Afiches, pasacalles, amenazas con armas y ataques a piedrazos marcan la temperatura del clima electoral escobarense. Aunque las primarias son en agosto, la disputa por el poder empezó hace rato. ¿Vale todo?

Por CIRO D. YACUZZI
cyacuzzi@dia32.com.ar

Falta todavía un rato para las elecciones primarias, abiertas y simultáneas del 14 de agosto. De hecho, ninguno de los nombres que hay en danza para la Intendencia está consagrado formalmente como precandidato. Sin embargo, la campaña 2011 entró en calor prematuramente, algo que, en realidad, es normal. Pero hasta cierto punto.

En Escobar, el arranque proselitista fue mucho más allá de lo que puede encontrarse a simple vista en la calle. No se limita a la exuberante cantidad de pasacalles y afiches que el oficialismo colocó en todos los rincones del distrito, ni a los folletos o carteles con los que otros tratan de posicionarse. Eso, que es lo habitual a estas alturas, forma parte de toda etapa previa a una carrera electoral, que una vez iniciada intensifica exponencialmente el despliegue de los participantes.

El punto es que la violencia dijo presente, y con todas sus letras, en medio de un clima que no la hacía previsible. Dos hechos, de dispar difusión, mostraron el rostro más negativo que pueda esperarse de cualquier sector político en estas instancias.

El primer caso -cronológicamente hablando- no se conoció tanto como el siguiente. Ocurrió el 26 de febrero, en Garín, cuando una cuadrilla de militantes que colocaba afiches y pasacalles del abogado Christian Spoltore (¿Nuevo Encuentro?) recibió intimidaciones y amenazas con armas de tres hombres que bajaron de un auto. Spoltore afirmó a DIA 32 que ese “apriete” –así lo llamó- fue denunciado en la fiscalía, y aclaró que desde entonces no volvieron a darse hostilidades de ese calibre. “Después de eso creo que quedaron bien en claro las posturas de unos y de otros, hay una convivencia más armoniosa”, señaló.

Una cosa es taparle los afiches al que recién acaba de pegarlos y otra muy distinta es andar mostrando armas y tirando piedras a quemarropa ante el primer humano que se asome.

Lo que pasó en el local partidario del sindicato de Gastronómicos, a la vuelta de la terminal de Escobar, es un escándalo vox pópuli. A modo de repaso: una horda de 50/70 personas embistió a piedrazos contra el pequeño inmueble de la calle Sarmiento al 400, donde se encontraban reunidos el precandidato a intendente duhaldista Ricardo Santo y su mesa chica. Además, distribuyeron panfletos y pintaron leyendas acusando de “genocida” y “asesino” al otrora comisario de la Bonaerense.

La escalofriante impunidad con la que actuaron -incluso marchando por varias cuadras con bombos y redoblantes, como si se tratara de una manifestación pacífica- tuvo un correlato de igual tenor en la escena que le siguió, cuando conocidos funcionarios del Ejecutivo y militantes oficialistas se acercaron hasta la comisaría para interiorizarse de la situación de los 17 detenidos –tres menores de edad- por ese hecho y hasta les acercaron viandas. A confesión de partes…

Sin embargo, la fiscal Paula Gaggiotti ya avisó que la investigación no irá tras los autores intelectuales sino que se circunscribirá exclusivamente a los aprehendidos, meros perejiles que quizás en menos de dos meses sean condenados a alguna tarea comunitaria para compensar sus conductas. Ergo, la sociedad escobarense deberá quedarse con su propia hipótesis sobre la responsabilidad política de un ataque inaceptable y repudiable desde todo ángulo. ¿O no?

Para no darle más dimensión al tema, el Concejo Deliberante evitó pronunciarse sobre el grave suceso. Descartada la excusa del desconocimiento, la actitud de los veinte concejales –alguno de ellos visto esa noche en las puertas de la comisaría- no puede considerarse menos que cómplice. Como si el hecho de que Santo haya adoptado una posición beligerante ante el Municipio –denuncias propias y patrocinadas incluidas- justificara una represalia así, de la que llegaron a resultar víctimas directas vecinos que ninguna relación tienen con quien fuera primer secretario de Gobierno de Luis Patti.

El clásico “son cosas de la política” no cuadra dentro de este contexto, por más que algunas voces hayan recurrido a ese gastado latiguillo para eludir presuntas culpas.

Una cosa es taparle los afiches al que recién acaba de pegarlos y otra muy distinta es andar mostrando armas y tirando piedras a quemarropa ante el primer humano que se asome. Si ahora vale todo, estamos peor que nunca.

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