Naomi Parodi Campos tiene 26 años y ama la adrenalina de volar, que heredó de sus padres y abuelos. “Prácticamente nací arriba de un avión”, comenta.

Hablar de la familia Parodi Campos es hablar de aviación, indudablemente. Para ellos estar arriba de los aviones es algo tan atrapante y común, que no entenderían la vida de otra manera, todos tienen sangre aeronáutica y pasión por volar.

Oriunda de Ingeniero Maschwitz, Naomi (26) es la exponente más novata de la dinastía. Sus dos abuelos eran pilotos, sus tías son azafatas, sus tíos y primos pilotos, su padre vuela actualmente para Aerolíneas Argentinas y su madre es jubilada de Austral. Y ella, siguiendo la herencia, es azafata y piloto privado.

Prácticamente nací arriba de un avión. De chica no quería ser azafata, en ese momento no estaba muy bien visto que una mujer sea piloto y yo veía que se me frustraba el sueño”, le cuenta a DIA 32.

En la cabina. Actualmente trabaja de azafata y cuenta que aprende mucho de los pilotos.

Cuando terminó el colegio secundario se inscribió en la carrera de Psicología, mientras su hermano mayor empezaba el curso de piloto privado. “Lo acompañé varias veces y me di cuenta de que no quería saber nada con la universidad ni con ser psicóloga, quería volar. Y así fue que arranqué”, recuerda.

Hoy su trabajo es el de azafata, haciendo vuelos internacionales y yendo a donde le toque. “Este año ya anduve por Venecia, Roma, Bahamas, Bermudas, Cancún, Estados Unidos, Ecuador, Punta del Este, aprendo mucho. Los pilotos siempre me enseñan un poco. Estaba negada a ser azafata y ahora es algo que me nutre desde otro lado”, afirma, disfrutando de su labor y asistiendo a los pasajeros en cada viaje.

Naomi Parodi Campos hizo sus estudios en la escuela Waldorf Colegio Clara de Asís y ama Maschwitz, donde tiene a todos sus amigos. Dice que le gusta por los espacios verdes, la esencia de pueblo y la tranquilidad que genera. Por eso a la hora de seguir la carrera de piloto eligió hacerlo muy cerca de su ciudad, en el Aero Club Escobar.

Simulación. Naomi siguió el camino de sus abuelos y padres y se formó para volar.

“Lo súper recomiendo por los instructores y los aviones que tienen. Hay uno de la II Guerra Mundial, ideal para empezar a volar”, acota, sobre su lugar de aprendizaje.

Desde hace cuatro años es piloto privado de avión y está acumulando las 250 horas que se necesitan para obtener la licencia de piloto comercial, cantidad que está por alcanzar; por lo tanto, en breve estará presentándose para rendir el examen.

“Con mi actual licencia lo que puedo hacer es recreacional. Puedo llevar pasajeros, como amigos, pero no trabajar para una empresa. Puedo volar aviones de un solo motor y de determinado peso, lo que la gente conoce comúnmente como avionetas”, explica.

La joven conductora tiene su propio avión, con unos socios, para hacer las prácticas y salir cuando ella quiera. Es un Archer II modelo ‘74, con 180 caballos de potencia y capacidad para llevar tres personas.

“Es un muy buen avión para instrucción, muy cómodo, equipado. Al ser propio se reducen los costos de alquiler, porque la hora en un club ronda entre 70 y los 100 dólares. Lo bueno de tenerlo en sociedad es que se comparten gastos”, aclara.

foto con padre
De tal palo… Su papá, Jorge, es piloto de Aerolíneas y una inspiración para ella.

Entre acrobacias y vuelos

Aunque está claro que lo que desea es pilotear: “Yo quiero vivir como piloto, después me gustaría entrar a una línea aérea. Mientras tanto, disfruto el camino, para eso estoy estudiando tanto”, sostiene, mientras divide su tiempo entre libros, cabinas y el traje de azafata.

En los últimos años estuvo trabajando en el aeropuerto de San Fernando, donde desarrolló la parte comercial de la aeronáutica. “No sé cuándo ni en qué momento, pero quiero hacer el curso de piloto de acrobacia, que es más específico. Te ayuda a no sorprenderte cuando tenés una situación desconocida o anormal en un vuelo”, explica, siempre pensando en ir más allá, en el mediano y largo plazo.

En ese rubro de hacer “piruetas” en los pequeños aviones, Naomi asiste a cada encuentro que se hace, como el que hubo en mayo en Chivilcoy, una cita impostergable para los amantes de dar volteretas en el aire; ese día, ella fue la única mujer participante.

AVIADORA (8)
Pulgar en alto. La joven es piloto privado de avión y anhela entrar a una línea aérea.

“Yo quiero vivir como piloto, después me gustaría entrar a una línea aérea. Mientras tanto, disfruto
el camino, para eso estoy estudiando tanto”.

“Hay como otro lado en la aviación, que es como el hobby, con los aviones de acrobacia. Me gusta la adrenalina de volar, más allá de la responsabilidad de ser piloto. La acrobacia es muy linda, hay que hacerla con mucha responsabilidad, te permite conocer los aviones en todas sus facetas y no tener ningún miedo”.

Además, ella vende aviones y vuelos ejecutivos, así que aprovecha esos eventos aeronáuticos para conocer gente, ver qué tipos de aeronaves hay en los clubes y estar actualizada en un mundo de por sí sofisticado.

“Lamentablemente nadie es muy bienvenido en el mundo laboral aeronáutico, por eso cuánto más gente una pueda conocer y más rubros pueda cubrir, mejor. Así ya te conocen y si necesitan piloto van a llamarte. Cuesta conseguir buenos trabajos de piloto, por eso todos quieren llegar rápido a una línea aérea”, reconoce, ahondando en un rubro poco usual y donde no es tan fácil insertarse.

Con sangre alada, esta joven maschwitzense persigue sus sueños y no afloja nunca. En poco tiempo se convertirá en piloto comercial, anotando su nombre en la historia de la aviación argentina, en una profesión que hace décadas dejó de ser solo cosa de hombres.

Comentar la noticia

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *