
Cuando la pasión por lo que se hace no sabe de años ni siente el desgaste físico, es porque realmente hay una fuerza natural que va más allá de los fríos números del documento. Eso es lo que sucede con Vicente Satragni, un vecino híper conocido de Belén de Escobar, que toda la vida se dedicó al mundo de las frutas y verduras y a quien poco le importa haber llegado a las 80 primaveras. Sigue tan activo como siempre.
“Nací en la esquina de las calles Bolivia y General Paz, en la quinta donde trabajaban mis padres, Dionisio Satragni y Francisca Curtelin”, le cuenta a DIA 32. “Mi padre llegó de Italia en 1914, con 16 años, de polizonte. Un tío suyo vivía en Buenos Aires, era carpintero y se quedó un año con él. Después se fue a Santa Fe, trabajó allá y a través de un primo, Torino Satragni, llegó a Escobar”, repasa sobre sus orígenes.
En la década del ‘40 Dionisio empezó a trabajar con la verdura junto a su primo Torino. Ambos llevaban mercadería al Mercado de Abasto. Esa verdura la generaban ellos, sembrando y cosechando todos los días, en las tierras que alquilaban en Villa Boote, donde Vicente nacería en 1945.
“Mi padre falleció cuando yo tenía 13 años. Iba para todos lados con él, lo ayudaba en la quinta. Me acuerdo que después la mudó por la calle Gelves, tenía de todo: chaucha, tomate, ají, zapallito, papa, zapallo. Yo tenía 10 años y juntaba maíz, me entretenía así, ayudando. Tenía tres hermanas mayores, ya fallecidas, y ellas también trabajaban, desde chiquitas. Araban, hacían de todo”, señala, con una memoria impecable.
Tras la muerte de su papá, quien se hizo cargo de la quinta fue su cuñado (Juan Gómez), marido de su hermana Elvira. Con el tiempo, toda la cosecha de hortalizas y verduras que se vendía en el Abasto pasó al mercado Dorrego.

Su primera verdulería
Mientras vivía de la producción y el reparto de verdura, durante una tarde libre Vicente pasó caminando por la calle Mitre, “cerca de La Martona y la peluquería de Giordano”, y vio a un ex compañero de la primaria en la puerta de una verdulería. Se paró a conversar y el comerciante le contó que ese era el último día del negocio, que había decidido bajar la persiana y dedicarse a otra cosa.
“Me interesó, me dijo que hablara con Roldán, que era el dueño del local, para que yo le alquilara. Arreglé enseguida, estaba al lado del bar Avenida. Era 1964 y justo me había tocado el servicio militar, así que hice los trámites por ser único sostén de madre viuda. Empecé con mi cuñado, nos fue muy bien, no había casi verdulerías en esa zona”, recuerda acerca de su primer local, ya como verdulero y con solo 19 años.

“Era impresionante lo que se vendía. Ahí estuve hasta el ´69. Después se quedaron mis hermanas y yo me fui a la calle Colón. Me fue bien, pero no tanto como en Mitre. Entonces dejé y empecé a trabajar como chofer de la línea 276. Estuve un tiempo y justo conocí a mi mujer, Sonia (Fernández)”, comenta, con gran detenimiento.
Con Sonia, que era hija del conocido lechero escobarense “Velita” Fernández, se casó en 1973. Dejó de trabajar en los colectivos y entró a la fábrica de Dálmine, en Campana. Estuvo un tiempo, hasta que se fue a la YPF de la avenida San Martín, de los tíos de su señora. Entró como socio, junto a otros familiares, y estuvo durante 10 años, hasta 1986.
Allí fue cuando volvió a lo que más le gustaba: las verduras. Comenzó trayendo mercadería desde el Mercado Central de Buenos Aires a Escobar en una camioneta que había comprado con sus ahorros. Salía de su casa a las 5 de la mañana, regresaba por la tarde y repartía a 45 clientes de distintas verdulerías escobarenses. Todos le compraban a él.
“No dábamos abasto, era terrible lo que vendíamos. Empecé con una F100, después un camión y no nos alcanzaba. Íbamos con Sonia y los chicos atrás (Marcos y Andrea). Hasta tuve que poner empleados para que nos ayudaran”, señala, rememorando la historia de tres décadas atrás.
Calidad premium
Ya entrados los años ´90, los Satragni abrieron su primera verdulería familiar en el garage de su casa, sobre la calle Lauría. La atendía su mujer, con la ayuda de su hija. En 1998 decidieron expandirse, yéndose a un lugar más céntrico. Así surgió Manchis, en la esquina de Estrada y Moreno.
“Después tuvimos que irnos porque los dueños hicieron un edificio, nos mudamos enfrente, al local de Eddy Monti, en Estrada al 200, en el año 2002. Estaba siempre lleno, trabajamos tan bien… venía gente de todos lados, de Garín, Maschwitz, Matheu, los mandaban recomendados por la mercadería que teníamos”, afirma.
Una vez, un allegado a un equipo de nutricionistas de Temaikèn buscaba una fruta en particular para las aves. No podían conseguirla hasta que dieron con su verdulería. Desde ese día los Satragni se convirtieron en proveedores del bioparque, trabajo que hoy mantiene Marcos.
“Nos piden acelga, lechuga, remolacha, zapallitos, todas las frutas… Antes encargaban papaya, uvas, endivias, lo que sea. Hoy están más medidos, por lo que sale todo”, cuenta Vicente, mostrando el orgullo de trabajar para esa empresa.
Aquella exitosa verdulería cerró en 2011, una vez que Marcos empezó a trabajar como técnico en seguridad e higiene. Vicente se jubiló y se quedó solo con el reparto a Temaikèn. “Me costó, sí, pero se complicaba mucho con los empleados, no venían, llegaban tarde”, acota, sobre los motivos del cierre del comercio.
Sonia enfermó de cáncer y falleció el 31 de marzo de 2021, un golpe fuertísimo para la familia y especialmente para Vicente, al haber perdido a su compañera de vida y madre de sus hijos. Habían estado casados 48 años. Mientras la recuerda, se emociona, y muestra, intacto, cada rincón de la casa que su esposa decoraba, con cosas compradas en distintos viajes. Todo está igual. Mientras tanto, él acomoda plantas y flores del jardín de adelante, tal como ella hubiera hecho.

Activo a los 80
Actualmente, Vicente sigue yendo a buscar mercadería al mercado de Escobar, en el barrio Lambertuchi. “Me levanto y voy, martes y jueves temprano, y los domingos a las 7, con Marcos, a las 9 estamos de vuelta. Me gusta ir a comprar. Voy al depósito, preparo todo. Este es mi mundo, voy a estar en esto todo lo que pueda”, confiesa.
Su hijo se suma a la charla y agrega: “Todos me dicen ‘¿por qué mandás a tu viejo al mercado a la madrugada?’ Yo no lo mando, va él solo, porque quiere. Se va en su camioneta y compra. Yo voy y cargo lo que él compró y lo reparto con el empleado”.
Con esa mercadería que Vicente encarga y que Marcos reparte proveen a Temaikèn, a la parte de nutrición y el comedor de planta. También a Munchi´s, vendiéndole la fruta para los helados y el salón de eventos. Además, hacen repartos a varios restaurantes de Escobar, Maschwitz, bares y cafés.

“En mi vida me dediqué a trabajar y a recorrer el país con mi señora. La única provincia que no conozco es Formosa, después, todo. Cumplí 80 y me siento bien. El físico te hace recordar la edad, pero mentalmente no me doy cuenta. No voy al médico, no tomo medicación. Si me duele la cabeza, un Tafirol. Si no, nada de nada”, sostiene, para envidia de muchos.
Un tipo de barrio, nacido y criado en las quintas de verduras de un Escobar de antaño, que sigue tan vigente como en su mejor momento, más allá del paso de los años y los vaivenes de la vida.
