarmente “el uno a uno”). Y aunque el que depositó dólares, no recibió dólares, la verde moneda se volvió “la” opción de ahorro o inversión de las capas medias de la ciudad.

La historia es larga y complicada. Factores culturales, sociológicos y económicos intervienen en la relación entre el Dollar y nuestro país.

La costumbre de establecer los valores de las propiedades, automóviles y aparatos tecnológicos en dólares se volvió cada vez más complicada: cuando el dólar estaba a tres con ochenta, la conversión se volvía un dolar de huevos.

La mañía argentina del dólar

Como bien explica Alfredo Zaiat en su libro Economía a contramano, en nuestro país las actividades económicas no registradas dolarizan sus ganancias, sus ahorros y sus excedentes de capital, ya que no pueden destinarlo a comprar acciones o títulos públicos, a constituir plazos fijos o a adquirir propiedades. Deberían registrar esas transacciones y no pueden hacerlo porque desarrollan sus actividades en la informalidad. Ahora, el gobierno nacional decidió cortar el circuito de dolarización de capitales no declarados.

El mismo periodista sostiene que “el argumento principal de los dolarmaníacos, además de las explicaciones coyunturales mencionadas, es que la gente compra dólares para protegerse de la inflación y que no existen alternativas de inversión para canalizar el ahorro”.

En un cuadro en porcentuales para este año (hasta el 26 de abril) elaborado por Cristian Carrillo para un diario de tirada nacional en base a información del Banco Central de la República Argentina y otras instituciones, se demuestra claramente que, en lo que respecta a invertir, el primer bono YPF pagó cuatro veces más que el dólar. Hasta el plazo fijo a treinta días pagó dos veces más que la divisa yanki.

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