Carlos Legaria fue uno de los primeros que tuvo el pueblo, ejerció su profesión con ejemplaridad y durante tres décadas dirigió el hospital Erill. Falleció en 1999, a los 72 años, pero su recuerdo sigue vigente.

Siempre ocupado y preocupado por sus pacientes, bondadoso y altruista, Carlos Raúl Legaria quedó para siempre en la memoria de Ingeniero Maschwitz como “el médico del pueblo”. Fue el segundo profesional de la salud en instalar un consultorio en la localidad.

Proveniente de General Urdinarrain, en Entre Ríos, la familia Legaria llegó a Maschwitz en 1949. Vicente, el padre, montó una empresa contratista de edificaciones civiles llamada “Domus Construcciones”.

Sus tres hijos: Carlos, Héctor y Néstor, estaban grandes. De hecho, “Lito” ya era estudiante avanzado de medicina, estaba cursando el cuarto año de la carrera y realizaba las prácticas en el hospital militar de Campo de Mayo. Allí trabajó luego de recibirse y se perfeccionó como cirujano, aunque finalmente se especializó en clínica general.

Enamorado de Maschwitz, luego de haber cumplido con el juramento hipocrático en 1954, instaló su consultorio sobre la calle La Plata 750, donde atendería a gran parte de los vecinos, muchas veces sin preocuparse por si tenían o no dinero para pagar la consulta. Más adelante contrajo matrimonio con Stefanía Cattardi.

Carlos Legaria frente a un cartel de la localidad de Legaria, España
De viaje. En España, donde está la localidad de Legaria, perteneciente a la Comunidad Foral de Navarra.

“Me acuerdo que mi mamá renegaba porque parecía que para él estaba primero su vocación que la familia. No solo que atendía a todo el mundo sin importar si tenían recursos, sino que el teléfono sonaba a toda hora y no importaba si era de madrugada que él salía corriendo a atender a domicilio”, le cuenta a DIA 32 su única hija, Elisa Legaria (39).

Aunque perdió a su padre cuando tenía 11 años, asegura que pudo disfrutarlo mucho porque era un hombre a quien le gustaba viajar, sobre todo a ciudades donde hubiera casinos. También amaba el campo y los caballos. “En casa era cariñoso, pero en el trabajo era serio, parco. Cuando iba a visitarlo al hospital me preguntaban si le tenía miedo, por el respeto que imponía”, recuerda.

Se lo considera el segundo médico del pueblo, ya que el primero fue Héctor Lettieri. El trabajo de ambos se complementaba con el de don Argentino Torres, que sin tener una farmacia propiamente dicha -se la llamaba “boticario”- estaba diplomado y habilitado para preparar magníficas pócimas de acuerdo a la prescripción de los médicos. Por supuesto que también estaba autorizado a vender sus medicamentos.

Legaria frente a un caballo y sus dos potrillos
Cable a tierra. Legaria disfrutaba de viajar y también de sus estadías en el campo y los caballos.

Director del hospital

Alrededor de 1958, Legaria renunció al Hospital de Campo de Mayo, donde ya había acumulado bastante experiencia en el arte de curar personas, y se sumó al staff del hospital de Escobar. En ese establecimiento forjó una gran amistad con César Ballester, quien también era médico cirujano y, por esos años director del nosocomio.

En aquel momento, el Erill era pequeño pero fundamental para la salud de los escobarenses: contaba con veinte camas y tenía un promedio de una cirugía por día. En 1966 Legaria reemplazó a su amigo en la dirección del hospital, manteniéndose por casi treinta años al frente de la administración.

Además, fue un hombre comprometido con la política, que dedicó varios años de su vida a la militancia en la Unión Cívica Radical (UCR). Ocupó una banca de concejal en el Concejo Deliberante de Escobar entre 1963 y 1966 y fue un ferviente opositor del frondizismo: línea partidaria conocida en principio como Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), luego como Partido Intransigente (PI) y finalmente como Movimiento de Integración y Desarrollo (MID).

Legaria junto a su equipo en el viejo hospital
Pionero. Carlos Legaria fue el segundo médico en abrir un consultorio en Ingeniero Maschwitz

En la década del 90 sufrió un ACV que le dejó secuelas motrices y falleció a los 72 años, un 8 de agosto de 1999, luego de pasar varios días internado en el hospital que dirigió por tanto tiempo.

Pese a su ausencia física, su figura y su nombre nunca fueron olvidados entre los maschwitzenses. “Los más grandes lo recuerdan con mucho cariño, porque él fue su médico de cabecera durante mucho tiempo. Algo que se extraña, porque ya no existen”, afirma Elisa, sin ocultar la emoción que siente por el permanente reconocimiento a la memoria de su padre.

Por estos y otros motivos, la flamante Unidad de Diagnóstico Precoz de Ingeniero Maschwitz, inaugurada el pasado martes 25, lleva el nombre de Carlos Legaria.

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