Criado en Garín y radicado en Loma Verde hace 14 años, el hijo del “Rey del Panqueque” recuerda su niñez, el legado de su padre y el inicio de su carrera gastronómica. Además, se la juega por Sujarchuk: “Le está cambiando la cara a Escobar”.

Por DAMIAN FERNANDEZ
dfernandez@dia32.com.ar

Quedate tranquilo, que ya me hicieron como cuarenta entrevistas”, le dice con su característica sonrisa Carlos Alberto Ciuffardi (50) al periodista de DIA 32 antes de que el grabador encienda la luz roja. Es que “Tony” -su “apodo artístico”, bromea- es alguien muy solicitado por los medios ya que es el continuador de una de las empresas familiares más importantes del país: “Lo de Carlitos, el sabor original”, la célebre panquequería nacida en la Costa Atlántica y que hace un lustro llegó a Escobar, donde este gurú de la gastronomía se crió y eligió volver para echar raíces y ver crecer a sus hijos.

La historia de esta marca registrada cien por ciento nacional, que mutó de nombre varias veces hasta 2003, escribió sus primeras líneas en el verano de 1965, cuando Carlos Ciuffardi padre comenzó a trabajar en un pequeño comercio de Villa Gesell, donde había llegado para ganarse el mango como carpero en la playa.

Sin imaginarlo, su esfuerzo y creatividad lo terminarían convirtiendo en el famoso “Rey del panqueque” y, medio siglo después, en “ciudadano Ilustre” de esta ciudad balnearia, honor que no pudo gozar en persona, pero sí su hijo mayor, quien hasta el día de hoy continúa con el legado.

Hasta los 14 años “Tony” vivió en el barrio Cabot de Garín y estudiaba en la escuela primaria número 5. “Mis padres estaban separados, y si bien él ayudaba a mi mamá, en mi casa había muchas necesidades. Por eso dejé la escuela y me fui a trabajar con mi viejo. Ahí le di un poco de aire y empezó a crear muchas variedades de platos”, recuerda sobre sus inicios junto a “Carlitos”, de quien aprendió mucho más que hacer panqueques.

“A partir de su muerte -2010- descubrí la pasión que él tenía por el trabajo y el cliente, y la felicidad que le daba hacer las cosas bien. Y creo que me transmitió todo eso al momento de partir”, confiesa.

Debe ser por eso que cuando alguien entra al local de Estrada 752 -número 30 de la cadena administrada por “El Tano”, uno de sus cuatro hermanos menores- puede encontrar a este afortunado emprendedor, que tranquilamente podría estar tomándose un daiquiri debajo de una palmera caribeña, conversando con los clientes o preparando panqueques a la vista de todos, como un empleado más.

“La satisfacción que te da entregar un panqueque o una hamburguesa es indescriptible”, asegura con la humildad de los grandes, al inicio de un reportaje que pinta de cuerpo entero a este vecino, radicado hace 14 años en Loma Verde, tan exitoso como socialmente responsable.

-¿Cuál es la clave del éxito de esta tradicional empresa familiar?

-Una de las bases es el cariño que mi papá le ponía a todo lo que hacía. Pasar por Carlitos era eso: llevarse la sencillez de una persona que te atendía con el corazón y te entregaba un producto de primera. Yo siempre digo que mi viejo no vendía panqueques, se vendía él. E hizo del panqueque un culto. Además, la perseverancia del negocio. Hace 55 años que nos dedicamos a lo mismo, con los mismos productos y sin perder la pasión por hacer algo que salga bien.

-Yendo a lo personal, si bien transcurriste parte de tu infancia en Garín, después anduviste por otras ciudades. ¿Por qué decidiste volver?

-Un día quise conocer el país y me compré un camión Mercedes Benz 1518. Empecé a viajar para el Norte y cada vez que entraba a Buenos Aires pasaba por Loma Verde y decía “qué lindo sería vivir acá”. Así fue que, con el paso de los años, me pude comprar una casaquinta.

-¿Y por qué elegiste abrir una sucursal en Belén de Escobar?

-Siempre digo que yo no elegí Escobar sino que Escobar me eligió a mí. Yo manejaba cuatro sucursales -Villa Gesell, Mar del Plata, Villa Urquiza y Pilar- y un día mi hermano me propuso hacer otros locales. Le dije que me quería quedar y hacer un local acá, no me quería mover más. Le hice una propuesta y me vine para acá. Cuando lo abrí todo el mundo me daba poco tiempo, pero hoy ya vamos cinco años trabajando y creo que voy por más. Con trabajo y perseverancia las dificultades se pasan.

-¿Ya te considerás un escobarense más?

-Sin dudas. Amo Escobar, lucho por Escobar y cada vez que me levanto sigo apostando por Escobar, porque considero que es una plaza muy rica, turísticamente, como ciudad. Tiene muchas características que en otros lugares no se encuentran. Es una ciudad con alma de pueblo, y con un montón de cosas por hacer, claro.

-Ya que relacionaste ambas cuestiones, ¿qué opinas de la oferta gastronómica local? ¿Es bueno para vos que haya competencia?

-Cada vez que abre un negocio nuevo me pone feliz, por Escobar y por mi negocio. La diversidad es lo que hace que todos podamos trabajar. En cuanto a lo primero, hay muchas empresas, pero pocos empresarios. Los dueños creen que poniendo un negocio y dejando a los empleados solos va a funcionar, y no es así. Uno tiene que poner el corazón, las ganas y el alma, no solo la idea. Además, el rubro está caído por el abuso que hay en el valor de los alquileres. Eso hace que muchos tengan un mal servicio y no pueden invertir en el negocio. Considero que la gastronomía local podría ser mucho mejor, pero hay que tratar de sembrar para cosechar. Acá muchos quisieron cosechar sin haber sembrado.

-Cambiando de tema, se te suele ver con tu food truck en los eventos que organiza el Municipio. ¿Lo haces por conveniencia económica o porque realmente bancás a la actual gestión?

-Mientras se sigan haciendo cosas con el cariño que yo vi, voy a seguir apoyando. Cuando hablé con Ariel Sujarchuk, en la campaña electoral de 2015, me dijo que en dos años le iba a cambiar la cara a Escobar. Y considero que se la está cambiando. Si bien le podemos criticar lo que no hizo, también lo tengo que felicitar por lo que hizo, que creo es demasiado. Por ejemplo, la reinauguración del teatro Seminari, que nos trajo laburo a todos los gastronómicos. Yo soy un agradecido de tener un negocio y de las oportunidades que me dan, por eso participo.

-¿Por esta gratitud hacia Escobar es que hacés acciones de beneficencia?

-Cuando falleció mi papá muchísima gente me vino a hacer notas. Gracias a eso pude descubrir la cantidad de cosas que hizo a beneficio, incluso en las villas con el padre Farinello. Ahí le conocí esta otra pasión y un día empecé a hacer lo mismo. Actualmente, voy a dos hogares de chicos huérfanos y a una escuela, además de colaborar en otras entidades. Hay gente que se gasta lo que le sobra en autos últimos modelos y yo me la gasto en todo esto, porque ver la satisfacción de una persona a la que ayudás llena el alma. Y todo lo que das vuelve el doble, es así.

Mi papá era una persona que te atendía con el corazón y te entregaba un producto de primera. Yo siempre digo que no vendía panqueques, se vendía él. E hizo del panqueque un culto.

FICHA PERSONAL

El nuevo rey del panqueque

Carlos Alberto Ciuffardi nació el 3 de julio de 1968 en la histórica Maternidad Santa Rosa de Florida, aunque gran parte de su infancia la vivió en el barrio Cabot de Garín. Hijo de “Carlitos”, quien pasara a la inmortalidad como el “Rey del Panqueque”, está juntado desde hace 20 años con Sandra Ibarra, tiene siete hijos -Catalina (27), Ibeluz (27), Selene (23), Tomás (19), Luciano (18), Fabricio (15) y Santino (13)- y cuatro nietos.

Desde 1982 está ligado a una de las empresas familiares más importantes del país, “Lo de Carlitos, el sabor original”, la célebre panquequería creada por su padre en 1965 y que desde 2000 conduce junto a su hermano Rodolfo. Bostero de cuna y ferviente trabajador, se mudó a Loma Verde hace catorce años y se enamoró de Escobar para siempre.

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