El original carro nació en 2012 y con el tiempo se convirtió en un gran atractivo de festivales y eventos. “Quería hacer algo distinto, pero nunca imaginé que iba a terminar en esto”, cuenta el creador de este dulce invento escobarense.

Por DAMIAN FERNANDEZ
dfernandez@dia32.com.ar

Los hay de madera, con chapas, montados sobre ruedas de bicicletas… Pero hecho con viejas heladeras SIAM, fileteado cual cantina porteña y con el logotipo de una automotriz alemana, existe uno solo. La Combi Pochoclera de Escobar nació en 2012 por una elemental necesidad de subsistencia familiar y hoy ya se convirtió en el carro de productos de praliné más codiciado de Buenos Aires por su original y atractivo diseño.

En una plaza, en eventos públicos y hasta en festejos privados, el particular invento del escobarense Pablo Juárez (43) dice presente con una surtida y tentadora oferta para satisfacer las dulces apetencias de chicos y grandes: desde garrapiñadas y manzanas acarameladas hasta copos de azúcar, churros y sus irresistibles pochoclos. “Donde nos llaman, vamos”, afirma.

El itinerante carromato albirrojo tocó el cielo con las manos en marzo pasado, al ser invitado al festival Lollapalooza. “Era algo muy lejano e impensado para nosotros. En principio no íbamos a poder porque nos pidieron un montón de requisitos que yo no podía juntar, entre ellos usar electricidad en vez de gas. Pero, cuando se acercó la fecha me dijeron que me daban de alta como empleado de ellos con tal de que el carrito estuviese, y así fue. Estuvimos en el sector kids”, señala Pablo a DIA 32 sobre la inolvidable experiencia en el hipódromo de San Isidro.

Atraídas por su pintoresco aspecto, en esos días famosas como “Pampita” y Maju Lozano posaron junto a la mini réplica de la célebre furgoneta Volkswagen. “La combi tiene mucha aceptación. A veces estás en una feria y los chicos vienen a sacarse fotos con la combi porque sí nomás, y eso está bueno”, sostiene María de los Ángeles (39), esposa de Pablo y colaboradora en las jornadas laborales junto a Melisa, Rosa y Viviana.

“En el Lollapalooza se vendió muy bien, pero donde más trabajamos fue en la Fiesta del Jardín Japonés de Escobar. Tuvimos filas interminables de gente y hubo que salir a comprar azúcar y aceite porque nos quedamos sin pochoclo”, recuerda la mujer. Por evento pueden llegar a vender hasta seis kilos del tradicional producto, hecho con maíz pisingallo importado.

“Esto nació porque yo tenía una churrería en San Fernando, que andaba muy bien, y me la hicieron cerrar porque me dijeron que no era de ahí. Después abrí una en la estación de Escobar, pero la cosa no funcionaba y tuve que buscar otras alternativas. Quería hacer algo distinto, pero nunca imaginé que iba a hacer un carro de pochoclos con heladeras SIAM”, cuenta Pablo, entre risas, sobre el origen de la “combi” que logró materializar tras dos años de ensayos.

El matrimonio y sus hijos viven de lo que recaudan los fines de semana, por eso es que también pretenden salir más seguido a la calle con la Combi Pochoclera. “La idea es trabajar un día a la semana en un lugar fijo. Los viernes generalmente vamos a la feria del campito de la estación de Escobar, pero tampoco podemos ponernos en cualquier lado si no tenemos una habilitación municipal”, confiesa María.

Además, no todo lo que venden queda para ellos. Aunque sean invitados, para sentar el coche en cualquier lugar deben abonar un cachet promedio de $300. Y en el caso de un festival grande como el Lollapalooza, entregar un porcentaje de la venta total.

“La remamos mucho y por suerte la situación inicial se revirtió. Ahora pensamos hacer otro carro. El trabajo y el esfuerzo traen su retribución”, asegura orgulloso el mentor de un proyecto que, poco a poco, empieza a estar en boca de todos.

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