Para los escobarenses de toda la vida, hay apellidos que hablan por sí solos. De los que ni siquiera hace falta mencionar sus nombres de pila para saber de quiénes se trata, porque que son sinónimos y referentes de una profesión en particular. En Escobar, decir Lemme es hablar de medicina, cirugía y confianza. Un cirujano formado en un nivel de excelencia, apasionado por las intervenciones quirúrgicas, la sanación y el acompañamiento de sus pacientes.
Gustavo Néstor Lemme (66) supo desde chico que quería ser doctor, aunque no tenía antecedentes familiares. Su padre, Néstor, era tornero, tenía su taller propio en la calle Rivadavia al 200. Su madre, Magdalena Panigo, era ama de casa.
Nació en la sala de primeros auxilios que estaba frente a la plaza de Belén de Escobar. Hizo la primaria en la Escuela 1 y fue parte del alumnado que estrenó el edificio ubicado en la avenida 25 de Mayo. Sus estudios secundarios los cursó en el colegio San Vicente, donde egresó en 1975.
Después estudió en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. “Siempre sentí una atracción hacia la cosa biológica y también por la unión de lo biológico con el compromiso a otras personas. En un principio pensé ser odontólogo, pero me incliné más por la medicina, me pareció que era más abarcativa”. Se recibió en el 1981 con Diploma de Honor, por sus destacadas notas.
Fue practicante en el hospital Eva Perón de San Martín (antes llamado Castex) y entró a la sala de primeros auxilios de Escobar con Carlos María Coletes, donde hizo su último año como practicante.
“Cuando me recibí me dijeron ‘te vamos a dar un premio’. Y me hicieron ir como médico de guardia a la salita de Savio. Ese fue mi primer trabajo, como médico generalista. Otro trabajo que tuve, al otro día a recibirme, fue ir como médico de la pileta del Club Independiente. Ahí trabajaba un tío mío (Pedro Donatelli). Yo hacía la revisión médica, hasta el año ´82”, le cuenta a DIA 32 sobre sus inicios como profesional.
Seguidamente decidió hacer la especialización en cirugía, se presentó a los exámenes e ingresó al Hospital Italiano de Buenos Aires para su residencia. Estuvo tres años y elaboró un proyecto para extenderla uno más, porque sentía que no alcanzaba para la formación. “Ahí aprendí medicina, fue mi cuna de trabajo”.
“El Hospital Italiano tenía un servicio de primera línea, muy avanzado, dirigido por el doctor Enrique Beveraggi. Fue un privilegio trabajar en ese lugar. Cuando terminé la residencia, me quedé trabajando ahí y abrí mi consultorio en Escobar, en mi casa de toda la vida. Mi primera secretaria fue mi vieja”, cuenta, con excelente memoria, remontándose a la década del ´80.
Su paso por el Erill
Mientras se iba haciendo conocido en el pueblo de entonces, Gustavo Lemme se recibió de cirujano y comenzó a trabajar en el hospital Erill, que había pasado a ser provincial y necesitaba personal. Ingresó en 1987, por ofrecimiento del doctor Hernando Rozo Rodríguez.
“Empecé a trabajar en el servicio de cirugía y en el año ´90 me ofrecieron la dirección del hospital. Tenía dudas, me asesoré un poco con mi gente de confianza del Hospital Italiano y estuve hasta el ´95. Fue una linda experiencia, interesante, pero muy desgastante. Tuve mucho apoyo de la comunidad y sobre todo de la cooperadora, que trabajó intensamente en todos los proyectos”, resume sobre aquella responsabilidad de dirigir.
Ser profeta en su tierra no es sencillo. “El médico cuando trabaja en su pueblo tiene una doble responsabilidad. Lo que hacés, si está bien, está bueno; pero si está mal, todo tiene una caja de repercusión muy diferente. Yo salía del hospital y me encontraba con la maestra que había operado, todos conocidos”, comenta.
Durante esos años vivía en la esquina del edificio Torre, frente a la plaza San Martín. Y la gente iba a tocarle el timbre para hacerle reclamos acerca del hospital. “Me decían, ‘doctor hace dos horas que estamos esperando en la guardia, no nos atienden, ¿qué hacemos?’”. Gajes del oficio y de ser responsable y atento con todos los vecinos.
“Igualmente mi vocación era operar. La parte administrativa era una vía para armar cosas que me permitieran operar. Hacer una mejor terapia intensiva y operaciones más complejas”, sostiene, feliz por el trabajo realizado en su ciudad.
Su segunda casa
Una vez que dejó la dirección del Erill, siguió atendiendo en su consultorio de la calle Sarmiento al 300 y operando en la Clínica Fátima. A fines de los ´90 lo contactaron para contarle sobre el futuro Hospital Austral de Pilar, que en ese entonces empezaba a armarse como un proyecto más que pretencioso.
“Algo que parecía una locura, hoy en día es un hospital que no da abasto. Cuando abrió, en el año 2000, empecé a trabajar en el servicio de cirugía. Como era de alta complejidad, se requería una especialización. Así que yo me fui afuera a estudiar cirugía colorectal. Viajé a Estados Unidos y a Londres, al hospital de referencia de coloproctología”, detalla, demostrando su inagotable capacidad para perfeccionarse y estar siempre un paso adelante.
“Empecé a ser el referente de cirugía de intestino. Ascendí a subjefe del servicio y en los últimos tres años también estuve como jefe, hasta marzo de 2023, porque por reglamento a los 65 dejamos los cargos, pero seguimos trabajando”, señala.
-¿Tenés un registro de cuántas cirugías llevás en tu vida?
-Siempre tuve un promedio de 350 cirugías por año, todos los días. Son muchas (NdeR: Desde 1987 hasta octubre de 2024 serían cerca de 13.000 operaciones). Llevo tres generaciones de familias operadas, abuelos, padres y hoy en día tengo a los hijos. Mucha gente. Es una cosa gratificante.
-¿Es una profesión muy estresante?
-El estrés lo manejás, pero lo tenés. Esa es la parte más negativa de ser médico. Sí, es desgastante. La medicina, y la cirugía en especial, tienen un costo físico. El desafío de la cirugía no para cuando terminaste de operar, termina en el posoperatorio. Ahí es donde aparecen complicaciones, donde tenés que estar para resolver.
-¿Hay un fuerte compromiso médico-paciente?
-Sí, lo que tiene de fuerte ese compromiso es que la persona se entrega dormida a tus manos. Tiene que haber un seguimiento, un control, por eso la gente nunca aceptó los llamados médicos golondrinas, que vienen, operan y después se van. Uno es falible, pero no se puede aceptar el abandono al paciente o dejar que una complicación no sea tratada. Ese es el punto donde la gente aprecia el trabajo, el verte la cara.
-¿Tuviste casos que, a priori, eran muy complicados y que después te dio la satisfacción de que la persona se recuperó?
-El 80% de mis cirugías son oncológicas, cáncer de colon y recto. Hay casos que empiezan muy difíciles y por suerte salen bien. Otros ingresan muy graves de entrada y tenés que acompañarlos. El médico puede curar, pero no siempre, porque no es Dios. Es muy lindo acompañar a un paciente que se mejora, pero el que necesita es el que no se va a mejorar y es al que tenés que acompañar hasta su último momento. Es peor que el desgaste de operar. Esa es la parte fea de la profesión.
-¿Te tocó operar amigos, gente con la que tenés afinidad?
-Sí, he operado amigos, gente que me tuvo en brazos, que eran amigos de mis viejos. Y a algunos les da vergüenza revisarse. Es un compromiso siempre operar a un conocido, a un amigo, a un colega. Pero es un honor porque te tienen confianza.
Escobar y la salud pública
La creación de las UDP en todas las localidades del partido de Escobar, el Hospital del Bicentenario y las mejoras en la atención médica a nivel público es otro de los temas que fluyen en la entrevista y sobre los cuales Gustavo Lemme se expresa muy conforme.
“Me pone muy contento ver el desarrollo que hay de todas estas estructuras, porque es por donde va el mundo. Todos piensan en hospitales complejos, en alta complejidad, pero la gran mayoría de las cosas no necesitan alta complejidad, necesitan atención rápida. Se necesita una atención temprana, detectar algo, resolver un cuadro agudo rápido. Eso evita que el paciente se agrave. Todo esto de unidad de atención rápida y diagnóstico precoz es de mucha utilidad para la comunidad de Escobar”, remarca.
Sobre la calidad de profesionales que hay, no duda en elogiarlos: “Hay muy buenos médicos. Algunos somos de acá, la mayoría ha ido llegando y se ha ido instalando. Pero sí, en general, Escobar tiene muy buenos médicos”.
Fuera de su especialidad, también habla de cómo ve a la ciudad, tan cambiada en la última década. “Escobar está bueno, pero uno extraña el hecho de que ahora salís y te encontrás con mucha gente que no conocés. Eso te llama la atención. Tiene un movimiento económico y comercial muy bueno, que apunta al desarrollo. Yo vivo en El Cazador y en la zona se está desarrollando toda la parte comercial. En el casco de Escobar también. Maschwitz es una opción, con otro polo gastronómico”, señala.
Cable a tierra
Entre tantas responsabilidades, preocupaciones y turnos para operar, Gustavo Lemme encontró un escape en la actividad deportiva, el aire libre y el entrenamiento. Siempre que tiene un tiempo sale a correr o a pedalear para prepararse de cara a alguna carrera, sea de atletismo, duatlón o triatlón.
“Siempre me gustó correr. Un día Diego Landolfi, vecino mío de El Cazador, me dijo, ‘¿por qué no te anotás en una carrera?’ Empecé con 5 kilómetros, después 10, 15… corrí una de 21 y fui progresando. Después, mi hijo Martín me hizo comprar una bici para salir juntos y en 2023 me anotó en un triatlón en Gualeguaychú, el día que cumplí 65 años. Me fue bien, salí tercero”, afirma, contando acerca de su hobby preferido.
Actualmente entrena tres veces por semana natación y bicicleta y va a la pista del polideportivo de Maschwitz a correr. “En 2023 corrí catorce carreras, un triatlón, tres duatlones, el Fondo de los Siete Lagos en bicicleta, carreras de calle y los 21k en Río de Janeiro. Este año hice el triatlón de La Paz y los 21k de Buenos Aires”, resume. El 3 de noviembre será de la partida en la media maratón de Jureré, en Brasil, y el 17 nadará en una carrera de aguas abiertas en San Pedro.
“Lo hago como actividad lúdica, de descarga. No sé si el deporte te va a hacer vivir más, pero seguramente lo que vivas, lo vas a vivir mejor. Porque vas a tener más movilidad, más estabilidad, más fuerza en las piernas, menos dependencias. Así que el objetivo principal es ese”, confiesa, buscando nuevos desafíos.
Su familia y la música
De sus tres hijos, el mayor, Gustavo (32), siguió sus pasos y también es médico. Especialista en urología, se fue a trabajar a España, a las Islas Canarias, en un hospital universitario. El del medio, Martín (31), es contador público y su compañero en el deporte; mientras que Mariano (25), está estudiando y trabaja en una inmobiliaria ¿de Escobar?.
“Que Gustavo haya elegido mi profesión es un orgullo. Sabe que se mete en un camino difícil. Pero cuando te gusta, te metés igual, es así. Soy profesor titular de Cirugía en el Austral y lo tuve de alumno. Después de mucho tiempo me mandó una carta, donde especificaba sus emociones y lo que él había mamado de chico. Es algo muy gratificante”, cuenta Lemme, orgulloso.
“Es muy lindo acompañar a un paciente que se mejora, pero el que necesita es el que no se va a mejorar y es al que tenés que acompañar hasta su último momento”.
Su esposa, Viviana Márquez (64), con quien se casó en 1989, se jubiló el año pasado. Fue profesora titular de Matemáticas la Facultad de Ciencias Exactas. “El agradecimiento a la vida es por la compañera que me tocó. Hay que bancarse un marido médico, cirujano. Es fundamental que entiendan tus tiempos, las obligaciones que tenés. Hemos estado con las valijas preparadas para irnos de vacaciones y no nos fuimos, porque tenía un enfermo complicado. Eso me pasó varias veces”, comenta, sobre situaciones en las que la profesión eclipsó planes familiares.
Otro gran pasatiempo suyo es tocar el piano. Entre los 15 y los 17 años tomó clases con el papá de Lito Vitale, de su misma edad. “Íbamos a Villa Adelina. Tenían una casa muy humilde, llena instrumentos, y escucharlo a Lito era un placer. Siempre me gustó la música clásica. Y entre la música clásica, mi autor predilecto es Bach”.
Actualmente sigue estudiando piano en San Isidro y sus tres hijos también tocan instrumentos: Martín toca el bajo y Mariano la guitarra. Toda una banda musical y familiar. “Es también para salir un poco de la medicina. Te da una gratificación interior enorme. Y es herencia de mi viejo, que tenía una orquesta, y de mi tía que era pianista. Además, mi suegra (“Beba” Costa) también era pianista y directora del coro. Siempre hubo música en la familia”, cierra, orgulloso de todo lo que supo sembrar y que hoy disfruta merecidamente.
FICHA PERSONAL
Un referente en el arte de operar
Gustavo Néstor Lemme nació en Escobar el 12 de marzo de 1958, pisciano, sensible y conciliador. Está casado con Viviana Márquez (64), profesora en Ciencias Exactas y doctora en Matemáticas. Tiene tres hijos: Gustavo, Martín y Mariano. Su padre, Néstor, formó parte de la orquesta local El cuarteto de oro, que tocaba en bailes y clubes. Médico, cirujano, docente en el Hospital Universidad Austral, donde hasta 2023 fue jefe del servicio de Cirugía, y ex director del hospital Erill. Deportista y músico, un escobarense orgullo de la ciudad que es un referente en el arte de operar y salvar vidas.